Annie Leibovitz e Isabel II, anatomía de una sesión fotográfica que pasó a la historia

Es la primera fotógrafa de los Estados Unidos en ser convocada para fotografiar a la monarca más longeva

Annie Leibovitz hará dos retratos de los Reyes para el Banco de España. Su precio: 135.000 euros

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Annie Leibovitz en una imagen de archivo EFE/Frank Rumpenhorst

Ivannia Salazar

Corresponsal en Londres

«Estoy nerviosa en cada sesión». Esta confesión, por increíble que parezca, se la hizo Annie Leibovitz a la revista Vogue, con motivo de una entrevista sobre las fotografías que le tomó a la Reina Isabel II en el 2007, la primera de las ... dos ocasiones en la que fue llamada -la segunda, en el 2016- para inmortalizar a la monarca ya fallecida. Cuesta imaginar nerviosa a esta fotógrafa estadounidense de 74 años que ha dejado su indeleble huella en el tapiz del relato visual de los siglos XX y XXI y que a través de su lente, una suerte de varita mágica, ha conjurado narrativas evocadoras de personajes famosos y ha inmortalizado momentos únicos, como cuando tomó la última foto de John Lennon, junto a Yoko Ono, antes de ser asesinado. Fue además la primera de los Estados Unidos en ser convocada para fotografiar a la monarca más longeva.

«Para esa primera sesión, quería un retrato directo e inteligente. Pensé que esta sería mi única oportunidad de fotografiar a la reina». Ella la quería montando a caballo en Windsor, pero «me asignaron menos de media hora» en Buckingham. «Me mostraron catálogos de su ropa y joyas y me pidieron que eligiera lo que usaría». Entre su selección estaba el oscuro manto con el que el artista británico Cecil Beaton la fotografió en 1968, aunque su primer posado frente al también pintor fue en 1942 y durante las siguientes tres décadas siguió recibiendo llamadas desde Palacio, pese a que como él mismo declaró una vez, «las dificultades son grandes. Nuestros puntos de vista, nuestros gustos… son tan diferentes. El resultado es un compromiso entre dos personas y el destino juega un papel importante».

Para Leibovitz, la experiencia fue parecida. La reina llegó tarde a la sesión, su humor no era el mejor y por si fuera poco tuvieron un desencuentro inicial porque Isabel II llevaba una tiara y la fotógrafa quería que se la quitara. Después, al admitir que estaba usando a Beaton como referencia, la soberana le dijo a Leibovitz: «Tienes que encontrar tu propio camino». Al final, tras los malentendidos, la sesión salió bien, pero no como para creer que la llamarían de nuevo una década después. Aunque esta vez, la sesión transcurrió sin tiara, y la reina, una abuelita de 90 años, estaba rodeada de sus nietos y de sus perros, relajada frente a la cámara de una de las artistas más destacadas de la historia de la fotografía, que, pese a ellos, salió de la sesión pensando que «no sé si hice lo correcto».

Pero Isabel II también se sentía vulnerable, según expresó la artista, que detalló como las dos compartieron un momento íntimo durante la primera sesión, cuando la reina le dijo a Leibovitz que pensaba que su difunta hermana, Margaret, habría sido una mejor opción. Leibovitz contó que se echó a llorar al recordar aquellas palabras: «Ella pensaba que no era lo suficientemente buena». Parte de la magia, sin embargo, es que las fotos son un relato de la fuerza, el poder y la humanidad de la reina, tanto como de su fotógrafa.

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