Medardo Rosso se libera de la alargada sombra de Rodin

La Fundación Mapfre reivindica al artista italiano como pionero de la escultura moderna

Picasso y Julio González: cuando la escultura se dibujó en el espacio

Medardo Rosso. 'Ecce Puer' [He aquí el niño], ca. 1920. yeso patinado © Museo Medardo Rosso, Barzio

Su nombre quizás no diga gran cosa al público, ni esté en todos los manuales de arte, pero fue un pionero de la escultura moderna. Artista de culto para sus colegas, sus obras, revolucionarias y libres, se adelantaron a las de nombres como ... Brancusi, Giacometti, Fontana o Thomas Schütte. También a futuristas como Boccioni. La Fundación Mapfre abre su temporada artística con tres exposiciones, una de ellas dedicada a Medardo Rosso (Turín, 1858-Milán, 1928), organizada en colaboración con el museo del artista en Barzio (Italia). La muestra «recupera la memoria de uno de los artistas primordiales del siglo XX. Lo que logró para el arte moderno y contemporáneo es insuperable», advierte su comisaria, Gloria Moure.

Visionario y adelantado a su tiempo, su antiacademicismo, su afán experimental, innovador, para la época le llevaron a ser un incomprendido y a sufrir el ostracismo. Ya apuntaba maneras en la Academia de Bellas Artes de Brera, donde fue expulsado por sus ideas políticas revolucionarias y por su aversión a seguir las normas. Además, tuvo la mala suerte de coincidir en París con Rodin, cuya sombra es tan alargada en la Historia del Arte que ensombreció a todos cuantos tenía a su alrededor. De ello saben Camille Claudel y el propio Rosso. La crítica de la época alentó la rivalidad entre ambos, debatiendo cuál de ellos fue realmente el verdadero renovador de la escultura. Rodin se llevó la fama y a Rosso le tocó cardar la lana. Hay quien cree que Rodin nunca hubiera hecho su 'Balzac' si no hubiera conocido a Rosso y su 'Corredor de apuestas'.

Se intercambiaron obras (un 'Torso' del francés por 'Mujer riendo' del italiano) y a menudo Rosso exhibía fotografías de esculturas de Rodin en sus exposiciones. Quizás para dejar claro quién era el más moderno de los dos. Aquella amistad se fue al traste. Cuando Rodin murió, Apollinaire escribió: «Rosso es ahora, sin lugar a dudas, el más grande escultor vivo. La injusticia de la que este prodigioso escultor siempre ha sido víctima no está siendo reparada».

Medardo Rosso. 'La conversación en el jardín', 1896-1897, bronce. Galleria Nazionale d'Arte Moderna e Contemporanea, Roma © Galleria Nazionale d´Arte Moderna e Contemporanea, Roma

Fiel a la figuración, sus esculturas no son un mero reflejo de la realidad. Lo que le interesaba no era representar una escena concreta, sino captar una idea, una visión fugaz, una emoción: el desamparo, la inocencia, la pobreza... Semejan obras abstractas. En las salas de la Fundación Mapfre hay que acercarse mucho para identificar las figuras o parte de ellas. El hecho de plasmar en sus esculturas la impresión de un momento que había contemplado llevó a que le encasillaran como un impresionista más. Algo que el propio Rosso siempre negó.

Otra de las características de su personalísimo trabajo es que hizo durante décadas variaciones y repeticiones de una misma pieza, pero siempre son obras únicas. En la exposición se exhiben los yesos, ceras y bronces (además de una técnica que combina yesos y ceras) de un mismo tema. Nunca son iguales. Son piezas de una extrema fragilidad, de ahí lo difícil de conseguir los préstamos. Sus esculturas son bidimensionales, pues deja sin modelar la parte trasera. Quería que el público las admirara frontalmente, como si fueran pinturas, y desde un lugar, una altura y con una luz determinados. Rosso solía instalarlas en su estudio sobre unos taburetes. En la muestra se hallan sobre unas estructuras de madera a la altura que quería el artista para que tengamos el punto de vista que él pretendía.

Medardo Rosso utilizó la fotografía, no como una forma de documentar su trabajo, sino como una parte más de su labor creativa. Cuelga una selección de esas instantáneas junto a las esculturas. Seguidor de las investigaciones de Muybridge y Nadar, de las imágenes de Degas..., Rosso es uno de los precursores del fotomontaje y el collage. Le interesan los efectos de la luz en sus trabajos: para ello incorpora a la fundición oxidaciones y distintas aleaciones.

Medardo Rosso. 'Henri Rouart', bronce. Kunstmuseum Winterthur, donación Galerieverein, 1964 © SIK-ISEA, Zürich (Jean-Pierre Kuhn)

La exposición, que no sigue un criterio cronológico, reúne tres centenares de piezas (esculturas, fotografías y dibujos). Para sus modelos, escogió a gente humilde y marginal, como ya hicieran Toulouse-Lautrec en sus pinturas y Beaudelaire en sus novelas: cantantes de cabarets, jugadores, prostitutas... Zola le compró una pieza. Los niños son protagonistas en su producción. En 1885 nació Francesco, su único hijo, del que vivió alejado mucho tiempo. Ese mismo año crea 'La Edad de Oro', en la que una madre besa a su hijo. Después vendrían 'Niño al sol', 'Niño judío', 'Niño enfermo' o 'Ecce Puer' (He aquí el niño), una de sus obras más destacadas. Retrato del nieto de un magnate y coleccionista inglés, el encargo fue rechazado. Sin embargo, es una pieza de culto para artistas como Juan Muñoz o Giovanni Anselmo, que la definió como «una escultura que se niega y se cancela a sí misma». Una versión en bronce se halla sobre la tumba de Rosso.

También se incluyen en la exposición retratos de sus dos grandes mecenas (Henri Rouart y Madame Noblet), así como el único de los tres grupos escultóricos que ha sobrevivido: 'La conversación en el jardín'. Inmigrante en Francia (se marchó a París en 1889), desarraigado, no regresó a Italia hasta 1920. Falleció en Milán en 1928.

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