Jaime Bayly: «Cuando Vargas Llosa se enamora es la guerra del fin del mundo»
El escritor publica 'Los genios', un libro que reconstruye el puñetazo que acabó con la amistad entre García Márquez y el Nobel peruano y que rompió el Boom
Mario Vargas Llosa: «Muchas veces el sexo es la tabla de salvación»
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Iniciar sesiónEn febrero de 1976, Mario Vargas Llosa noqueó a Gabriel García Márquez en un cine mexicano. Antes habían sido vecinos en Barcelona, amigos íntimos, admiradores mutuos. Vargas Llosa le había pedido que fuera el padrino de su hijo Gonzalo. También le había dedicado ... un libro, 'Historia de un deicidio', en el que lo coronaba como un nuevo dios de la literatura. Ahí decía, por ejemplo, que 'Cien años de soledad' era lo mejor que se había escrito desde 'El Quijote'. Casi nada. Pero aquella noche solo dijo una cosa: «Esto es por lo que le hiciste a Patricia [en referencia a su mujer]!». «De pronto se volvió ateo», suelta Jaime Bayly (Lima, 1965), que acaba de publicar 'Los genios' (Galaxia Gutenberg), una novela en la que reconstruye ese episodio fundamental para entender la fractura del Boom. Es un libro gamberro, que revela las intimidades de los dos Nobel. ¿Por qué? Porque el chisme, explica el autor, puede ser literatura.
—¿En qué momento se decidió a escribir este libro?
—Empecé a recoger testimonios hace veinticinco años, pero me daba miedo escribirlo. Me puse con ello en los años de la pandemia. Ya no era amigo de los Vargas Llosa, me sentía liberado.
—¿Qué le pasó con los Vargas Llosa?
—Rompimos por las razones más idiotas, por razones políticas. Ellos querían marchar contra Fujimori y a mí me daba pereza salir a marchar. Luego ellos apoyaban a Toledo, que fue presidente de Perú, un presidente ladrón, y yo combatía a Toledo… En fin, razones perfectamente estúpidas. Tú votas por uno, yo voto por el otro, ¿qué más da? Pero lo lamento profundamente.
—¿Qué le interesaba de este suceso?
—He leído a los genios desde muy joven, los he admirado mucho, los he conocido. Había un secreto escondido ahí y alguien tenía que averiguarlo. Y ambos me decían: yo de eso no voy a hablar. ¿Por qué callan, qué ocultan, a qué le temen? Ahí comenzó mi curiosidad.
—Al final, parece que ese puñetazo fue por un malentendido: según su versión, no pasó nada entre García Márquez y Patricia Llosa.
—Pero Mario pensó que sí había pasado. Mario tiene una imaginación muy prodigiosa, y además puede ser un hombre muy celoso. Yo creo que Mario sintió que García Márquez lo había traicionado. Fue un malentendido: Mario se atacó de celos y le pegó a García Márquez por unas cosas que no ocurrieron del todo.
—Ese puñetazo, apunta, simboliza la ruptura del Boom. A un lado quedaron Vargas Llosa y los que criticaron a Fidel Castro, y al otro García Márquez, Cortázar y los que no denunciaron el régimen cubano.
—Eso es. García Márquez seguía apoyando a Fidel Castro mientras Vargas Llosa lo criticaba. Le empezaron a insultar ferozmente los mastines de esa dictadura comunista. Y García Márquez no salió a defenderle. Su silencio fue complicidad. A partir de ahí, Vargas Llosa, que antes había creído que García Márquez era Dios, se vuelve ateo.
—Eran dos personas muy distintas, tanto en nivel literario como político.
—Absolutamente distintas. García Márquez era más bufón, más humorista, más musical. Cantaba y bailaba vallenatos. Vargas Llosa es un intelectual, un hombre que todo lo razona, que todo lo trata de explicar racionalmente.
—Sin embargo, en su vida personal, Vargas Llosa es de todo menos racional. O eso se cuenta en la novela.
—Exacto. García Márquez era bastante más racional. Mario, en las cosas del amor, desde que se enamoró de la tía y después de la prima hasta esto último que ha pasado, ha demostrado que entiende el amor como una aventura literaria. Como una novela inescapable. Cuando se enamora es la guerra del fin del mundo y está dispuesto a pelearla.
—¿Por qué nunca se reconciliaron?
—Fue algo completamente infantil. Una cosa pueril, adolescente. Pasaron cuarenta años entre el puñetazo y la muerte de Gabo. Yo creo que él al final de su vida quería una reconciliación, pero Mario no. Mario nunca, se opuso. Carmen Balcells intentó muchísimo la reconciliación. Muchísimo. Hablé mucho con Carmen de esto. Era mi agente. Pero me decía: no se te ocurra escribir eso en una novela. No se te ocurra. He esperado a que Carmen no estuviera.
—El libro está lleno de detalles descacharrantes, ¿son todos reales?
—Casi todos. Todos los capítulos parten de hechos históricos, de hechos reales. Incluso los que parecerían más íntimos o escatológicos.
—Cuenta que Vargas Llosa se circuncidó por amor.
—Mis fuentes me dicen que eso ocurrió. También es verdad que el doctor le practicó una reconstrucción anal por un ataque de hemorroides. También es verdad que Carlos Barral decía que en el mar de Calafell uno podía robustecer el pene haciendo ejercicio. Yo creo que todo eso colorea la novela.
—Otro mensaje del libro es: qué caro es el amor.
—Vargas Llosa era muy generoso. Cuando se enamoraba de otra mujer, decía: Patricia, para ti la mitad de mis ganancias. A la tía Julia le dejó los derechos a perpetuidad de 'La ciudad y los perros'. García Márquez era igualmente generoso en las cosas del dinero. Ambos eran muy despreocupados con el dinero porque se sabían genios.
—¿Ha tenido algún 'feedback' ya de los Vargas Llosa?
—No. Yo creo que la van a leer, pero sospecho que no van a opinar sobre ella. Y creo que a los hijos de García Márquez la novela les va a gustar.
—Es que a nivel personal queda mejor García Márquez que Vargas Llosa.
—Sí, sí, porque creo que es verdad. García Márquez era un gran seductor, pero su propósito final no era acostarse con la mujer, sino verla rendida. Mario es distinto. Mario es el último 'playboy' de Miraflores. Aún ahora lo es. Cuando él se enamora es la guerra del fin del mundo. Para él los amores son novelas que hay que vivir hasta el final.
—De hecho, repite mucho en la novela esa idea de que Vargas Llosa está casado con su literatura, no con ninguna mujer.
—Ah, y él no hace concesiones. Esto no lo negocia. Cita mucho a Flaubert él: no se vive para amar, se vive para escribir. Flaubert tiene otra frase sensacional: lo que es bello es moral. Vargas Llosa practica eso. Vive para escribir. Todo lo demás son perturbaciones ciclónicas que hay que mantener a raya.
—Lo retrata como un estajanovista.
—Es un escritor superdisciplinado. Un escritor táctico, que investiga, que tiene una hoja de ruta, que traza un mapa. García Márquez no era así. García Márquez era un escritor mucho más intuitivo.
—Y cada uno triunfó en su registro.
—La literatura de Gabo es realismo maravilloso. La de Mario es realismo sucio, realismo callejero. Sobre todo en las primeras, en sus obras maestras: 'Conversación en la catedral', 'La ciudad y los perros', 'La guerra del fin del mundo' y 'La fiesta del chivo'.
—¿Esta novela es más realismo o más realismo mágico?
—[Ríe a carcajadas] Creo que es más realismo. Hay dos o tres momentos de realismo mágico.
—¿Y ha descubierto algo?
—Investigando he descubierto que los genios, en la intimidad, no siempre son genios. No hacen cosas geniales. De hecho, hacen cosas bien tontas. Cosas inconvenientes, desmesuradas.
—Si hubiera ocurrido hoy, ¿qué habría pasado?
—Sería un escándalo mundial. Un puñetazo entre dos premios Nobel… Estaría en YouTube, lo verían millones de espectadores, cancelarían a Mario por ser un macho violento, prepotente. Tenemos reciente la bofetada que Will Smith le dio a Chris Rock: ha desgraciado su carrera de actor. Mario tuvo suerte de que el puñetazo ocurriera cuando no había móviles, internet, YouTube y TikTok.
—¿Ha hablado con Patricia Llosa para escribir el libro?
—Es una señora a la que admiro mucho. Le pedí que me diera su versión y muy elegantemente prefirió no contarme nada. Tuve que reconstruir la historia con los testimonios de Jorge Edwards, Plinio Apuleyo Mendoza, Tomás Eloy Martínez, Bryce Echenique y otros.
—Insiste en la novela que la política le ha venido mal a Vargas Llosa.
—La percepción general es que Mario es un pensador de derechas. Pero bien mirado no es tanto de derechas. Mario es un liberal, un liberal hasta las últimas consecuencias. Y en ciertos temas quemantes, como el conflicto entre los israelíes y los palestinos, Mario ha sido más de izquierdas. Pero sí, Mario le ha dedicado demasiado tiempo a la política. Creo que en ese punto García Márquez era un poco más sabio. A Mario le fascina el mundo del poder. Lo vemos siempre: va a entrar a la Academia francesa e invita al Rey emérito. No va a Abu Dabi a visitarle en privado, no. Lo invita. Y cuando Mario llega a un país en América se reúne con el presidente, con el jefe de la oposición. Siempre está conspirando. Creo que es un error.
—Pero a usted también le interesa la política.
—Tengo un programa de esa índole, me interesa. Pero yo ahora voy a ir a la Feria Libro de Bogotá y no le voy a pedir una audiencia al presidente Petro. Ni loco. Prefiero reunirme con escritores colombianos amigos… Artista que se mete en política sale perdiendo siempre.
—Capote escribió las intimidades de su círculo en 'Plegarias atendidas' y salió muy mal parado. Usted ha hecho eso con el Boom.
—Y me voy a meter en unos líos del carajo. A Capote lo admiro muchísimo. Era un escritor que convertía el chisme en alta literatura. Toda literatura, decía Capote, es chisme. El chisme, bien contado, bien investigado, puede ser literatura. Y esta novela está construida a base de rumores, secretos. ¿Qué escondes en el armario? ¿Qué escondes debajo de la alfombra? ¿Qué pasó, joder? ¿Qué pasó? La literatura está para eso. Está para preguntar, para cuestionar, incordiar un poco a los poderosos.
—¿Qué consecuencias teme?
—A Capote dejaron de invitarlo a las fiestas por hacerlo. Y a mí por supuesto que me van a expulsar de las fiestas por hacerlo. No me importa. Yo, a estas alturas de mi vida, no quiero pertenecer ni a la cofradía de los Vargas Llosa ni a la cofradía de los García Márquez. Me he liberado de esas ataduras. Pertenecer a esas cofradías es un coñazo. Tienes que guardar unas lealtades y unos silencios y practicar una reverencia... Esta novela solo se podía escribir desde la irreverencia. Desde la insolencia.
—¿Estaba la novela terminada cuando empezó el culebrón de la ruptura con Isabel Preysler?
—Sí, mucho antes. La escribí cuando estaban juntos… Ahora Mario está cumpliendo 87 años. Espero que sea feliz y que viva hasta los cien y que tenga una compañía gratificante. Porque me parece que cuando él está feliz en el erotismo y en el amor, es un mejor escritor. A diferencia del típico escritor maldito, que cuanto más desdichado, mejor escribe. Mario no es así. Él necesita una rutina, un orden, una comodidad burguesa. Necesita la compañía de una mujer.
—Por cierto: ¿se ha puesto límites éticos o morales o de algún tipo a la hora de escribir?
—No, como decía Flaubert, lo que es bello es moral. Si la historia es bella, es moral y se justifica.
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