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Carlos Zanón: «Mi Carvalho es como un vampiro que busca la estaca de madera»

El autor barcelonés recupera al célebre investigador de Vázquez Montalbán y lo lleva a la Barcelona de 2017 en «Problemas de identidad»

Carlos Zanón, fotografiado en la terraza de un hotel de la Diagonal de Barcelona INÉS BAUCELLS
David Morán

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El día que Carlos Zanón (Barcelona, 1966) aceptó medirse con la leyenda de Manuel Vázquez Montalbán y se erigió en el único autor lo suficientemente hábil (o, según se mire, lo suficientemente temerario) como para retomar una de las sagas más célebres de la novela negra mediterránea y resucitar nada menos que a Pepe Carvalho, una poderosa analogía empezó a cobrar forma en su cabeza. «Si te dejan las llaves de un Ferrari tienes que cogerlas, aunque lo devuelvas abollado», (se) repetía entonces Zanón cada vez que alguien le preguntaba que quién le mandaba meterse en semejante fregado.

¿Llaves? ¿Ferrari? «Algún arañazo sí que hemos dejado, pero se sigue viendo que es un Ferrari», señala aliviado Zanón ahora que «Problemas de identidad» (Planeta), el primer caso de Carvalho desde el lejano y póstumo «Milenio Carvalho», publicado en 2004, acaba de aterrizar a las librerías entre trompos y volteretas. Un bólido veloz que llega quemando rueda para presentar a un investigador «leal, tierno y cínico» al que Zanón hace hablar en primera persona y dialogar con su creador, al que sólo se cita como El Escritor, mientras ignora las punzadas en el estómago y los dolores cada vez más frecuentes.

«Problemas de identidad» es el primer libro de la serie Carvalho escrito en primera persona. ¿Era necesario para marcar distancias e imprimir su sello?

Era una manera muy directa y sencilla de que se viese desde el principio que era algo distinto. Podías jugar con la voz, con el personaje… El libro me lo planteé como un montón de cosas que no había hecho nunca, y esta era una de ellas. Tener un personaje serial, hacer un policial, trabajar con dos ciudades como Barcelona y Madrid… Todo fueron retos.

Hablando de retos, ¿qué ha sido más difícil, desligarse de la sombra de Vázquez Montalbán o reinventar la iconografía de Carvalho?

Desde el principio tuve la sensación de que tenía que hacer un libro con Carvalho, no un libro de Vázquez Montalbán. Mi idea era hacer una relectura del personaje manteniendo lo imprescindible. Desde un punto de vista muy naïf, tuve en mente el «Batman» de Christopher Nolan o lo que hacen en los cómics, que cambian al dibujante y al guionista y el personaje es el mismo. La iconografía de Carvalho es muy barcelonesa, es un personaje que es Barcelona. Pero Barcelona va cambiando, y se trataba de conseguir eso. Es un personaje muy parecido a nosotros, con sentido del humor muy de aquí… Eso es: muy de aquí.

¿Cree que Vázquez Montalbán se reconocería en este Carvalho?

Una cosa que descubrí cuando releí los libros de la serie es la idea de conocimiento y decepción: Carvalho descubre la verdad y es decepcionante, y eso tenía que mantenerse en el libro. Luego otras cosas: es alguien que cuida de los suyos, leal, tierno, a veces cínico, odia a los matones… Eso va saliendo una y otra vez, y era cuestión de no perderlo de vista.

Durante todo el relato va apareciendo El Escritor, un homenaje a Vázquez Montalbán que puede funcionar también como presentación del autor a los lectores que descubran aquí a Carvalho y a su creador.

Era una manera de explicar por qué este Carvalho habla en primera persona, que es algo que Vázquez Montalbán ya había hecho en los artículos de «Interviú». Y me gustaba mucho la idea metaliteraria del personaje enfrentado al escritor que no sabe si hace las cosas que hace porque quiere o porque alguien le ha escrito así. Es un poco lo mismo que nos pasa a quienes escribimos, que al final intentamos ser casi la persona que los demás leen.

De ahí los «Problemas de identidad».

Exacto. He intendo ser irreverente pero respetando al autor y al personaje.

Además de Carvalho, también la Barcelona de 2017 que retrata, esa ciudad de «banderas y banderas en balcones y solapas», tiene sus propios problemas de identidad.

Había un problema identitario, pero no sólo en Cataluña, en todo el país. Era una sociedad y una ciudad en la que nos preguntábamos quiénes éramos. Casi casi te estaban obligando a preguntarte si eres catalán o español, eres de los nuestros o no. Y los libros de Carvalho siempre son una foto finish del momento en el que están. Un 'carvalho' sin una mirada a la sociedad no tiene sentido.

De hecho, lo negro y criminal es aquí como un decorado sobre el que circulan los personajes.

En el fondo, lo que me interesa son las relaciones de la gente; relaciones de poder, sumisión y falsa protección. Si piensas en los libros de Carvalho, en la mayoría apenas hay acción: es él hablando.

¿Cómo sobrelleva Carvalho esta Barcelona de 2017?

En realidad en ninguna novela encaja en la ciudad. Tiene la misma relación amor-odio que tenemos todos los que hemos nacido, crecido y probablemente muramos en la misma ciudad. Es nuestra identidad, sí, pero también nuestra cárcel. Pero por otro lado hay un intento de que la mirada no sea amarga ni nostálgica; Barcelona se presenta como algo vivo cuya transformación no siempre genera nostalgia.

Quizá donde más suelto se le ve es en los alrededores de Carvalho, en el manejo de personajes como Biscúter y en la creación de nuevos compañeros de viaje como Estefanía, Subirats o Laura.

Me dieron tanta libertad y el personaje es tan potente que se podían hacer muchas cosas. Lo que sí que tuve claro es que tenían que mantenerse el despacho y la casa Vallvidrera, pero el resto del itinerario tenía que ser otro. No iba a ir a los mismos bares y restaurantes. Era otro mundo.

Lo que no ha conseguido es que este Carvalho no cocine. A cambio, sin embargo, apenas puede probar bocado...

Era otro de los retos. Tenía que cocinar, sí, pero no iba a poner las recetas como en los anteriores. Así que me hacía gracia esa idea de que cocina pero no puede comer. O incluso la ruta de bares chinos que hace… Es hacer lo mismo pero de una manera distinta, que es lo que hacemos quienes escribimos: contar la misma historia una y otra vez pero que sea algo distinto porque la haces tú.

Al final da la sensación de que le ha salido un Carvalho muy de vuelta de todo.

Mi idea no era tanto esa como mostrar un personaje que tiene una edad en la que se da cuenta de que ya basta de protegerse; que en el fondo cree que le hubiese ido mejor si le hubiesen hecho un poquito más de daño. Tiene ganas de que el último tramo de su vida tenga sentido, es como un vampiro que busca la estaca de madera. Hay un poco de desespero en esa esperanza. Sí que es más violento, tiene más mal genio… Y está enfermo.

A todo esto, ¿qué les ha hecho a usted y a Carvalho «Asesinato en el comité central»?

Me hacía gracia la idea de quemar un libro suyo y este era el que menos pena me daba, porque lo encontré muy farragoso. Pero veo que hay mucha gente muy fan de la novela. Creo que también era una de las que más le gustaban a Vázquez Montalbán.

¿Le ha quedado cuerpo de repetir después de la experiencia?

Mi idea era hacer uno. Ahora me gustaría hacer cosas nuevas y probar libros distintos. Lo que también es verdad es que me lo he pasado tan bien haciéndolo que no te digo yo que en el futuro, si todo cuadra…

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