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ABC Cultural

«No me gustaría palmarla»

Boris Vian. Demipage. (Madrid, 2009). 67 páginas. 24 euros.

«No me gustaría palmarla»

Hay libros que merecen ser celebrados. Este es uno de ellos. Imaginemos un club de Saint Germain de nombre « Demipage », mucho humo de Gitanes y otras hierbas, una trompeta desenfrenada, olas de alcohol bailando cerebros hasta el amanecer y una canción cuyo estribillo repita incansable: No me gustaría palmarla. Es posible que a ningún presidente de Gobierno, ni ministra de Sanidad le agrade semejante panorama, pero a los seguidores de Boris Vian les volverá locos. Al fin y al cabo, la política y la Patafísica tienen en común un principio esencial e irrevocable: buscar soluciones imaginarias a problemas que no existen.

« No me gustaría palmarla » es una joyita que pasea por el boulevard de los libros libres sabiéndose deseada. Una experiencia poética y artística que merece ocupar lugar en la inteligencia y en la biblioteca de los que entienden que el centro de gravedad tiene mucho de vida subterránea. Una celebración del lobo hombre que vivió en el París del «Menos mal que nos queda». Del Vian que trató de tú al Mal y que viene a celebrarse 50 años después de haberla palmado en la sala oscura de un cine , mientras veía la adaptación abominada que se se hizo de su novela: «Escupiré sobre vuestras tumbas». Paradojas de la vida, de la parca o del absurdo.

Ya no está solo

Esta vez el sublime desertor no vuelve solo.Se acompaña de un Big Band de personajes españoles que le traducen y de artistas franceses y canadienses que ilustran su catarata de imágenes poéticas. La tenida de aquí reúne a nombres tan sugerentes como Javier Crahe, Fernando Savater, Luis Antonio de Villena, Manuel de la Fuente, Elena Muñoz, Luis Alberto de Cuenca, Santiago Auserón, Amelia Gamoneda, Damián Tabarowski, Andy Chango y un atractivo etcétera hasta 24.

De las magníficas ilustraciones que ensimisman las palabras del Arrancacorazones hay que decir que son de uno más veintitrés. El uno fue Martín Matje, impulsor del proyecto de esta edición ilustrada, que tuvo la póstuma elegancia de palmarla antes de verla concluida. Los restantes, entre los otros supervivientes, han sido Loustal, Koechlin, Gerard Dubois, Chistophe Merlín, Jacek Jarnuszkiewicz, Dupuy- Berberian, Serge Leclerc, Jean Claude Götting y algunos nombres más, de aprensible mirada y difícil pronunciación.

Pero volvamos a las palabras que bailan en esta hermosa cava editorial, de nombre Demipage, que se debate entre la media página que danzan los que, entre humo poético y bebidas espirituosas, combaten las pesadillas de la realidad. Y los otros, los que tienen prohibida la entrada: aquellos que adulan el sueño aletargado de presidentes y ministras . Revivamos el Vian surrealista: «Yo deseo una vida en forma de arista, sobre un plato azul. Yo deseo una vida en forma de cosa». El Vian sarcástico con su propia poesía: «Todo fue dicho cien veces y mucho mejor que por mí. Entonces cuando escribo versos me divierto, me divierto, me divierto y me cago en vos». El Vian amante, hondo e intenso, el que presentía bocas y reivindicaba hacer el amor escuchando a Duke Ellington y la música de Nueva Orleáns: «…No quisiera morir sin haber agotado mis labios en sus labios. Mi todo con su todo. Su todo con mis manos…».

«No me gustaría palmarla» recrea la síntesis vital de un calvo indeciso. Una inteligencia desmelenada en inmensos mechones de hierba roja, príncipe del hedonismo y de la juerga, fustigador del poder, insumiso del aburrimiento, creador de canciones, látigo de burocracias, víctima de tribunales que confundieron la ley con la justicia, diletante del arte, trompinetista de la vida, como si ésta fuera un aire expulsado hacia adentro. Vian es el poeta sin Parnaso, el amante seminal y exacerbado, el ingeniero del existencialismo provocador , el novelista negro cuando se hacía llamar Vernon, el ilustre sátrapa de la noche, el inspirador de revoluciones después de muerto (los adoquines del 68 cantaron a su lápida). La espuma inmortal de los días nos lo devuelve cada cierto tiempo, porque como decía Coco Chanel: «La libertad nunca se pasa de moda».

Celebremos como se merece esta desembocadura poética del Sena en el Manzanares. Con pasteles pinchados en el tocadiscos, con arqueólogos que excavan cuevas de fé, con perros existencialistas y filósofos que aspiran a clubs de fanáticos. Celebremos esta intensa biografía de corta vida que, como el agua de la genialidad, vuelve recurrente cada cierto tiempo. Anegando y reivindicando lo que es suyo. Su nombre es Vian, Boris Vian. Este combinado de vino y rosas sirve al príncipe de las emociones como se merece: mezclado y agitado. Con licencia para matar rutinas y resignaciones vitales.

Señor Presidente, Monsieur Le President: duerman bien, si pueden. Los desertores de todas las orillas seguimos insomnes, bailando en la media página que nos deja la vida y nuestra historia . En las cavas de Madrid o de París. «…esperando que venga el mundo, con sus torres doradas. Y sus cascadas blancas. Con sus voces de lágrimas y las canciones de la gente que está alegre…».

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