la biblioteca viajera
Illiers-Combray, por el camino de Marcel Proust
El escritor puso en el mapa la villa de Illiers, que acabaría fusionada con el topónimo literario de Combray
Proust, 150 años: más vivo que ayer, pero menos que mañana
La que fue la casa de la tía Léonie, hoy museo que expone los recuerdos del escritor
Si su obra se compara con la construcción de una catedral gótica, Proust halló su primer lugar inspirador a poco más de treinta kilómetros de Chartres. Illiers es un pueblo ligado a su apellido: ya en el siglo XVII un Proust fue ... nombrado recaudador del marquesado de Illiers. El abuelo de Marcel fabricaba cirios y velas, un producto muy demandado al tener tan cerca la catedral de Nuestra Señora de Chartres. El padre del escritor nació en una casa rústica de la antigua calle del Caballo Blanco. Nadie del 'dramatis personae' familiar –Louis Proust, Elisabeth Amiot, Jeanne Weil o Louis Weil– sospechaba a finales del siglo XIX que se convertirían en personajes de la monumental 'Recherche'. Tampoco la villa de Illiers, que acabó fusionada con el topónimo literario de Combray: en 1971 la Sociedad de Amigos de Proust la rebautizó como Illiers-Combray.
A Illiers llegó el pequeño Marcel en 1877. Tenía seis años. Su tía Elisabeth, casada con el comerciante Jules Amiot, era la anfitriona de los Proust cuando iban a Illiers a pasar la Semana Santa. Bajaban del tren, tomaban la Avenue de la Gare, seguían por la Rue de Chartres y cruzaban la plaza del mercado hasta la Rue du Saint-Esprit, la de la casa Amiot.
Todo eran cuidados para el asmático Marcel. La botella de goma debía contener agua hirviendo. Cuatro almohadas en el lecho para mantener la cabeza incorporada. En la mesita de noche, un vaso azul, un azucarero y una jarra que hacía juego con el vaso. Objetos domésticos que podemos reencontrar en una visita a la Casa de Proust en Illiers-Combray, abierta al público desde los años setenta.
Decía Proust que Combray era un pueblo resumido en una iglesia. Se refería a la de Saint-Jacques, que en la novela se llama Saint-Hilaire: el sonido de sus campanas pautaba los días de los vecinos. La fina aguja del campanario era tan delgada y rosácea, «que apenas parecía trazada en el cielo por una uña que hubiera querido añadir a aquel paisaje, a aquel cuadro hecho nada más que de naturaleza, esta leve marca artística, esta única indicación humana».
El recuerdo de Combray reaparece mecido en el sueño de una noche de invierno, años después de aquellos días felices de primavera y verano que ya no volverían. Hace frío y la madre del escritor prepara té, que acompaña con una magdalena; en Francia se llaman 'coquilles de Saint-Jacques' porque imitan las conchas que portaban los peregrinos del Camino de Santiago.
Retrato de Marcel Proust
Sabor y memoria
Cuando Proust moja la magdalena en el té y se la lleva a la boca el sabor le devuelve a la infancia: «Aquel sabor era el del trocito de magdalena que me ofrecía los domingos por la mañana en Combray (porque esos días yo no salía antes de la hora de misa), cuando iba a darle los buenos días a su cuarto, mi tía Léonie después de haberlo mojado en su infusión de té o de tila». Retornan a la memoria la casa gris, el pabellón que daba al jardín. Se vuelve a escuchar la voz del señor Swann «de nariz aguileña, de ojos verdes, bajo una alta frente rodeada por unos cabellos rubios, casi rojizos, peinados a lo Bressant». La familia Swann poseía una finca en las afueras de Combray y encarnaba a la 'coté' de la burguesía frente a la otra 'coté' de la aristocracia, el mundo de Guermantes.
Combray es el 'genius loci' que propulsa 'En busca del tiempo perdido'. Aquellos días de infancia germinarán literariamente en 1913 con la publicación de 'Por el lado de Swann'.
El 10 de julio se cumplieron 153 años del nacimiento de Proust. Como escribió George D. Painter en su biografía fundacional: «En Illiers, todos podemos ver la iglesia, los jardines y las grises calles de Combray; los campanarios realizan su extraña danza, los dos caminos por la monótona llanura y a lo largo del estrecho río avanzan siempre en opuestas direcciones y, sin embargo, se encuentran. En la topografía real de Illiers estaba, latente, el simbólico paisaje de Combray».