El gran caricaturista español que martirizó a Hitler a través de unas viñetas vistas en todo el mundo
El MNAC descubre la obra de Mario Armengol, que se convirtió en el caricaturista más popular de la propaganda británica contra el nazismo de 1941 a 1945
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Carlos Sala
Barcelona
«¡Un milagro!». Así define Pepe Serra, el director del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) el descubrimiento de Mario Armengol, el gran caricaturista de la II Guerra Mundial hasta hace muy poco completamente desconocido. Ex combatiente de la legión extranjera después de ... huir de España en 1937, llegó a Gran Bretaña en 1940 y pronto el ministerio de información británico le prepuso realizar caricaturas contra el nazismo y convertirse en uno de los brazos de la propaganda aliada contra Hitler.
A pesar de que nunca había dibujado una caricatura antes, aceptó el encargo y de 1941 a 1945 se convirtió en el azote de las fuerzas alemanas a través de sus dibujos sarcásticos, grotescos, pero de una terrible humanidad en que criticaba toda la maquinaria de la guerra. Después de 1945, no volvió a dibujar más viñetas, dedicándose principalmente a la escultura, hasta ahora, en que su familia decidió que unos expertos valorasen los dibujos que guardaba en su casa. ¿El resultado? Unas viñetas de un maestro que hoy día son más relevantes que nunca.
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El MNAC acoge hasta el 11 de enero la exposición 'Tinta contra Hitler', en la que recoge 200 originales de gran formato de este artista que dibujó la muerte, la destrucción, la hambruna y la desesperación de una guerra aberrante con una exquisita delicadeza y gran sentido del humor. «La aparición de estos dibujos nos recuerda a la aparición de la caja roja. Es el único artista español que trabajó masivamente para los aliados. Sus caricaturas tenían una difusión mundial, de Chile a Nueva Zelanda, pasando por Haití. No sabemos cómo ha podido pasar desapercibido hasta ahora», asegura Plàcid García-Planas, comisario de la exposición junto a Arnau González i Vilalta.
Nacido en la pequeña localidad catalana de Sant Joan de les Abadesses en 1909, dibujó más de 2000 caricaturas para el ministerio de Información británico con el objetivo de ridiculizar y mofarse del Tercer Reich y todo el eje fascista. De su sátira no se salva Hitler, convertido en un patético guiñol superado por las circunstancias, ni Goebbels, Mussolini, Franco, Hirohito o los colaboracionistas franceses. «Su trabajo propagandista buscaba dejar claro que los aliados iban a ganar y el nazismo saldría no sólo derrotado, sino castigado. Esto no le quita ningún valor. EL Guernica también es una obra propagandista, sino que lo emparenta con los mejores dibujantes de la época», comenta González i Vilalta.
Dividida en 16 estancias temáticas, Armengol puso al servicio de la guerra todo lo que había aprendido de revistas y semanarios catalanes como 'Patufet', 'La campana de Gracia' o 'Senyera'. Una vez en Inglaterra, se inspiró en clásicos dibujantes como David Low o Leslie Gilbert Illingworth, al que coge prestado su estilo directo de ilustración. Esta combinación de influencias le otorga un aire único y revelador. «Dicen que el humor catalán y británico se parecen. Aquí vemos a un hombre que se atreve a cuestionar cuáles son los límites del humor y que al mismo tiempo que te hace reir, te hace pensar de lo que te estás riendo. No simplifica o frivoliza la guerra, sino que le da una mayor profundidad», asegura García-Planas.
La complejidad de los encargos del gobierno británico recaían en que tenía que hacer dibujos reconocibles en todo el mundo. Para ello utiliza elementos populares de fácil digestión. Por ejemplo, hay viñetas que imitan la iconografía de Disney, otras que en utiliza novelas y personajes populares y otras mitos del cine o la ópera. «Me atrevería a decir que la caricatura política siempre ha sido la parte, digamos, apetitosa de la prensa diaria», diría en 1943 cuando su firma ya se había establecido en todo el planeta.
El misterio radica cuando, al final de la guerra, decide cerrar esta etapa de su vida y dedicarse a la escultura. A partir de 1945 no habrá ninguna caricatura más de Armengol, hasta el punto de desaparecer por completo de la historiografía de la viñeta satírica del siglo XX. Hasta ahora. Morirá en 1995 en Nottingham, después de que en 1961 se nacionalice ciudadano británico. Sólo volverá a la viñeta en 1980 para satirizar el gobierno de Margaret Thatcher, pero seguirá centrado en su trabajo como publicista y diseñador gráfico. «Él se sentía un artista que dibuja y no un dibujante de caricaturas. No es el primero que desprecia lo que acaba por darle valor. Se inició en esto por dinero y su obra acabó siendo tan ponente que ha acabado por engullirle por completo», dice González i Vilalta.
La muestra quiere ser un espejo a la realidad contemporánea, en un tiempo en que el genocidio de Gaza y la invasión de Ucrania han hecho que la guerra no sea algo distante, sino una coyuntura de nuevo mundial. «Es una exposición crítica para repensar en nuestro presente. Hitler odiaba sus caricaturas y en los años 30 ya se quejaba a las publicaciones que se atrevían a ridiculizarlo. Cuando los líderes políticos no aceptan el humor, como Trump, tenemos las primeras señales del comienzo de las dictaduras», afirma González i Vilalta.
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La exposición la completan una serie de viñetas de la I Guerra Mundial que sirven para poner en contexto la obra de Armengol. De esta forma, vemos dibujos de maestros como Ricard Opisso, Martí Bas, Josep Costa, Jaume Passarell o Feliu Elias. «Si comparas las viñetas de estos dibujantes con las de Armengol, ves una evolución evidente. Las primeras son estáticas, mientras que las de Armengol siempre tienen movimiento, profundidad, un sentido cinematográfico de la imagen», señala García-Planas.
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