Música
El flamenco se queda sin maestros
Las programaciones dejan fuera a casi la totalidad de los artistas mayores de sesenta años
Juan Talega, la oscuridad sin tiempo
Inés Bacán, en concierto
La sociología estudia ciclos de cambio cada vez más cortos, como apunta el investigador Antonio Lucas Marín, cuando una generación, de pronto, ha desaparecido de las programaciones del arte flamenco. Sin avisar, tan repentinamente. Quienes hace quince años eran maestros, ya no están. Ni El ... Lebrijano ni Enrique Morente ni José Menese ni Manuel Molina ni Paco Taranto ni El Torta ni Pansequito ni Manuel Agujetas ni Paco de Lucía ni Manolo Sanlúcar. Tampoco Camarón de la Isla, Turronero y otros notables artistas de ese elenco que comenzó su andadura en los años 60 y que murieron hace aún más tiempo. El cante tiene pocos mayores de sesenta años en activo. Y los que están, además, han perdido su peso en los circuitos a causa del cambio de formato de los espectáculos y la consolidación, cómo no, de esos que hace una década eran promesas y ahora son considerados figuras.
El guitarrista Antonio Moya, sentado en una silla de enea durante la prueba de sonido de un actuación, reflexiona al respecto: «¿Cómo es que el teléfono de Inés Bacán no deja de sonar? ¿Y el de José de la Tomasa? Son únicos, pertenecen a una época dorada del cante y es de lo poco que nos queda». En el pasado Potaje Gitano de Utrera colocaron al joven Kiki Morente cantando adelante durante cuarenta minutos y dejaron a Cancanilla de Málaga, la figura de la cita, para el cuadro del fin de fiesta. ¿Han desaparecido también los méritos artísticos en la balanza?
El Nano de Jerez trabaja en algunas fiestas privadas. Lo que sale. El Pele tiene sus apariciones, no muchas, como Juana la del Pipa, que es requerida, de cuando en cuando, como un rescoldo de esa hoguera atemporal que tanto llama la atención al subirse a un escenario. El rostro ennegrecido, como la voz. ¿Dónde está Luis El Zambo, ese gitano que enseñó a Miguel Poveda el soniquete de Jerez acogiéndolo en su casa y que andaba con las facultades intactas cuando casi un año después de la pandemia ofreció su primer recital en la peña Torres Macarena? ¿Dónde estaba Pansequito antes de que muriera hace cuatro meses cuando iba a cumplir sesenta años de actividad ininterrumpida? La última vez que lo escuché, compartiendo tablas con Antonio Reyes e Israel Fernández en el auditorio Baluarte de Pamplona, ofreció una lección de originalidad ante sus discípulos. Él no cantaba por nadie más que por sí mismo, y ahí se diferenció de todos.
Juan Villar, Vicente Soto Sordera, Lole Montoya, Remedios Amaya, Guadiana, El Cabrillero, José Méndez, María Vargas, Rancapino, Calixto Sánchez, El Cabrero, Manuel Gerena, Diego Clavel, Curro Lucena, Marcelo Sousa, Manuel de Paula, Miguel El Funi, Romerito, Jesús Heredia… Entre retirados por convicción y obligados paulatinamente a la capitulación por falta de oportunidades, el flamenco se ha quedado sin maestros en activo; digamos, con notable actividad. Carmen Linares, en este sentido, sería la excepción que viene a confirmar la tendencia.
Proceso de 'desgitanización'
«¿Qué ha sido de los gitanos en el baile?», preguntaba la investigadora Cristina Cruces a Rubén Olmo, director del Ballet Nacional de España, en un encuentro en la Fundación Alalá para reflexionar sobre el flamenco como una herramienta para la inclusión social. «Veo muchos palmeros y cantaores gitanos, pero miro a las primeras figuras del baile que actúan en una Bienal de Sevilla o en un Festival de Jerez y los cuento con una mano. Si voy al Ballet Flamenco de Andalucía o al Ballet Nacional de España, las cuentas son más claras, porque no hay gitanos en los cuerpos de baile. ¿Se debe a una nueva exigencia en la formación? ¿Espectáculos excesivamente medidos donde no cabe la improvisación? ¿Son los nuevos grandes formatos los que los dejan fuera? ¿Cómo es que el arte gitano por excelencia sufre esta 'desgitanización' desde hace unas décadas, un proceso especialmente notorio en la danza? Pongamos por ejemplo La Bienal: en los más de sesenta espectáculos que celebró en su última edición tuvo un mayor protagonismo el baile. Pues Manuela Carrasco fue la única primera figura gitana».
Cambian los tiempos. Las tendencias. Hay un arte cabal superdotado de tradición que no tiene cabida en los marcos que Cruces menciona, que son similares a otros como Flamenco Biennale de Países Bajos o el Festival Flamenco de Nimes. Junto a la llamada 'desgitanización', se ha producido una 'desmaestrificación', por denominarla de algún modo. Y entre muertos a destiempo y programadores con ganas de iluminar nuevas promesas, nos hemos quedado prácticamente sin veteranos de enjundia con un micrófono por delante. Muchos de ellos, con facultades, repertorio y ganas, pero un recital contratado cada doce meses. ¿Dónde están los maestros de la generación más poderosa que se recuerda?
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