libros de vino y rosas
«Cartas del verano de 1926»
Marina Tsvietáieva, Borís Pasternak, Rainer Maria Rilke. Ed. Minúscula. 25 €. 440 pág. Traductores: Selma Ancira, Adan Kovacsics, Francisco Segovia. Edición e introducción: Konstantin Azadovski, Evgueni Pasternak, Elena Pasternak
manuel de la fuente
Finales del siglo XIX, abril de 1899. Un joven poeta de Praga que escribe en alemán, Rainer Maria Rilke , llamado a ser en breve una de las cimas de la poesía mundial, decide emprender un viaje iniciático, un viaje de aprendizaje y reafirmación cultural ... y espiritual hacia el país al que considera «elegido de Dios»: la Gran Rusia .
Para Rilke, de apenas veinticinco años, el gigante eslavo vive a salvo de la decadencia de Occidente, corrompido por el racionalismo y la ausencia de fe, y de un Dios que ponga orden y concierto en todas las cosas. Rainer Maria no viaja solo, le acompañan la escritora y ensayista rusa Lou Andreas-Salomé (decisiva en la vida y la obra de Rilke por aquel entonces) y el marido de Lou, Friedrich Carl Andres , un reputado orientalista.
Nada más llegar a Moscú, Rainer Maria Rilke visita al pintor Leonid Ósipovich Pasternak , uno de los grandes artistas de la Rusia de esos momentos. Rilke y Lou Andreas siguen empapándose de Rusia, sus expectativas no se ven defraudadas. En uno de sus múltiples viajes, vuelven a coincidir con L.O. Pasternak, que está acompañado de su pequeño hijo Boris , de nueve años. Boris Pasternak nunca olvidará aquel encuentro, ni siquiera cuando se haya convertido en uno de los poetas rusos más importantes de todos los tiempos.
Rilke tampoco olvidará a la Madre Rusia , pero el arte y la vida le llevarán por otros caminos durante un cuarto de siglo. En esos años, Boris Pasternak (hijo espiritual de Rilke, según él mismo confesaría: «A lo lo largo de toda mi obra mis intentos poéticos no han hecho sino trasladar o variar sus motivos sin añadir nada a su universo original y siempre navegando en sus aguas») se ha convertido en un gran poeta, después de muchos años dedicado a la música y la filosofía.
En el desarrollo de su obra (y hasta de su vida) hay una persona que ha sido decisiva, Marina Tsietaiéva una poeta de la misma edad que Boris, que ha tenido que vivir fuera de Rusia largas temporadas debido al pasado contrarrevolucionario de su marido, pero que posee una fuerza lírica, una seguridad en su obra, una clarividencia poética que no solo deslumbrarán a Pasternak sino que servirán de guía y apoyo decisivos para su trabajo.
El flechazo entre Boris y Marina
Ambos compartían una educación trufada de cultura alemana, pero apenas si habían coincidido alguna vez. El flechazo tuvo lugar en 1922, cuando Pasternak leyó «Verstas». Rendido ante sus versos Boris la escribe. Será el primer encuentro epistolar de una correspondencia que durará trece años, y en la que a menudo se cruzará un tercer poeta, que por supuesto no puede ser otro que Rilke , al que Marina también idolatra: «Por Rilke nuestro tiempo le será perdonado al mundo» .
El triángulo lírico formado por Rainer Maria Rilke, Marina Tsvietáieva y Boris Pasternak tiene ángulos fuertes y definidos, y aunque con el tiempo surgirán aristas, la correspondencia que los tres establecen a lo largo del final de la primavera y el verano de 1926 es conmovedora y literariamente imprescindible para conocer la significación del arte en aquellos momentos. Estas misivas, bajo el título de «Cartas del verano de 1926» son recuperadas ahora en castellano por Minúscula .
La Gran Guerra aún está cerca y los poetas reflexionan en voz alta sobre si la poesía puede tener alguna utilidad después de la hecatombe. Se escriben a tres bandas, apasionadamente, se enseñan versos, se consultan, se animan, reflexionan, se sinceran, se corrigen, se desnudan. Es una correspondencia de altísimo nivel artístico y cultural pero igualmente de una hondura humana de excepción.
La vida fue cruel
Aquel verano ya nunca volvería para ninguno de los tres poetas. A finales de ese año de 1926, el 29 de diciembre, Rainer Maria Rilke moría con tan solo 51 años de edad. Marina jamás se repondría del golpe: «Desde que dejó de ser, no sé lo que es amigo ni alegría».
La propia poeta sería víctima de aquellas horas terribles del siglo XX. Perseguida por el estalinismo, vio morir a su hija Irina de hambre, a su hija mayor Ariadna prisionera en un gulag, a su marido fusilado y ella misma, Marina, desterrada. Sin medios para subsistir, se ahorcó el 31 de agosto de 1941 .
Boris Pasternak tuvo algo más de suerte . A pesar de ser repudiado toda su vida por el régimen, consiguió sobrevivir y escribir una de las grandes novelas del siglo XX, «Doctor Zhivago» , y la concesión del Premio Nobel.
Aquel verano de 1926, aquel verano inolvidable, cuando las cartas volaban y volaban, de corazón en corazón, jamás volvería. Pero nos quedan sus encendidas palabras.
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