LA SUERTE CONTRARIA
Reconstruir el castillo de naipes
Las formas nos salvan del fango y nadie puede ser condenado sin pruebas, testigos o evidencias
Kevin Spacey desafía a Hollywood tras ser absuelto en los tribunales
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Iniciar sesiónCuando, en 2017, nos enteramos de la primera denuncia por acoso sexual sobre Kevin Spacey, muchos lo sentimos en el alma, pero fundamentalmente porque aquello supuso el final de 'House of Cards'. Esa serie es una joya con dos interpretaciones sublimes: la suya y ... la de Robin Wright. En estos momentos no tengo claro quién de los dos está mejor y es posible que aproveche el verano para verla de nuevo y tomar una decisión. En cualquier caso, es lo de menos. El personaje memorable que interpreta Spacey -Frank Underwood-, es un político frío, narcisista y psicópata que fue descrito por su creador como «dos cucharadas de de Lyndon B. Johnson, un toque de Ricardo III y una pizca de Hannibal Lecter». Y cabe recordar que ese Johnson no es otro que el 36º presidente de Estados Unidos, que llegó al poder tras de un pequeño escándalo como fue el asesinato de Kennedy. Así que, de nuevo, la vida nos recuerda que no hay nada más real que la ficción. Y nada más falso que un recuerdo.
El actor Kevin Spacey, absuelto de los nueve cargos de delitos sexuales en el juicio celebrado en Londres
ABCSpacey lloró en el banquillo cuando el jurado emitió su veredicto de inocencia por los delitos de agresión sexual
Pero ese es otro tema. Lo importante es que aquel papel no le ayudó en absoluto a forjarse una imagen de inocente. Si a eso le añadimos que ganó un Oscar por 'American Beauty', donde interpretaba a un cuarentón obsesionado por una adolescente a la que intenta seducir haciendo uso de su posición de poder, todo se complica un poco más. Porque, la verdad, el tío lo clava. Y ya saben que el imaginario colectivo es una cosa vulgar y meliflua donde los arquetipos tienen su importancia. Se le juzgó por aquella denuncia y fue declarado inocente. Pero ese no era su único problema con la justicia. Las denuncias con un trasfondo similar se sucedían, pero, por múltiples motivos, no llegaron a juicio.
En esta ocasión fue diferente: un tribunal de Londres decidió comenzar un proceso contra él por nueve delitos sexuales cometidos supuestamente entre 2005 y 2013 contra cuatro hombres. Ayer se leyó la sentencia absolutoria y, de algún modo, muchos respiran de alivio. Y no por él, que seguramente no sea un santo, sino porque este caso ha sido, sin duda, uno de los más relevantes del movimiento #MeToo, esa mezcla entre caza de brujas y neo-inquisición que lo ha intentado -con resultados similares- con Johnny Depp o Woody Allen.
Y conviene no beatificar. Es evidente que hay muchos casos ciertos que no salen a la luz y muchos hombres y mujeres víctimas de abusos que necesitan justicia, ayuda y apoyo. Pero este no es el caso: es inocente. Las formas nos salvan del fango y nadie puede ser condenado sin pruebas, testigos o evidencias. No ser culpable no implica ser ejemplar, pero este caso viene a recordarnos que la justicia tiene su camino y nunca es el de los linchamientos mediáticos o el de los juicios en redes. Supongo que muchos le deben a él una disculpa. Y, desde luego, a nosotros, una última temporada de 'House of Cards'.
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