Cristóbal Toral: «El PP no logra sacudirse los complejos que arrastra la derecha en cultura»
Bajo el título «La vida en una maleta», el pintor Cristóbal Toral publica unas memorias en las que, sin ser un ajuste de cuentas, da un buen repaso a la profesión
MADRID. «A mi padre, carbonero de prestigio», reza la dedicatoria de este autorretrato, escrito que no pintado, por este artista nacido en Torre-Alháquime (Cádiz) en 1940. Dice Toral que nunca se había planteado escribir sus memorias, pero Temas de Hoy insistió en que lo ... hiciera y al final cedió. Sólo puso una condición: que escribiría a mano el libro (400 folios nada menos), porque no sabe utilizar la máquina de escribir ni el ordenador. Se muestra satisfecho de haber recopilado este puñado de recuerdos en «La vida en una maleta», que ayer fue presentado por Manuel Chaves, Caballero Bonald e Iñaki Gabilondo. Título muy acertado, pues, como dice en el prólogo Vargas Llosa, amigo y admirador de su obra, «ningún pintor ha construido una mitología plástica del éxodo tan rica y sugestiva como la que anima sus cuadros». Maletas, trenes, andenes... El viaje, presente de forma obsesiva en su obra.
Una infancia nada fácil
Estas memorias (la primera parte; es probable que haya una segunda, que advierte sería muy crítica) arrancan con una dura infancia y concluyen en 1972. Con sólo 6 años ayudaba a su padre a serrar troncos. Se crió en el campo hasta los 19. El azar (unos cazadores que pararon a beber agua) hizo el milagro: hallaron el artista que llevaba dentro aquel niño que no sabía leer ni escribir, pero esbozaba dibujos con maestría. Hay en este libro partes tiernas y evocadoras de aquellos años, pero también las hay duras (y mucho). Como cuando habla de su madre y sus «amistades poco recomendables». «He querido ser sincero; no ocultar nada», dice.
Uno de los capítulos que, sin duda, levantará más ampollas es el que dedica al grupo El Paso, contra el que arremete sin concesiones con perlas como: «El régimen de Franco aprovechó la coyuntura para exhibir a los pintores de El Paso con fines políticos y éstos se aprovecharon de Franco para promocionarse internacionalmente (...) El Paso se convierte en un referente, en un precursor para aquellos artistas que quieren aprovecharse del poder (...) Adquirieron un aura heroica al dar la sensación de que hacían sus obras en un régimen hostil y cerrado a las libertades creativas y conforme pasaba el tiempo se comprobaba todo lo contrario, que el régimen franquista estaba encantado con sus pinturas...» No acaban ahí los dardos, pues comenta que los miembros de El Paso «comprendieron que era más rentable la oposición al franquismo y, después de 1964, y a pesar de sus críticas a la política de Franco, siguieron recibiendo dádivas del régimen». Y va más allá: «Aún en la actualidad siguen con la misma estrategia frente a los políticos del PP que, a pesar de sus buenas intenciones, no consiguen sacudirse los complejos endémicos que arrastra la derecha en materia cultural. Y muchos intelectuales, que van de rebeldes y de ello no tienen absolutamente nada, lo saben muy bien y se aprovechan».
Márketing y más dardos
Para Toral, «la decadencia de la vanguardia empieza con El Paso en esa convivencia con la oficialidad. Los vanguardistas parece que son los políticos y no los artistas, que se someten a ellos». Arremete también contra «el tremendo afán de márketing que tienen» y denuncia que «han politizado la pintura. Oficializaron la vanguardia de mano de la dictadura y ahora de mano de los políticos de turno». Siguen los dardos. Contra Aznar, por su posición en la crisis de Irak: «Se ha precipitado excesivamente; se ha alineado muy dócilmente con los proyectos de Bush. Todo lo que se haga para evitar la guerra es poco». Y contra una ex ministra, de Málaga para más señas, que le preguntó un día: «¿Tú crees que Picasso es tan importante como dicen?».
En su opinión, se ha impuesto «ese papanatismo de la modernidad (hay que ser modernos a la fuerza)» y aprecia que en España se da «una falta de cultura plástica». El próximo 6 de marzo, inaugurará una exposición en la galería Juan Gris, la primera en 29 años en una galería madrileña. La última fue en Biosca en 1974.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete