El Anagrama de Ensayo salta de la pasarela a la biblioteca
La barcelonesa Patricia Soley-Beltran gana la 43 edición del galardón,con ««¡Divinas! Modelos, poder y mentiras», un ensayo alrededor de las modelos y la moda como «liturgia del capitalismo»
David MORÁN
De la pasarela a la biblioteca pasando los estudios de sociología del cuerpo, Patricia Soley-Beltran se ha alzado este martes con el Premio Anagrama de Ensayo, galardón dotado con 8.000 euros y que ha querido reconocer en su 43 edición una obra que ... presenta a la modelo como «cáliz de valores ideológicos». Un libro que, bajo el título de «¡Divinas! Modelos, poder y mentiras», recoge las propias experiencias de Soley-Beltran como modelo y acaba interrogándose sobre la dimensión cultural y social de los maniquís de carne y hueso.
«Una modelo es una percha. Lo que está sosteniendo esa percha son millones de estrategias y decisiones. Si esto no funcionara así quizá no existirían las modelos. Así que la responsabilidad está muy repartida», ha explicado Soley-Beltran, para quien la obra ganadora podría ser un reflejo de sus «aventuras y desventuras queriendo ser una mujer ideal».
«No sabia muy bien si quería ser Rita Hayworth o un intelectual francés», ha desvelado la autora, quien con 17 años empezó a trabajar primero como modelo y más tarde como actriz y presentadora de televisión. Un periodo que, apunta, coincidió con la eclosión masiva de la moda. «Me hice muchas preguntas pero pocas pude responder», explica. Es por eso que, pasado un tiempo, regresó a la universidad, cursó estudios de historia cultural en Aberdeen y empezó a ahondar en la relación entre sociedad y supermodelos.
«No es un ensayo condenatorio. Es un análisis hecho desde dentro. Es importante tener en cuenta que todos tenemos un cuerpo y queremos agradar, y no ha de haber ninguna condena en ello», ha apuntado autora, doctora en sociología del cuerpo que con su «etnografía sobre las modelos» trata de responder «por qué está operando este encantamiento y qué valores conlleva». Una mirada profunda a una industria tradicionalmente despachada como banal con la que que Soley-Beltran analiza el glamour «como la liturgia del capitalismo, que se apropia de la iconografía y la retórica religiosas para desplegar formas espectaculares de dominación mediante la ordenación de la creatividad, la belleza y la trascendencia al servicio del consumo».
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