Un héroe de armas tomar
Rey Lear publica «El Cantar de Valtario», uno de los grandes poemas medievales, con traducción de Luis Alberto de Cuenca
manuel de la fuente
En aquellos años oscuros y sombríos de finales de la Alta Edad Media , muy probablemente hacia finales del siglo X, un monje benedictino de la Abadía de San Gall llamado Ekkehard entretenía sus ocios y vigilias tirando de pluma y pergamino. San ... Gall era un emporio cultura de la época y hasta allí se llegaban jóvenes con apetito de conocimiento y hambre de sabiduría.
Tal vez Ekkehard no tenía clara constancia de lo que estaba pergeñanado (su autoría aún se pone en duda) pero sus letras iban a dar forma a uno de los grandes, grandísimos poemas medievales: «El Cantar de Valtario» , cuyo origen es una remota saga germánica, que también aparece en crónicas anglosajonas, italianas y polacas. En España, el erudito y sabio Ramón Menéndez Pidal cree rastrear y encontrar su huella en dops romances, el catalán de La Escriveta , y el de Gaiferos y Melisendra , castellano.
«El Cantar» consta en total de 1.456 hexámetros latinos
El poema, 1.456 hexámetros latinos fue incluido íntegramente en una novela del siglo XIX titulada «Ekkehard. Una historia del siglo X» , por el escritor alemán Joseph Viktor von Scheffel . Antes, en 1780, F. CH. Fisher , incansable rescatador de tesoros bibliográficos había realizado la edición princeps del llamado Waltharius , cuya primera edición crítica, a cargo de Jacob Grimm y Andreas Schmeller se editó en 1838.
Muchos estudiosos creen que «El Cantar de Valtario» sería una obra de juventud del monje que habría sido revisada por su maerstro, Geraldo . Para esta edición que le valió el Premio Nacional de Traducción en 1987, Luis Alberto de Cuenca usó el texto base fijado por la colosal obra de filología medieval escrita Karl Strecker , la «Monumentaa Germaniae Historica, Poetae Latini Medii» . La obra vuelve a ser editada por Rey Lear
Atila, un huno que valía por diez
Siglo V de nuestra era. Sombras oscuras se ciernen sobre el Occidente de Europa. Desde el Este avanza al galope tendido una nueva peste: los hunos, con Atila , aquel que tras su paso no dejaba volver a crecer la hierba donde su caballo hubiera trotado, a la cabeza. Los reyes ante los que llega tienen tanto terror que prefieren entregarle todo lo que tienen y hasta a sus propios hijos y ahijados como rehenes.
Es el caso de Valtario , hijo de Alfere, gobernador de Aquitania. Lo mismo sucedería con el bravo Haganón de estirpe troyana,será entregado como prenda por Gibicón rey de los francos para preservar a su hijo recín nacido Guntario . Mientras la joven Hildegunda será entregada como ofrenda del rey burgundio, estando prometida desde pequeña con Valtario .
Los dos muchachos llegarán con el tiempo a ser dos de los más bravos generales de Atila , pero el recuerdo de la patria es inmenso, tanto para el aquitano Valtario como para Haganó n, que se entera de que Guntario ha llegado al trono de los francos y no quiere hacer migas ni bueas ni mals con Atila.
Los dos jóvenes escapan, cada uno por su lado Valtario en compañía de Hildegunda que a la sazón se lleva con ella todas las joyas de Atila . Emprenden camino hacia Aquitania pero Guntario los encuentra y no los va a dejar atravesar sus dominios así como así. Les exige el tesoro que llevan como tributo pero Valterio se niega y el rey Guntario le va despachando caballeros, hasta doce, para que lo derroten. Pero uno tras otro, con gran derroche de espadería y valor temerario, Valtario los va finiquitando.
Valtario tenía el detalle de poner las cabezas decapitadas junto a los cuerpos
A los que alardean los alancea. A los que se ufanan les rebana el pescuezo. Eso sí, Valtario tendrá el buen gusto de colocar cada cabeza cortada junto al cuerpo al que perteneció. Finalmente, el rey Guntario convence a Haganón de que deben vengar tamaña afrenta y en dos contra uno se abalanzan contra Vatario .
La lid acabará en tablas y como el rosario de la aurora con los tres contendientes hechos papilla, hechos trizas . Además de innúmeras heridas y contusiones, Guntario ha perdido un pie, Haganón un ojo y Valtario una mano. Hildegunda se afana en curarrlos pócimas y ungüentos, y les sirve una buena copa de vino que los viejos camaradas Haganón y Valtario apuran entre guasas sobre los desperfectos causasdos en ellos por la batalla.
Es hora de volver a las respectivas patrias, y Valtario gobernará.su Aquitania durante treinta años. El monje Ekkehard reconoce que su pluma está ya vieja y cansada para relatar esta historia y se despide: «Éste es el cantar de Valtario. Jesús os conceda la salvación».
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