Libros
Geoff Dyer ante el crecúspulo
ENSAYO
¿Cómo afrontan escritores, artistas, pensadores, deportistas cuando se acerca el final de sus días? El autor británico lo explora en este ensayo por donde, entre otros, desfilan Roger Federer, Nietzsche y Bob Dylan
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Iniciar sesiónLeyendo a Geoff Dyer, no cabe (y cabe mucho, cabe casi de todo) sino preguntarse cómo será vivir y convivir con la cabeza de Geoff Dyer. Y la respuesta es tan sofisticadamente sencilla como simplemente compleja: la cabeza de Dyer (UK, 1958) es como ... un libro de Dyer. Es decir: es como la más inquieta y gozosa y sorprendente de las centrifugaciones mentales donde hay sitio desde un profundo análisis de la imposibilidad de escribir una biografía de D. H. Lawrence (uno de sus héroes, junto a John Berger), pasando por una disección fotograma a fotograma del filme 'Stalker' de Andrei Tarkovsky, hasta un diario de sus dos semanas a bordo de un portaviones norteamericano sin dejar de lado su oído para el jazz, su mirada para la fotografía, y su consumo de sustancias controladas que no hacen más que expandir aún más su ya de por sí expansivo universo donde, en su opinión, no hay escritor más sobrevalorado y aburrido que Saul Bellow.
ENSAYO
'Los últimos días de Roger Federer y otros finales'
- Autor Geoff Dyer
- Editorial Random House
- Año 2023
- Páginas 344
- Precio 20,90 euros
Como alguna vez explicó Dyer, a manera de credo existencial, en una entrevista: «Las personas todavía sienten la necesidad de ir de un sitio a otro. Y suelen sentirse decepcionadas al llegar. Pero hay ocasiones en las que todas nuestras expectativas se cumplen. Y es un momento maravilloso: la certeza de que estamos donde tenemos que estar. De algún modo es como, por fin, estar en casa, pero muy lejos de casa». De ahí, no hay límites ni fronteras para este virtual y virtuoso y casi bipolar 'flâneur' psico-físico y maestro de la neo-crónica digresiva-concentrada quien, además, es autor de al menos una novela magistral: 'Amor en Venecia, muerte en Benarés'.
Y en 'Los últimos días de Roger Federer y otros finales', Dyer ordena y calibra con alegría paradójicamente elegíaca otra de sus precisas ponencias donde la miscelánea acaba siendo algo rigurosamente indivisible bajo un lapidario leitmotiv: la cada vez más próxima fecha del no va más y del la casa pierde y del 'match-point' definitivo. Así (con la figura del artista del genio del tenis en el título), Dyer se ocupa y se preocupa de la figura del artista en el crepúsculo para, como comienzo de partido, plantear su propia decadencia en ese deporte y su menguante resistencia a los rigores de una de sus escalas obligadas: el festival Burning Man, del que ya reportó, con unos cuantos años menos, en 'Yoga para los que pasan del yoga'.
Y a partir de ahí, todo vale y todo tiene valor. Y todos son invitados—estudiados a la hora de lo puntualmente tardío— a la vigilia de Dyer: Louise Glück, Ruskin, Robert Redford, Kerouac, Beethoven, Anthony Powell, Bob Dylan (un punto menos por el escaso provecho que le saca y el casi desprecio que le dedica al magnífico y casi agónico 'Rough and Rowdy Ways' de quien, seguro, arquetípico y paradigmático, patentó la idea del 'forever old' ya a finales del milenio pasado), Jean Rhys, Wagner, Bill Murray, Larkin, Coltrane, Nietzsche, The Clash, Kundera, Turner, el Coronel Blimp, Martin Amis y, claro, como irradian todos ellos a Geoff Dyer funcionando como tejido conectivo y a la vez intermediaria pero protagónica voz de médium cómplice.
Un lapidario leitmotiv: la cada vez más próxima fecha del no va más y del la casa pierde y del 'match-point' definitivo
Todos y todo con un ojo de ceja enarcada y alta cultura y otro guiñando espasmódicamente porque, recomienda Dyer aquí, «después de una etapa en la vida de un hombre —especialmente si se ha alcanzado un grado de eminencia— es esencial que conserve algún residuo de cómo veía el mundo a los catorce años». Y es esta encantadora psicopatía entre la madurez y lo juguetón, entre el flemático té de las cinco y el psicodélico hongo alucinógeno —que le ha valido una crítica de Vivian Gornick donde casi le ruega que crezca de una vez— lo que le permite conciliar sus apreciaciones sobre lo más preciso con, digámoslo, su 'empresa faraónica' de no volver a comprar champú por el resto de su vida optando por sustraerlo de hoteles (empresa que se le complica con el confinamiento por el covid que, sí, también tiene tiempo y lugar en el libro).
Proyecto champú
Explica y se justifica Dyer: «El proyecto del champú fue una de las cosas que hacían que mi vida fuera placentera y valiosa, y le dio un propósito que de repente desapareció o pareció completamente inútil. Hubo muchas cosas como esa, y ahora casi todas se han esfumado. Nunca he tenido grandes metas, ambiciones o sueños, pero siempre he tenido tantos pequeños planes, trucos, estratagemas, pasatiempos e intereses en marcha que nunca he sentido la falta de un propósito mayor o la necesidad de un mayor consuelo».
De ser esto cierto, de verdaderamente sentirlo Dyer así, no nos queda sino congratularnos por su tan ambiciosa falta de ambición desde su principio y hasta su final.
Feliz burbujeante lavado de cabeza, de cabeza de Dyer.
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