LIBROS
«No ha lugar a proceder», en verano no toméis bebidas frías
La ambición de Claudio Magris tiene un nuevo hito en esta novela, inspirada en la historia real de un profesor triestino que quiere construir un Museo de la Guerra para la Paz
Claudio Magris, autor de «No ha lugar a proceder»
En una de las escenas o rastros de imbatible humanidad, resistente a todas las plagas enviadas por el infierno, que se dan cita en la última novela del escritor Claudio Magris, «No ha lugar a proceder», el narrador cuenta una anécdota que define como pocas ... la voluntad terca de «no abandono», de no claudicación que tiene el ser humano por terrible que sea su situación en ese momento. Encerrado en un tren que lo llevaba a Auschwitz, un judío llamado Aaron Lieukant se las arregla para enviar una nota a sus hijos: «En verano, cuando estéis sudorosos, no toméis bebidas frías».
¿Hay resistencia mayor que el deseo de seguir en pie aunque sea por unos minutos, de sobrevivir aunque sea a través de otros, de unos innumerables «granos de arena» que continuarán su lucha hasta el fin de los tiempos? Arrolladora Arca de Noé de una humanidad que sin cesar se reencarna no siempre en lo mejor; grandiosa y casi enciclopédica suma de historias sobre la furiosa batalla de la vida contra la muerte, de la civilización contra la barbarie , de la verdad contra la mentira, del amor contra el odio, la última novela de Magris, como ya sucedía con su anterior, «A ciegas», vuelve a decantarse por una adictiva y zigzagueante polifonía de voces. Esa multiplicidad de historias encadenadas, de hechos, de gestos fulminantes, de detalles dejados caer aparentemente al margen y arrastrados por un caudal de vidas y muertes que se niegan a «ser precisos», a reducir «la prolijidad del mundo, la inmensidad de los espacios, los abismos del corazón », como decía este mismo autor en su no menos fascinante viaje que era «Microcosmos».
Basada en la historia real de un estrafalario profesor triestino , Diego de Henríquez, que se dedicó en vida a coleccionar armas y todo tipo de material bélico para un futuro y descomunal Museo de la Guerra «que sirviera para la paz», la novela de Magris se convierte desde la primera página en una dura y feroz requisitoria contra la impunidad de la Historia . Contra no sólo la impunidad de los crímenes sino de las conciencias y la aceptación social que lo permite. No es nada nuevo en este autor. Sus libros, a un pie entre el encantamiento mágico del puro narrar de Sherezade y la ética que debe acompañar todo acto humano por leve e inocuo que parezca, hablan continuamente de ese «no ha lugar» de sentencias salomónicas y acomodaticias; de ese silencio necesario y «honorable» para «pasar página» y mirar hacia delante en cada momento de la Historia. Sobre todo después de traumáticos conflictos como son las guerras , los genocidios, las sangrientas matanzas y persecuciones.
Macro «thriller»
Destruido en su totalidad por los alemanes en 1945, en Trieste existió el único campo de exterminio nazi de Italia: la Risiera. Durante años, con la premura de celebrar la victoria y la Liberación, no se habló de él. Demasiados cómplices y colaboradores, en ocasiones poderosos, que aún vivían, glorificados muchas veces como relevantes personajes locales. Pero el excéntrico idealista Henríquez (« ¿un maníaco, un falsario, un gran alucinado? ») que pretende que su Museo actúe como «desactivación de la Historia», de los horrores de la Historia, quiere integrar en él la memoria de aquel atroz crematorio. Como una especie de «macro-thriller» detectivesco o «caza» implacable contra la impunidad y el olvido, Henríquez (cuyo nombre no aparece en la novela, sólo los fragmentos de sus diarios, una vez fallecido en misteriosas circunstancias) dice haber transcrito los grafitis que dejaron algunos prisioneros en las paredes de la prisión , antes de ser cubiertas con cal viva. Unas listas de nombres quizá señalando a sus verdugos. A los carniceros de las SS más reconocibles, pero también a sus más «ocultos» y escondidos cómplices. Muchos en la ciudad de Trieste están alarmados, otros dicen que tan sólo es fruto de su calenturienta imaginación.
Se conforma un humus mestizo, donde el bien y el mal, la cobardía y el heroísmo, se confunden
Tras la desaparición de este curioso personaje, una joven, Luisa Brooks, es la encargada de organizar, sala por sala, el futuro Museo. Henríquez no podía haber encontrado mejor sucesora para su Museo de la Guerra contra la Guerra. Un caótico proyecto que podría llamarse de mil maneras: Museo del Odio, Museo de la Derrota, Museo de la Ambigua Resistencia, Museo de los Héroes Involuntarios, Museo de las Víctimas y a la vez Verdugos. O más cínicamente: Museo de la Ausencia. Porque lo que se narra en él sobre todo, en ese relato interminable y serpenteante , con numerosos momentos de «no ha lugar», es el intento de los hombres, una y otra vez, por borrar partes considerables de su pasado, huellas y pruebas demasiado elocuentes. Borrones y cuentas nuevas para seguir viviendo en paz, para afrontar nuevos ciclos de más o menos interesados e hipócritas entendimientos. « Toda la Historia de la Humanidad es un raspado de la conciencia , sobre todo de lo que ha desaparecido», se nos dice en este relato que avanza a dos voces. Por un lado, la voz del presente, encarnado por una mestiza, Luisa, hija de una judía cuya abuela fue asesinada y de un oficial negro llegado con el Ejército de Estados Unidos, y por otro lado, la voz casi mítica, de alguien ya desaparecido, el fundador del Museo, que ha dejado escritos unos diarios.
Avanzando fragmentariamente a través de historias que se engarzan unas con otras entre el horror y la fascinación -desde el Caribe y los interrogatorios de la Inquisición en el siglo XVI a crímenes racistas sucedidos en un Londres bombardeado durante la Guerra Mundial; desde fantásticos personajes como ese héroe checo Václav Morávek que enviaba postales al sanguinario Heydrich después de cada atentado a infames torturadores como el policía Collotti de una siniestra Villa Triste-, la espléndida novela de Magris se convierte a cada paso en un bello o apestoso palimpsesto que fluye de forma acompasada , natural, simultánea, conformando un gran y mestizo humus.
Víctimas y verdugos
Un humus donde el bien y el mal, la cobardía y el heroísmo, las víctimas y los verdugos, se confunden entre «rebaños humanos» indistinguibles. Una tupida maraña de zonas intermedias, ambiguas, de difícil comprobación y frecuentes falseamientos, de vacilante justicia terrenal y aberrantes ocultamientos que en novelas como Otro mar, o en la actual, ha caracterizado siempre su literatura. Una literatura de gran potencia y ferocidad, embriagadora e hipnótica , a mitad de camino entre el ensayo y la pura narración, entre el atestado y la investigación, entre el relato de aventuras y el cautivador poema épico.
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