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Sara Mesa: «Siempre me han incomodado los grupos de gente»

En «Un amor» la escritora somete a su protagonista a una atmósfera de tensión e incertidumbre

Sara Mesa M. J. López Olmedo
Sergi Doria

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Cuatro años de escritura y reescritura. «Le he dado muchas vueltas, a veces con motivo justificado y otras de forma absurda, poniendo a prueba la paciencia de mi editora», advierte Sara Mesa al recordar la gestación de « Un amor » (Anagrama). Un amor que no tiene nada de romántico. «Si colocaran la novela en la estantería del género, sería como poner una bomba», ironiza la escritora madrileña afincada en Sevilla.

No hay amor, pero sí extrañeza, tensión, desasosiego, autoconocimiento, lenguaje de sobreentendidos y una particular forma de entender el sexo como un trueque de favores. Todo eso lo experimenta Nat, después de perder su trabajo de traductora comercial y mudarse a un entorno rural que no tiene nada de idílico. Vivirá en una casa con goteras, sometida al asedio de su casero; sus relaciones sociales estarán dominadas por la tensión psicológica .

«La tensión es como la goma elástica que recorre los cuentos y novelas… Mantener ese clima de que algo va a pasar, cuando se presiente la tormenta, es difícil de conseguir», explica Mesa. En «Un amor», cada pequeña incidencia conmueve el mundo interior de la protagonista. Nat encadena situaciones equiparables a esos sueños que te enredan y te llevan de una historia a otra: «Es muy difícil interpretarlos, pero sí contarlos, escribirlos», acota.

De entre sus desasosiegos, la autora se queda con el rumor de quien entra en tu casa y rebusca en el armario: «No es un ladrón, sino alguien que te conoce y te ha engañado. Te sientes violenta, añade.

En La Escapa, topónimo de ese inquietante no lugar, cada vecino se sirve de las palabras a su albedrío. «Más que un mundo rural, lo que me interesa es retratar un grupo cerrado y eso podría funcionar igual en un bloque de edificios urbano», explica Mesa. Haga lo que haga Nat, y lo que hace no podemos desvelarlo, será una intrusa abocada a la paranoia de las habladurías. «Siempre me han incomodado los grupos de gente… cuando se forman grupos ocurren cosas que no me gustan», apunta.

Sara Mesa aprovechó el confinamiento para encadenar un libro de cuentos: «La continuidad en la escritura ha sido muy beneficiosa», subraya.

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