Emily Dickinson: una vida más allá de la reclusión
Una exposición en la Morgan Library de Nueva York explora la parte menos conocida de la poeta: sus amistades y relaciones sociales
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Iniciar sesiónA finales de 1861, Emily Dickinson (1830-1886) escribió, en su cuarto de la casa familiar de Amherst (Massachusetts): «¡Yo no soy nadie! ¿Quién eres tú?/ ¿También tú no eres nadie?/ ¡Entonces ya somos dos!/ ¡No lo digas! Lo pregonarían, ya sabes. ¡Qué aburrido ... ser alguien!». Hoy, más de 130 años después de su muerte, el enigma de la poeta, encerrado en parte en esos versos, sigue siendo indescifrable. Sin embargo, no son pocos los intentos, académicos y periodísticos, de acercarse a su figura. El último de ellos lo protagoniza la prestigiosa Morgan Library de Nueva York que, en colaboración con el Amherst College, acoge, hasta el próximo 21 de mayo, la mayor retrospectiva jamás dedicada a la poeta. Titulada tomando, en parte, los versos antes mencionados, «I’m nobody! Who are you? The life and poetry of Emily Dickinson» explora una parte de su vida casi desconocida: la de sus amistades y sus relaciones sociales.
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A través de más de cien objetos personales, algunos nunca antes expuestos, manuscritos, cartas, fotografías e ilustraciones, de la época y actuales, la muestra destierra mitos como su tendencia a la soledad y a la reclusión. Es cierto que, a partir de 1860, Dickinson comenzó a retirarse de la sociedad, pero esa decisión no fue óbice para que siguiera manteniendo contacto, sobre todo a través de una ingente correspondencia, con el mundo exterior y con ese rico ambiente cultural e intelectual del que en su día fue parte muy activa.
En conversación con ABC desde Nueva York, Carolyn Vega , miembro del departamento de Manuscritos Literarios e Históricos de la Morgan y una de las comisarias de la exposición, recuerda cómo comenzaron a trabajar e«a finales del verano de 2014». «Emily Dickinson es a menudo recordada como un genio recluido, pero estaba conectada, de manera muy profunda, con su mundo. Esta muestra saca a la luz muchas de aquellas conexiones», destaca Vega. Sin olvidar su escritura, el cómo y el cuándo Emily Dickinson se convirtió en una de las poetas más importantes del siglo XIX. La retrospectiva examina 24 borradores de otros tantos poemas, expuestos como pistas que siguen su evolución y el desarrollo de su obra.
En ese sentido, Vega la describe como «una figura enigmática, que fascina continuamente». «Su poesía y los temas que con ella exploró han sobrevivido y siguen siendo relevantes. Su uso del lenguaje es visceral y preciso, y las imágenes que evoca están fuera del tiempo. La cualidad atemporal de su obra es una de las razones por las que sigue siendo tan importante hoy», reflexiona Vega.
La exposición se articula en siete apartados: Años de infancia; Un año en Mount Holyoke ; Compañeros y amigos por correspondencia; Influencias Literarias y conexiones; Los años de la guerra civil; Publicaciones en vida; y Publicaciones póstumas y legado. De todos ellos, Vega destaca la presencia de «manuscritos únicos», como el de «¡No soy nadie! ¿Quién eres tú», y de un retrato de 1840 en el que Dickinson aparece con su hermano y su hermana, y que nunca había salido de Harvard. Además, la comisaria menciona el característico daguerrotipo de la poeta, datado en 1847 y único identificado de ella hasta ahora, así como una fotografía, descubierta hace poco, en la que posa con su amiga Kate Turner y que debió hacerse hacia 1859. Y, como curiosidad, el mechón de cabello que le envió a Emily Fowler Ford .
Cartas y romances
Gracias a la muestra descubrimos que, en los años que pasó, durante su niñez, en la Academia Amherst , formó parte de un círculo conocido como el «Grupo de los cinco». Entre sus integrantes, Abiah Root, al que mandó numerosas cartas (escribió más de mil a lo largo de su vida) cuando, a los 16, se marchó a estudiar a Mount Holyoke, en South Hadley. «Es siempre justa y nunca se muestra orgullosa», escribió de ella una de sus compañeras en aquella escuela para chicas. Allí cumplió un año académico y, al regresar a Amherst, retomó una intensa vida social , gracias, sobre todo, a su hermano Austin.
A través de él conoció a George Gould , con el que tuvo un «flirteo». Él la invitó a salir y Dickinson conservó la tarjeta, expuesta en la Morgan con unos versos escritos en ella sobre el inevitable paso del tiempo. El olvido no fue fácil y la primera vez que Dickinson publicó, en la revista literaria de los estudiantes del Amherst College, evocó a Gould: «Encuéntrate conmigo, al amanecer o al anochecer», le rogaba. Aunque lo cierto es que su única «relación romántica» fue con Otis Lord, socio de su padre: «Es extraño que te eche tanto de menos de noche, cuando nunca he estado contigo», se lee en el borrador de una carta, escrita hacia 1880 y que no llegó a enviar.
Con respecto a su obra, de los 1.789 poemas que escribió, más de 900 datan de los años de la guerra civil. Sólo diez de todos ellos fueron publicados en vida de la poeta, sin firmar, y en revistas de la época que se exhiben en la muestra. «Te dije que no publicaría», se queja al editor Thomas Wentworth Higginson en una carta, conservada hasta ahora en la Biblioteca de Boston. La exposición revela cómo esa reticencia a publicar se debió a la influencia de su padre. Pese a todo, guardaba copias de todos los poemas que escribía y, tras su fallecimiento, su hermana Lavinia encontró aquel tesoro inesperado. Los manuscritos expuestos en la muestra, con líneas irregulares y una puntuación singular, se convirtieron en un desafío para Higginson y la escritora Mabel Loomis Todd , que para transcribirlos tuvieron que batallar con la máquina de escribir de ésta, sin letras minúsculas.
En los diez años posteriores a su muerte, se publicaron más de 400 poemas de Emily Dickinson . Fueron las primeras semillas de su grandeza, escurridiza y etérea. Al fin y al cabo, escribir es producir enigmas, y habitarlos el secreto de la Literatura.
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