Flax, el polo que refrescó España desde la Siberia extremeña
EL VERANO QUE DI EL PELOTAZO
Hace medio siglo, la casa de los Burgueño se empezó a impregnar de colorines. Hoy facturan más de cinco millones de euros al año
Capítulo 1: Chimo Bayo: «Lo más bonito no es ser millonario, es ser feliz»
Capítulo 2: Elísabeth Benavent: «Soñaba que me caían cajas de libros encima porque no se vendían»
Capítulo 3: Juanjo Artero: «Al final este verano no ha sido tan azul»
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Iniciar sesiónSe dice que el nombre que le damos a los polos proviene de Marco Polo, quien trajo a Europa en el siglo XVIII la combinación de zumo de fruta más hielo de la que se disfrutaba en Persia. Como un Marco Polo moderno, Evaristo ... Burgueño, desde Talarrubias, Badajoz, unos 4.000 habitantes, empezó en los años 70 a distribuir por toda España una combinación similar: el polo flax. Es la suya una historia familiar, como la de tantas grandes empresas, que comienza fabricando en una casa.
En concreto en la casa de sus padres, los abuelos de los actuales propietarios. Viajamos con ellos en el tiempo para recordar los inicios de una marca cuyo producto encontramos hoy en verano en cualquier rincón de España. El polo barato, que comenzó costando cinco de las antiguas pesetas, un duro, y que, aunque no está en los carteles, siempre tiene su hueco en verano.
Los negocios de alimentación en las casas solían llenar los hogares de un olor característico. Recuerden a Daniel, el Mochuelo y la quesería de sus padres contada por Miguel Delibes en 'El camino'. Pero en casa de los Burgueño la elaboración de los polos más que de olor impregnaba la casa de color. De colorines. De chorretones de colorines. Eran goteras.
Lo cuenta Evaristo Burgueño, hijo del inventor del polo flax y hoy director general de la compañía. La primera fábrica, la de los 70, estaba situada en el primer piso de casa de sus abuelos. Las máquinas de entonces no tenían la perfección de hoy en día, nos recuerda. No soldaban, ni terminaban de cerrar bien. El líquido de colores se salía, manchaba el suelo y acababa filtrándose al piso de abajo. Color limón, cola, fresa… Es la imagen más cercana a 'Charlie y la fábrica de chocolate' que conserva, en su memoria, la familia.
OTROS PELOTAZOS DEL VERANO
Hoy la fábrica de Burmar Flax es una factoría de máquinas limpias, impolutas y precisas que factura más de cinco millones de euros al año. De ella salen más de cien millones de golosinas al año que se reparten por España, pero también por Europa, el norte de África y Canadá. El 30 por ciento de su producción se destina a la exportación. Canadá, junto con Francia, son dos de sus mercados estrella. De hecho, el catálogo de Burmar está también en inglés y en francés y va mucho más allá del polo Flax, con otros productos míticos de las tiendas de golosinas como la cantimplora Zumrok.
Pero los inicios no fueron fáciles. Para explicarlo, Evaristo Burgueño nos lleva al año 1973. Antes de volver la mirada atrás, un aviso: en casa de su abuelo eran «muy espabilados» en los negocios. Tenían dos cines, tiendas de ultramarinos, una taberna y una fábrica de hielo. «Todo lo que dejaba una peseta lo hacían», resume.
Y ahora sí: los antecedentes. Fue su abuela la que con una polera de aluminio comenzó a hacer polos de palo que, una vez congelados, metía en bolsas individuales. «Después, en la hora de la siesta mi padre con quizás unos diez o doce años y su compañero 'el Pajuato' iban ofreciendo los polos de palo casa por casa».
Los llevaban, recuerda, con un carrillo de mano. Por eso el homenaje de la foto de Evaristo con los polos en carreterilla, posando delante del llamado cerro Masatrigo, una de las formaciones naturales más características de la Siberia extremeña, donde en verano se alcanzan fácilmente los 40 grados a la sombra. Donde no va mal un polo para refrescarse. Y donde es inevitable pensar en lo irónico de llamar a la zona Siberia. Al parecer fue un embajador español quien dijo que los terrenos le recordaban a la estepa rusa y así se quedó. Las temperaturas, está claro, no tuvieron que ver en la comparación y quizá sí algunos problemas de comunicaciones y accesos.
En carretilla
Nada, en cualquier caso, que haya impedido al creador del Burmar Flax distribuir desde su pequeño pueblo miles de polos por el mundo. No obstante, siempre hubo grandes conquistadores en las tierras extremeñas. Lo de empujar una carretilla por el pueblo, cuenta con gracia Evaristo Burgueño, «no parece que traumatizara mucho a mi padre». Y continúa contando su historia: «Después de medio estudiar en Talavera de la Reina y Madrid, se volvió a su pueblo, que añoraba, con la fiel idea de montar un negocio. Ahí fue cuando vio un 'PoloFlag' como se llamaba en Andalucía, de la marca Flaggolosinas, que se fabricaba en Sevilla y decidió hacer algo parecido».
Flash Gordon inspiró el nombre y el eslogan: «Sabores de otra galaxia»
El superhéroe que inspiró los polos de Burgueño se llamaba Flash Gordon, referencia de los amantes de los cómics y con página propia en Wikipedia. Vestido de azul y con un slogan: «Burmar Flax, sabores de otra galaxia», sigue formando parte del alma de la compañía.
Sentadas las bases y la idea, la maquinaria se puso en marcha. Pero, como recordábamos al principio, no fue coser y cantar. «Los primeros años con los flaxes fueron un desastre», recuerdan en la familia. «En aquel momento todo salía mal, los polos perdían líquido, las máquinas no funcionaban, se fabricaba a duras penas, y los clientes se quedaban esperando el producto». Esa era la clave: había clientes.
«Los primeros años fueron un desastre: los polos perdían líquido y las máquinas no funcionaban»
Pero la demanda necesitaba respuesta: «Esta situación duró años, lo que generó todo tipo de sentimientos y situaciones negativas, discusiones familiares, conflictos con los clientes y el sentimiento por parte de la familia de que era una fantasía que probablemente no daría su fruto», continúa relatando Evaristo. Pero lo hizo. «Gracias al tesón de mi padre, a su ilusión y a no conformarse con el fracaso poco a poco se fue mejorando la producción y las ventas».
Y así, llegamos al gran año de los polos Flax. 1980. El año del 'boom'.
¿Qué pasó ese año?
Como lo del piso era poco operativo se empezó a hacer una pequeña fábrica a las afueras del pueblo. En ese momento ya se llamaba Burmar Flax, y fue cuando gracias a una campaña de comunicación todo el mundo empezó a conocer y pedir nuestra nueva marca, Burmar Flax, el flax del superhéroe.
Cromos, gafas y fama
Se hizo un anuncio de TV, álbumes de cromos, gafas 3D, anuncios en radio…. Y a partir de ahí fue un verano imparable. Había camiones esperando al producto recién salido de máquinas para cargar.
El spot publicitario, recuerdan los Burgueño, fue una de las primeras campañas publicitarias de confitería en la televisión española. Los cromos se han convertido en material para coleccionistas.
De aquel punto de inflexión Evaristo Burgueño recuerda, sobre todo, a un cordobés. Su padre tenía un cliente en Córdoba que en los años 70 le había dicho de forma «muy seca» a la familia que no tenía interés en sus productos y que no quería comprarles nada. «Mi padre, que tenía su orgullo le dijo: 'Tú acabarás siendo uno de mis mejores clientes'». Y así fue. «Años después, con el lanzamiento de la campaña de TV, fue él quien llamó a mi padre, que viajó sobre la marcha a Córdoba y el cliente le dijo: «Mándame todos los polos que seas capaz de fabricar».
Esa era una de las frases que más se escuchaba entre los clientes de Burmar Flax durante los 80, cuando los Burgueño se convirtieron -y siguen- en «la familia de los polos». «Y a mucha honra», añade Evaristo hijo. Evaristo Burgueño padre falleció en 2014, siendo uno de los empresarios más reconocidos de Extremadura. Aparte de Burmar había montado más negocios, pero el central fue siempre el de las golosinas. Sus cuatro hijos trabajan hoy en la compañía.
¿Qué os decían vuestros amigos, vuestros compañeros de clase?
Que éramos ricos, ya ves. Algo que nos molestaba. Y que a ver cuándo les daba polos, eso era una constante...
En los 80, con el éxito del polo, la fábrica se amplió también a los caramelos de goma. Sin embargo, aunque cuesta creerlo, Evaristo asegura que en su casa escaseaban las golosinas. «Sí, sí, en casa del herrero, cuchillo de palo», dice con guasa.
¿Cómo era la vida en el pueblo en aquellos años 80?
Yo nací en 1976, recuerdo poco, pero sé que era sencilla, sin muchas pretensiones. Poder trabajar, para comer, y para prosperar… Se contrataba a gente que trabajaba en el campo. En campaña, llegábamos a tener cien personas, muchos jóvenes. Pero aún era todo precario, faltaba hasta agua muchas veces y no se podía fabricar.
Hoy, 43 años después de aquel 1980 que cambió el destino de Burmar Flax, la compañía cuenta con una plantilla de 70 empleados. Lo que no ha cambiado es la receta: agua, azúcar, espesantes -para no dar un bocado a hielo cristalizado- y acidulantes y, sobre todo, esa gracia e ilusión familiar. Así fabrican una media de 500.000 unidades de flax al día, superando los 25 millones al año…
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