Le toca a Carrascal

He visto a escritores de trayectoria temblar ante esas 1100 palabras, pero José María siempre respondía. Él nunca fallaba e incluso era capaz de adelantarse a las previsiones. Los compañeros a veces le llamaban para ajustar una línea, una frase, cualquier detalle con el que encajar una pieza y al otro lado se escuchaba la voz del guerrero veterano y, es justo decirlo, quizá ya algo fatigado.

Para mí fue un personaje casi de infancia que los años convirtieron en compañero. ¿Cuándo parará?, nos preguntábamos mientras repasábamos su edad en la Wikipedia. La energía y la atención de sus análisis se hacían inverosímiles en alguien de su quinta, pero le sobraba oficio y mantenía la ilusión y el celo de un novel. Si este hombre para, se hunde, pensaba yo, como les pasa a los nadadores. Para los que acabamos de llegar a esto siempre será un ejemplo y exhibió esa vocación capaz de inspirar una vida completa, que es a lo que todos aspiramos. Lo contó todo y ahora hay una parte del mundo que se muere. No hay realidad sin testigos, y la mirada y las palabras de José María Carrascal sirvieron para sostener algo más de medio siglo de historia.