Parrillada Mixta

La sequía aburre mucho

Campos de Orihuela afectados por la falta de precipitaciones EFE

Lo contento que se puso el jueves pasado el hombre del tiempo al que su cadena le puso un taxi en la puerta de los estudios para que subiera a Navacerrada y explicara con las manos, lengua de signos televisivos, tan necesaria ya como ... el catalán en un quirófano de Palma, el frío que hacía. Además de la zamarra, abrochada hasta el cuello, a su vez envuelto en tela de abrigo, el meteobailarín se había puesto guantes, lo que aportó a sus aspavientos un aire del norte y un relente serrano bastante conseguidos. Para la tarde se anunciaba tormenta y luego no cayó una gota, pero allí que se fue el buen hombre, a todo lo alto, para darse un refrescón de entretiempo, un desquite, una escapada, como ahora dicen con distinción de Supermirafiori los domingueros de toda la vida.

Llevan un tiempo, valga la redundancia, estos hombres y mujeres pasando las de Caín, sin meterse en uno de esos charcos por los que comienzan a merodear nada más oler a tierra mojada. La reinvención del parte meteorológico, superfluo en una era de alertas móviles e informes instantáneos y a la carta, ha pasado por el hiperrealismo de riada y por la declaración televisiva de zona catastrófica, o «afectada gravemente por una emergencia de protección civil», que dijo Marlaska, más integrado que apocalíptico, cuando Filomena. Sin agua no son nada. La quietud de la sequía es una amenaza para el desarrollo arbóreo de quienes se han enarbolado, valga otra vez la redundancia, en el sensacionalismo de diluvio universal y la gestualización de la emergencia climática.

En esta crisis hacia el catastrofismo de sobremesa abundan la sobreadjetivación -«extraordinario», «anómalo», «terrorífico», «extremo»-, el alarde tipográfico, el griterío de plató y la proyección de vídeos de importación, ya sean del último ciclón que devasta Oklahoma, del avistamiento de los satélites de Elon Musk en Albacete o de un meteorito que pasaba por allí. El cielo es ancho y ajeno y la España seca no da para más. Sin inundaciones no son nada, pero sirva el instinto de supervivencia de nuestros hombres del tiempo, gente de chubasquero, como modelo y aviso de tormenta para el resto del gremio: ellos fueron los primeros en hacer la transición ecológica y en normalizar la perturbación de cualquier información seria, contenida y basada en modelos científicos.

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