Miqui Otero: «Hoy en día nadie creería en un héroe intachable»
El escritor barcelonés regresa con «Simón», ambiciosa novela coral sobre «las nostalgias heredadas y los ideales inaplicables»
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Iniciar sesiónCuatro años después de «Rayos», crónica generacional con la que capturó una Barcelona que empezaba a gatear en lo que a gentrificar se refiere, Miqui Otero (1980) vuelve a enfundarse con envidiable garbo un disfraz de adulto cada vez más ajustado ... para, siempre a pie de calle pero con la cabeza en las nubes, cocer a fuego lento una sopa de letras con nombre propio. Sí, «Simón» (Blackie Books), como el epidemiólogo de moda, el protagonista de esa canción de Nacho Vegas que, a diferencia de la novela, acaba fatal, y también, claro, como el Simón de Simón dice. Un héroe en cursiva con el que Otero recorre casi tres décadas de historia barcelonesa y catalana, de la resaca postolímpica al desmayo social y político de 2018, y al que solo le falta arrancarse a cantar aquello de «somos bolas de billar, siempre chocando, siempre rebotando sin parar» .
Porque, en efecto, si algo hacen Simón, su primohermano Rico y secundarios con pedigrí como Estela, Ona y la fauna y flora del Baraja, ese bar en el que todo empieza y todo acaba, es chocar y rebotar entre Libros Libres, pufos inmobiliarios, restaurantes con estrella, yates y billares y carambolas que nunca acaban de salir bien. He aquí, pues, una novela de formación y crecimiento, de espadachines sin florete y burgueses sobrados de turbio pasado, que arrastra a su paso conflictos de clase, reflexiones sobre las nostalgias heredadas y jirones de la historia reciente como los atentados de La Rambla o el referéndum del 1-O. Una novela en la que, en fin, pasan muchas cosas; casi tantas como las que le han pasado a su autor durante estos cuatros años. «No recuerdo en qué libro que era un escritor decía: "gracias a mis dos hijos: sin su inestimable ayuda este libro habría salido dos años antes". Pues eso mismo ha pasado», bromea el autor barcelonés.
-La vida.
-La vida ha pasado, sí. He cambiado mucho, creo. Y también mi forma de ver la vida. Al menos el tono. A veces es como que la historia mete un estirón, como cuando un niño tiene fiebre y crece... ¿Ves? No paro de utilizar metáforas que tienen que ver con la infancia. Y parece que nuestro entorno también ha tenido estos estirones bruscos. "Simón" es un libro muy reescrito y repensado, y por eso se ha alargado. Si lo pienso, ha pasado una legislatura, un procés, los atentados… De todo. Al final, todos los cambios han cuajado incluso en el tono, que creo que es un poco diferente de las anteriores.
-El salto de la primera a la tercera persona ya es un cambio importante, una declaración de intenciones.
-Es algo que quería hacer hace ya tiempo porque me siento a gusto; la novela realista del XIX es probablemente la que más me ha aportado. Es una manera de abarcar más temas, de aplicar una mirada más cenital sobre la vida y los movimientos de la gente. «Simón» es una reivindicación de este tipo de novelas en el que a través de las peripecias de una serie de personajes que te crees mucho explicas todos aquellos temas que te preocupan y te conciernen.
-Simón.
-Simón es Simón, pero es también la herencia de la generación anterior; son todas las nostalgias heredadas y los ideales inaplicables. Aunque sea una novela coral, puedes lograr que en un personaje reverberen todos los temas que quieres tratar.
-Lo hace cocinero, nada menos.
-Quería que esta fuera una novela de auge y caída, que Simón empezara en un bar muy humilde y acabara conociendo a un Rey. En las novelas de espadachines esto se habría explicado con mosqueteros, en las de Balzac con poetas, en las más recientes quizá con estrellas del rock y… ¿ahora? Ahora la espada es un cuchillo y el protagonista tiene que ser cocinero. La alta cocina es metáfora muy potente del capitalismo y una buena excusa para reflexionar sobre el dinero y de dónde vienen las fortunas. Pero la cocina es otro tema, uno más, que me permite hablar de lo que me enciende y me preocupa.
-Entonces, ¿es una novela social?
-No sé qué significa eso, pero fijate que si Simón tiene algún tipo de futuro halagüeño es gracias a una fortuna robada y a que su barrio se gentrifica. Así que el héroe en realidad no lo es tanto y la mirada social no es tan acomodaticia.
-Malos tiempos para los héroes perfectos.
-Hoy en día nadie creería en un héroe intachable. Está un poco rebasado. Y es parte del problema de Simón, que creía en eso porque leía ese tipo de novelas.
-No es lo mismo el precio y el valor, recuerda uno de los personajes.
-Eso es. Hay dos posibles temas, el dinero y el talento, que para mí son igual de injustos. Las dos cosas se heredan, las tienes o no las tienes, y Simón intenta aplicar su único talento a conseguir dinero. La cocina, del mismo modo que el arte, es algo en donde se distancia el precio del valor y el capitalismo se muestra de una manera casi caricaturesca.
-El valor en este caso podría estar en todas esos libros del mercado de Sant Antoni, homenaje a las lecturas pasadas.
-Mi biblioteca era ese mercado en el que todo podía valer dos euros, desde un Astérix a un Stendhal o una novela pulp. Gran parte de mi acercamiento a la lectura y a la vida tiene que ver con eso. Es, quizá, lo que más tiene que ver conmigo a un nivel biográfico.
«Las novelas son para leerlas mientras se intenta buscar una vida y no para vivirlas desde dentro ni para protagonizarlas», leemos en «Simón«.
-Es uno de los problemas que tiene Simón al principio; esa cosa quijotesca de que los libros le educan en una serie de códigos que luego no encuentra, así que está fuera de lugar. Es un tipo que va con un tenedor en un mundo donde sólo se sirve sopa. Porque los libros pueden ayudar, sí, pero no necesariamente te hacen más feliz. Al contrario: la lectura te hace miedoso y suspicaz. La ignorancia preserva. Eres mucho más feliz si eres ignorante, y los libros te suelen hacer una persona ultrasensible y temerosa. Pero también es verdad que llega un momento en que los libros, como la música, te ayudan. Cuando tienes un momento difícil en tu vida, por ejemplo. En ese momento la ignorancia no preserva, te condena. Si has vivido otras vidas antes en canciones y novelas puede que te ayuden en un momento difícil de tu vida.
-Se intuyen en Simón trazos del Pijoaparte de Marsé, del Daniel Basanta de Casavella…
-Seguro que están porque son libros muy importantes para mí, pero Simón tiene mucho de alguien que intenta ser un héroe hasta que se da cuenta de que ni la vida ni su carácter le permiten serlo. Tiene una parte quijotesca y fantasiosa, pero también parte de la novela francesa de arribistas, de la novela picaresca española… Esto al principio, porque luego, en la segunda parte, intento desmontar a Simón ya que su mundo está desapareciendo. Su ciudad, su barrio, el mercado... . Todo desaparece.
-Al final, se diría que escribe para intentar explicarse cómo hacerse mayor.
-Casi todo lo que he escrito son novelas de formación. O, mejor dicho, de deformación. Me interesa mucho no qué ganas creciendo, sino a qué renuncias Esa idea idea de Santiago Alba Rico de que un adulto es lo que queda de un niño o un adolescente. Sí que es verdad que este paso a la madurez está en todas mis novelas, pero «Simón» es un poco más ancha e intenta arrastrar más temas.
-Es inevitable intuir en Rico, primohermano de Simón en el libro, parte del espectro de Francisco Casavella, primo de Miqui Otero en la vida real.
-Lo cierto es que es una novela muy poco autobiográfica. Sí que puede puede haber algo de la fascinación inicial, pero no estaba pensando sólo en él cuando escribía, sino en todas la figuras tutoriales que uno tiene. De todas maneras, creo que hay que vencer la pereza de leer de manera literal o biográfica todo lo que se está escribiendo. Precisamente he intentado despegarme de eso y Simon intenta reivindicar otro tipo de novela. Es mi manera, quizá de una manera inconsciente, de alejarme del juicio personal y la literatura autobiográfica.
-La niñez, la herencia gallega y los cambios en el barrio son temas más o menos recurrentes en sus novelas. ¿Se considera un autor nostálgico?
-Creo que soy una persona nostálgica que intenta ser un escritor no nostálgico y seguramente fracasa. Cuando escribo intento desafiar la nostalgia. «Simón», de hecho, es una puesta en duda de las nostalgias heredadas y un reflejo de cómo él se desengaña porque no funcionan.
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