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Duchamp, jaque mate a la tradición

La Fundación Miró explora la relación entre el ajedrez y las vanguardias artísticas

Duchamp juega a ajedrez con Julian Wasser en el Museo de Pasadena en 1963 ABC

MARÍA GÜELL

«He llegado a la conclusión de que, si bien no todos los artistas son jugadores de ajedrez, todos los jugadores de ajedrez son artistas». Esta sentencia que forma parte de una conferencia que impartió Marcel Duchamp en el banquete de la New York State Chess Association justifica «Fin de partida: Duchamp, el ajedrez y las vanguardias», exposición que se puede ver en la Fundación Miró de Barcelona hasta el próximo 22 de enero gracias a la colaboración de la Fundación BBVA.

Su comisario, Manuel Segade, subraya que de las ochenta piezas que completan esta muestra algunas son obras fundamentales de la historia de las vanguardias. «Hemos reconstruido las corrientes vanguardistas del siglo XX a través de su relación con el ajedrez y el hilo conductor es el artista francés Marcel Duchamp », señala el comisario.

Detalle del ajedrez blanco realizado por Yoko Ono en 1966 INÉS BAUCELLS

La influencia del ajedrez es infinita. «Tenemos diferentes piezas curiosas como esta foto de Carlos Pérez de Rozas del Archivo Fotográfico de Barcelona donde vemos el primer torneo de ajedrez femenino de España en 1932 o la primera película en la que aparece una partida de ajedrez y en la que los dos contrincantes se enfrentan».

En la sala de bienvenida los documentos históricos se entrelazan con obras de los inicios de Duchamp, primeros pasos artísticos que quedan muy bien resumidos en el cuadro «La partie d’échecs», una estampa bucólica y familiar del artista junto a su familia en la campiña francesa. «En la línea de que los objetos pueden ser obras de arte hemos elegido un perchero de madera que tiene mucho significado, porque formaba parte del taller de Duchamp. Él lo tituló “Trebuchet”, en honor a un movimiento de ajedrez, y estaba colocado estratégicamente en el suelo para provocar que alguien tropezara al pisarlo», revela Segade.

Arte para el pueblo

El segundo apartado de la muestra está dedicado a «El ajedrez y el arte para el pueblo». Abre la sala una reconstrucción de una mesa con sillas y tablero incorporados. «Estas mesas formaban parte de los cafés para los obreros y en concreto esta mesa es una proyecto de Rodchenko en la que el tablero es rojo y negro con claro predominio del rojo en honor al triunfo del comunismo», aclara Segade. Paul Klee nos muestra un tablero con algunas concesiones, Delaunay también juega con las formas cuadriculadas y el precursor del surrealismo, Giorgio de Chirico, introduce suelos de damero en sus pinturas metafísicas.

Una visitante pasa por delante de «Überschach», de Paul Klee (1937) INÉS BAUCELLS

Vassili Kandinsky y Sonia Delaunay también se suman a este diálogo entre el ajedrez y las  vanguardias artísticas que abarca sesenta años –de 1910 a 1972– y reúne juegos de ajedrez históricos realizados por Alexander Calder y Max Ernst así como piezas de Miró y Mondrian y una videoproyección de la partida «electroacústica» que jugaron Duchamp y John Cage en 1968.

Porque, mientras que arte y ajedrez hicieron buenas migas, Duchamp llevó su pasión a un plano superior. Jugador profesional, participó en campeonatos en toda Europa y fue seleccionado como miembro del equipo nacional francés para la V Olimpiada de ajedrez en Folkestone, Inglaterra. «Su mala clasificación en las olimpiadas le llevó a abandonar el juego, empezó su producción literaria sobre el ajedrez y se convirtió en columnista para el diario francés “Le Soir” y publicó junto a Man Ray en 1933 un libro de retratos de maestros del ajedrez», añade Segade. Tan lejos llevó Duchamp su pasión ajedrecista que, cuando falleció en octubre de 1968, su obituario se publicó en «Le Figaro» no en la sección de necrológicas, sino en la sección de ajedrez.

El surrealismo también fue amigo de este juego que en su versión de competición está considerado como un deporte. «”El espacio psicoanalítico del tablero”, examina cómo con el surrealismo el ajedrez se convierte en un espacio de subversión de las propias leyes de su tablero-mundo. Vemos piezas de Man Ray, Muriel Streeter y de Mercè Rodoreda, en su faceta de pintora», relata el comisario de la muestra. No podemos abandonar la Fundación Miró sin pararnos ante el Ajedrez Blanco de Yoko Ono, una reproducción de la instalación que hizo en 1966 para reflexionar sobre este juego desde el punto de vista de la confianza.

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