Mark Baker: «La guerra de Vietnam hizo añicos la creencia de que EE.UU. buscaba la libertad y la justicia para todos»
El autor de 'NAM', turbadora historia oral que dio voz a los combatientes estadounidenses en el conflicto asiático, pasó por Barcelona el pasado julio para presentar su lanzamiento en nuestro país
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Iniciar sesiónMark Baker (1950) es un escritor de libro (en su dimensión real). El estadounidense comenzó con éxito en la crónica oral para pasarse a los 'bestsellers'. Tras un tiempo como obrero y pintor, ejerció como editor 'freelance' y redactor de pozos tan variados ... como la novela romántica juvenil o la publicidad de perfumes. Hace poco, se ha jubilado como relaciones públicas y redactor de comunicados financieros para grandes empresas. Y hace más poco, este pasado julio, paró por Barcelona para presentar ' NAM ' (ed. Contra), estremecedor memorándum polifónico de la guerra de Vietnam publicado en los 'States' en 1981, seis años después de terminar tan cruento conflicto.
Hasta 150 soldados y sanitarios, de todas las clases sociales, se abrieron en esta antología del microinfierno en la Tierra elaborada por Baker, cuyo enfoque nació de una simple observación: «Cuando empecé a entrevistar a hombres y mujeres sobre sus experiencias en la guerra de Vietnam, los únicos relatos eran los de los generales y los políticos. Nadie hablaba con la gente que luchó y experimentó la muerte y la pérdida. Quería escuchar sus historias». El resultado devasta. Sociología, antropología, política, muerte, nihilismo y destrucción.
- Leyendo los testimonios del libro, ¿cuán diferente fue lo que se contaba en la televisión y en los periódicos de lo que realmente ocurría?
Durante muchos años, en las décadas de 1960 y 1970, los informativos de noticias en su mayor parte se basaron en las estadísticas que el gobierno de los Estados Unidos: el número de soldados enemigos muertos cada día frente a los muertos estadounidenses. Cuando era adolescente, recuerdo haber escuchado el recuento de cadáveres en el noticiero vespertino todas las noches.
Eso empezó a cambiar. Los estadounidenses comenzaron a escuchar noticias de monjes budistas que se prendieron fuego en protesta por los continuos combates. Tuvieron lugar los juicios de la corte marcial para el teniente Calley por crímenes de guerra en el pueblo de Mi Lai . ' The New York Times ' publicó ' Los Papeles del Pentágono ', que detallaba las políticas económicas que impulsaban la guerra. Probablemente, las protestas de los jóvenes en los campus universitarios de Estados Unidos obtuvieron una cobertura más precisa en los medios que los enfrentamientos en Vietnam. Al término de la guerra, hubo libros, pero la historia, normalmente, la contaban generales, líderes políticos o historiadores. En 1979 y 1980, cuando estaba realizando las entrevistas para 'NAM', ya no se hablaba mucho de ella. La gente actuaba como si el conflicto estuviera «fuera de la memoria viviente». Los hombres y mujeres con los que hablé fueron testigos de una guerra que todos los demás parecían decididos a olvidar. Sus historias son inmediatas y 'en tu cara', llenas de imágenes, sonidos y olores.
- En 'NAM' recoge testimonios de todos los estatus sociales, pero a la guerra de Vietnam solían ir personas de las clases humildes.
Los jóvenes que lucharon fueron reclutados, principalmente, para el servicio en las fuerzas armadas. Cuando cumplías 18 años, eras elegible, y muchos hombres que fueron reclutados fueron enviados a Vietnam. A los que iban a la universidad se les aplazaba el 'draft' hasta que terminaban. Las personas con dinero y posición a veces tenían los recursos para ayudar a sus hijos a evitar ser reclutados. Entonces, sí, muchos de los jóvenes recogidos de las calles y enviados a la guerra eran de familias pobres o de clase trabajadora sin las mismas oportunidades que muchas familias de clase media y alta tenían para sus hijos.
Pero centrarse solo en la clase puede ser engañoso. Puede que haya lectores que piensen: «Oh, esas cosas terribles que sucedieron se debieron a que los soldados eran un grupo de miembros atrasados y sin educación de la clase baja. Yo no hubiera hecho esas cosas. Mi hijo no habría hecho esas cosas». Esa conclusión, simplemente, no es cierta desde mi experiencia. Hablé con personas de diferentes orígenes y ámbitos de la vida. La guerra arrancó la fina capa de 'civilización' de todas las personas que se vieron obligadas a enfrentar el calor, el agotamiento, el terror, el absurdo, el horror de la muerte y la destrucción en Vietnam.
- «¿Por qué tenemos que pelear en una guerra que no entendemos?». Esa frase sobrevuela el libro muchas veces.
La guerra de Vietnam fue un nuevo tipo de conflicto. No hubo un asalto frontal donde el progreso se pudiera medir en la geografía conquistada y asegurada. Se enviaron patrullas, día tras día, a puntos aparentemente aleatorios en el mapa, en busca del enemigo. La guerra de guerrillas significaba que el enemigo parecía estar en todas partes y en ninguna. El miedo constante a ser asesinado se atenuaba por la monotonía de subir y bajar por el paisaje, interrumpido por la explosión de una trampa. Ningún lugar estaba a salvo de ataques. Un día, un barbero local podría estar cortando el pelo a los soldados en una tienda de una base fortificada, y la noche siguiente el mismo barbero podría ser encontrado haciendo volar las fortificaciones para matar a los mismos hombres.
Los jóvenes militares, que habían sido educados con imágenes heroicas de películas sobre estadounidenses que luchaban en la Segunda Guerra Mundial, no entendían por qué las personas por las que pensaban que luchaban, para protegerles, no les querían allí. Su guerra no tenía sentido.
- «Cuanto más trabajaban el sueño americano, más crecía su resentimiento contra el sistema». Otra frase importante.
Es una frase importante. Eran jóvenes, ingenuos, muchos de ellos idealistas sobre su país y sus compatriotas. Si el mundo estaba dividido entre los buenos y los malos, la mayoría de estos chicos estaban convencidos de que los estadounidenses defendían la libertad y la justicia para todos. La realidad de la guerra hizo añicos esas creencias. Por si eso no fuera suficientemente malo, cuando regresaban a casa a menudo eran vilipendiados en lugar de ser bienvenidos. O peor aún, eran ignorados.
- Un exsoldado afirma: «Cualquiera, si las circunstancias son las adecuadas, puede convertirse en un asesino que mata indiscriminadamente». Mucho peor que los animales.
Ningún niño de dieciocho años fue a Vietnam pensando: «Oh, vaya, ahora voy a ser malvado». Pero muchos de ellos se encontraron cara a cara con su versión más oscura y con lo que la maldad humana es capaz de hacer. Es más correcto decir que matar va más allá de lo animal. Los animales matan para alimentarse o para protegerse. Con demasiada frecuencia en Vietnam, la matanza fue demasiado lejos y se convirtió en venganza o simplemente odio homicida. No estoy descartando ni excusando ese comportamiento inhumano. Pero después de escuchar tantas historias de guerra, comencé a comprender, al menos en un nivel básico, el dolor, la pérdida, la frustración y el miedo que engendraron la violencia. La brutalidad también era recompensada: medallas, tiempo libre del horror o una comida caliente.
Pero ¿y nosotros al leer el libro? Devoramos las historias de muerte y destrucción, quizás nos repele, pero somos incapaces de apartar la mirada. «La guerra es el infierno», supongo que siempre ha sido así. Las brutales descripciones de heridas mortales y agonías que Homero describe en la 'Ilíada' todavía resuenan miles de años después. Como me dijeron los veteranos, las dos preguntas que les hacían con más frecuencia eran: «¿A cuántas personas mataste?» y «¿Qué se siente al matar?».
- Conversó con personal sanitario, que también salió afectado de la guerra. Un gremio que ahora con la pandemia está teniendo una nueva experiencia extrema.
De alguna manera, limpiar después de la violencia para tratar de salvar a los heridos, ver morir a tantos hombres y ver esos cuerpos destrozados, extremidades u ojos ensangrentados o reventados, ha sido una de las tareas más difíciles en Vietnam. Una enfermera me contó que vio a más de un médico sufrir una crisis nerviosa. Ella misma terminó en terapia psiquiátrica años después de que terminara la guerra. No me sorprende.
Creo que esta pandemia está teniendo un efecto similar en los sanitarios de primera línea. Están viendo demasiadas muertes, a menudo innecesarias ahora que las vacunas están disponibles. El volumen de pacientes ha sido abrumador muchas veces a lo largo de más de un año. Y ahora ven que el número de casos aumenta, los hospitales se desbordan y las muertes crecen una vez más. Merecen nuestra simpatía, nuestro apoyo y nuestro agradecimiento. A todos los que conozco, les digo: «Vayan a vacunarse. Es lo mínimo que puede hacer por el bien de todos nosotros».
- ¿Las cifras de muertos que daba el Gobierno de Estados Unidos eran «pura mentira», como dice un combatiente?
Varias de las personas que entrevisté me dijeron que las cifras recopiladas para el 'recuento de cadáveres' del Gobierno eran una mierda. Había una presión extrema para demostrar que Estados Unidos estaba ganando la guerra, de modo que la presión a veces se traducía en que los hombres en el terreno, los que contaban, exageraran o incluso mintieran sobre el número de enemigos muertos. Entonces, una tarea administrativa adquiere una vida propia que premia o castiga, pero al final distorsiona la verdad. La conclusión es que miles de personas murieron en ambos lados en Vietnam.
- Algunos soldados se quedan mentalmente allí para siempre. Su vida normal se ha vuelto banal e incluso absurda.
La mayoría de los hombres que luchaban en Vietnam tenían 18 o 19 años. Un 'anciano' tendría 22 o 23. Y solía estar solo durante un año... Un año muy intenso, que les cambió la vida. Adolescentes que manejan helicópteros, artillería, armas automáticas, equipos por valor de millones de dólares con una potencia de fuego increíble, que toman decisiones de vida o muerte, y se encuentran experimentando cosas que nunca imaginaron y nunca olvidarán. En menos de 48 horas un soldado podía pasar del barro a las aceras de su ciudad natal. En esos pocos meses, poco había cambiado en casa, pero ellos habían cambiado. El regreso a la 'normalidad' debió ser decepcionante, muchos sintieron que pasaron, de la noche a la mañana, de ser 'reyes' a los que nadie se atrevía a desafiar a ser patéticos o don nadies cuya existencia siquiera se reconocía.
- Se sentían como parias.
Conocí a varios que no pudieron encajar en la sociedad cuando regresaron, eran personas sin hogar o adictas a las drogas o incapaces de establecerse y encontrar el amor. Es posible que muchos de ellos todavía sigan así hoy. Sus problemas no los convertían en malas personas. Son simplemente seres humanos frágiles, como lo somos todos.
No ayudó que nadie quisiera escuchar sus experiencias o saber qué cosas increíbles habían sobrevivido. En el peor de los casos, fueron despreciados; en el mejor, marginados e ignorados. De hecho, recientemente escuché a un veterano de Vietnam decir: «Si descubres que conoces a un veterano de la guerra, no digas: 'Gracias por su servicio a la nación'. Di: 'Bienvenido a casa'».
Lo que sí fue asombroso fue la cantidad de hombres y mujeres que regresaron a casa y lograron hacer su propio camino de regreso a la normalidad. A menudo, me pedían durante las entrevistas que me asegurara de que los lectores entendían que la persona con la que estaba hablando tenía un buen trabajo, un cónyuge e hijos, que no se estaba volviendo loco y disparaba a civiles inocentes desde un campanario en algún lugar. Que era un ciudadano responsable y un miembro productivo de la sociedad. La fuerza moral y la resistencia mental que se necesitan para abrirse camino en la vida es difícil para todos, pero especialmente, creo, para alguien que ha experimentado la guerra de primera mano.
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