Frank Gehry, el espacio encontrado
Arturo Franco, arquitecto y crítico de arquitectura, analiza la figura del nuevo Premio Príncipe de Asturias de las Artes
Arturo Franco
Marge , la mujer con más sentido común de Springfield, decide escribir una carta al arquitecto más famoso de Estados Unidos para que proyecte una sala de conciertos en su pequeña ciudad. La carta llega a un buzón de Santa Mónica, California. El buzón de ... una casa convencional americana transformada según convicciones deconstructistas en 1978 por Frank Gehry a los 49 años de edad. Como cada mañana, el arquitecto se levanta, sale a recoger el periódico y a revisar el buzón. Facturas, facturas, más facturas, y una carta de Marge Simpson desde Springfield...
«Estimado señor Gehry, ¿querría usted construir una sala de conciertos para nuestra ciudad? Tal vez no sea la ciudad más grande, ni la más bonita, pero somos la primera ciudad en el país que abandonó el sistema métrico». Ahí es nada.
Frank Gehry, en un primer momento, desprecia la propuesta, arruga la carta y la tira al suelo. El hombre, pensativo, mira el papel arrugado en el suelo y descubre, en él, como por casualidad, un proyecto de arquitectura. Se dice a sí mismo: «Frank, ¡eres un genio!». El edificio perfecto para Springfield. Esta escena que todos conocemos podría parecer una broma inteligente más de la familia Simpson, pero lo cierto es que resume, de la mejor manera, la importante aportación de Frank Gehry al mundo de la arquitectura. La arquitectura ya no debe parecer arquitectura o, dicho de otro modo, cualquier cosa puede ser considerada arquitectura. Se trata de encontrar la escala adecuada y su relación con el hombre. Algo nada fácil.
Pensemos en Duchamp o Beuys , pensemos en Malevich o Kandinsky , pensemos en Picasso o Braque , y lo que ellos supusieron para su disciplina en un momento determinado.
Gehry ha seguido el camino paulatino de la deconstrucción de la propia arquitectura. Como en una mesa de laboratorio, primero la estudia, luego la corta, la separa y la tuerce, hasta conseguir aislar todos sus componentes. Más tarde prescinde de aquellos puramente estilísticos, de todos los que puedan proceder de un aprendizaje cultural. Una deconstrucción que le ha llevado lentamente de un conocimiento profundo de la arquitectura clásica y del lenguaje formal del movimiento moderno a la pérdida total de los referentes
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