aNTIUTOPÍAS
Gioconda Belli contra el esperpento
«Vino al mundo a deleitarse, y porque vive así jamás podrá ser desterrada»
Columna urgente para Nicaragua
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Iniciar sesiónNo hay un país en este mundo donde los poetas hayan tenido más relevancia pública que Nicaragua. Para bien y para mal, han estado siempre ahí, donde la historia revienta y hecha luces coloridas o sombras de esperpento. Han sido motor de cambios ideológicos, ... creadores de estilos continentales, doctrinarios fascistas, conspiradores tiranicidas, guerrilleros sandinistas, dictadores grotescos: un poco de todo. Basta con pensar en Rubén Darío, que puso a Nicaragua en el mapa con su modernismo francófilo, su antiyanquismo y su canto americanista, y en Rosario Murillo, la déspota esotérica que escribió poesía neovanguardista en los setenta, y luego, junto con su esposo Daniel Ortega, se dedicó a extirpar las libertades de Nicaragua y a desterrar a sus colegas escritores.
Si esto último lo hizo para quitarse de encima a rivales con más talento, el tiro le salió por culata. Su antigua compañera de armas y de letras en la lucha contra Somoza, Gioconda Belli, acaba de ganar el premio Reina Sofía de Poesía por el conjunto de su obra. Y sí, es verdad que mientras siga en pie la dictadura Belli no podrá volver a Nicaragua, pero a cambio ha ganado un lugar preponderante en otra patria, la de las letras, de la que Murillo ha sido por siempre desterrada, y no por despotismo sino por justicia estética. Los intentos de poesía exteriorista de la autócrata, una copia deficiente de la poesía de Ernesto Cardenal, caerán en el olvido, mientras que la obra sensual y vitalista de Gioconda se seguirá leyendo.
Fue lo primero que hice al enterarme de su premio, volver sobre esos poemas en los que habla del parto, la lactancia, la menopausia; del deseo femenino y la afirmación de la mujer sobre la vida. Belli usa la poesía como un espejo y eso es fascinante. Observa en ella cómo cambia su cuerpo, cómo el tiempo y la experiencia van haciendo su trabajo, a veces no del todo amable, sin por ello dejar de sentirse cómoda en su piel. «Soy llena de gozo, / llena de vida», decía. Gioconda no vino al mundo a compadecerse sino a deleitarse. Y quien así vive, nunca víctima, jamás podrá ser desterrada.
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