Salman Rushdie, conectado a un respirador tras ser apuñalado, podría perder un ojo

El novelista, de 75 años, se halla conectado a un respirador y sufre heridas graves en la cabeza y el hígado

Salman Rushdie: el escritor atado a una sentencia de muerte

Vídeo: ATLAS

Treinta y tres años había tardado en derramarse la sangre del escritor Salman Rushdie, condenado por el extremismo islámico. Exigía su cabeza por blasfemo desde 1989 y la sentencia se cumplió este viernes: un charco de sangre del novelista se quedó en el escenario de ... un auditorio de Chautauqua (Nueva York) donde iba a dar una conferencia después de que un hombre se lanzara a por él y le apuñalara en el cuello.

Rushdie, de 75 años, fue pronto trasladado en helicóptero a un hospital de la zona. Aún no hay confirmación sobre su estado de salud. La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, aseguró que salió del escenario con vida y su agente, Andrew Wylie, informó a media tarde que estaba en el quirófano.

«Las noticias no son buenas», declaró más tarde su agente, Andrew Wylie, a The New York Times. «Salman probablemente perderá un ojo, los nervios de su brazo fueron seccionados y su hígado fue apuñalado y está dañado», precisó.

El de Chautauqua fue un escenario anodino –un festival literario de provincias, un mediodía cálido de agosto– para un destino trágico. Rushdie vivía bajo amenaza de muerte desde el 14 de febrero de 1989. Aquel día de los enamorados el ayatolá Jomeini, la máxima autoridad religiosa de Irán, le impuso una fetua, un edicto religioso islámica, con la pena de muerte por el libro que había publicado el año anterior.

Era 'Los versos satánicos', una novela que recreaba en parte la vida del profeta Mahoma, que fue un éxito de crítica –finalista del premio Booker, ganador del Whitbread– y que sacudió al mundo islámico. A Rushdie, nacido en una familia musulmana de India, le acusaron de blasfemo. Quemaron su libro, se prohibió en más de una decena de países, hubo disturbios, se atacaron librerías, persiguieron a traductores y editores.

«Fui a la conferencia para descubrir por qué hay gente que quiere matar a alguien por lo que escribe», aseguró a 'The Washington Post' Sam Peters, de 19 años. En su lugar, vio a alguien tratando de matar a alguien por lo que escribe.

Una imagen del presunto autor del ataque

Ironía del destino: Rushdie había acudido a esta esquina perdida de Nueva York para hablar sobre cómo EE.UU. es un refugio para escritores y artistas que sufren amenazas o persecución. Moderaba la sesión Henry Reese, que dirige una residencia para escritores exiliados.

Pero no pudo decir una palabra. Apenas se había producido la presentación del novelista, tan pronto como había tomado asiento en su butaca sobre el escenario, un hombre irrumpió a la carrera y se lanzó sobre su cuello.

Los testigos describieron a un hombre alto y delgado. Iba vestido de negro, el mismo color de la prenda que le cubría la cabeza. En un primer momento, algunos creyeron que lanzaba puñetazos. Pero iba armado con un cuchillo y la sangre le salió a Rushdie a borbotones.

Rita Landman, una médico endocrino que estaba entre el público, fue de las primeras que acudió a socorrer al escritor. Vio varias heridas por acuchillamiento, entre ellas una en el lado derecho de su cuello. Pero estaba vivo o no necesitó recibir masaje de reanimación. «La gente decía 'tiene pulso, tiene pulso'», relató a 'The New York Times'.

El atacante fue reducido pronto y quedó bajo custodia policial. Las autoridades no habían dado información sobre la identidad del atacante al cierre de esta edición, ni tampoco sobre los motivos que le habían llevado a actuar.

El atentado a Rushdie conmocionó al mundo literario. Su víctima es un novelista de éxito, convertido en bandera de la libertad y del plante ante el extremismo religioso. Suzanne Nossel, la directora de PEN América, una organización que promueve la libertad de expresión, aseguró en un comunicado que no recordaba «un incidente comparable de ataque público a un escritor en territorio estadounidense».

Las puñaladas a Rushdie ocurren cuando el novelista había aparcado la amenaza de la fetua. Después de que Jomeini se la impusiera, vivió en Londres diez años con protección policial. Al principio, en pura clandestinidad: en los primeros meses bajo amenaza de muerte, Rushdie y su entonces mujer, Marianne Wiggins, cambiaron 56 veces de residencia, una vez cada tres días. Después se estableció en una casa vigilada y con medidas de seguridad. No tuvo su primera aparición pública hasta septiembre de 1995. Para entonces, había empezado a salir de casa, siempre con guardas armados, a cenar o a fiestas con amigos.

La fetua tuvo el apoyo del Gobierno de Irán hasta que el presidente reformista de Mohammad Khatami, en medio de negociaciones sobre relaciones diplomáticas con Reino Unido, decretó en 1998 que ya no la respaldaba.

La fetua, sin embargo, no perdió vigencia. En un Irán cada vez más radical, la recompensa por su cabeza, sufragada por una organización religiosa semioficial, ascendió en 2012 hasta los 3,3 millones de dólares.

Aquel año, Rushdie aseguró que ya no había «pruebas» de que nadie tuviera interés en matarle y publicó 'Joseph Anton', unas memorias sobre su convivencia con la sentencia de muerte. En una entrevista con ABC en 2017, Rushdie dijo que el libro era «una forma de dar carpetazo» a la fetua: «Me aburre. Es un tema que no afecta a mi vida diaria desde hace casi veinte años».

Para cuando el escritor pronunció esas palabras, llevaba viviendo en Nueva York desde principios de siglo y nacionalizado estadounidense desde el año anterior. En esta orilla del Atlántico, relajó sus precauciones. Tuvo apariciones en eventos multitudinarios, como en el Festival Nacional del Libro de Washington, y era un habitual del circuito literario neoyorquino. «Tengo que vivir mi vida», dijo en una entrevista el año pasado con el diario neoyorquino sobre su mayor presencia en la escena pública.

En los últimos años, sus apariciones eran sin equipo de seguridad. Así ocurrió en Chautauqua, en un ambiente relajado y sin barreras para el público.

«Hubo una gran laguna de seguridad», aseguró John Bulette, que estaba ayer entre el público. «Que alguien pueda llegar tan cerca sin ninguna intervención da miedo».

Ese miedo Rushdie lo había perdido. Incluso hasta para reírse de él. En 2017 se prestó a aparecer en un episodio de 'Curb Your Enthusiasm', la serie del cómico Larry David. En esa temporada, el personaje de David recibía también una fetua por la creación de un musical inspirada en el decreto islámico a Rushdie.

En el cameo, Rushdie le aconseja a David que se aproveche de los beneficios de la condena, como el 'sexo fetua': todas las mujeres le verán como alguien poderoso. Pero también responde a la pregunta de David de cómo ha sobrevivido tantos años con la sombra de la fetua: «Está ahí, pero que le jodan».

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