Escultura que hace pis, no gracias
Varios colegios norirlandeses excluyen un robot mecánico desnudo de dos metros de su visita a las obras finalistas del prestigioso premio Turner, expuestas en Londonderry (Ulster)
Escultura que hace pis, no gracias
La obra del artista David Shrigley parte de un evidente afán humorístico, pero un desnudo es un desnudo en la muy católica Irlanda del Norte. Los organizadores del Premio Turner de arte contemporáneo, que cada año concede la Tate, han elegido la selección de finalistas ... más polémica e interactiva de su historia para llevar por primera vez su exposición previa y la ceremonia al Ulster. Y en Londonderry, escenario de algunos de los episodios más graves del conflicto norirlandés, el gigante de dos metros que hace pis en un cubo no ha caído bien.
El galardón será anunciado el 2 de diciembre desde un viejo cuartel
La segunda localidad más importante de la región (Derry para los católicos) alberga desde ayer en unos viejos dormitorios de un cuartel la muestra que permite conocer a los cuatro artistas seleccionados este año para la recta final del prestigioso premio, que será anunciado en ese mismo lugar el próximo dos de diciembre. Es la primera vez que el premio viaja fuera de Inglaterra. Y la distancia del Londres cosmopolita que lo vio nacer es aquí mucho mayor que en Liverpool o Gateshead, las otras localidades que ya han presentado el premio.
El artista David Shrigley, de 45 años y residente en Glasgow (Escocia), es conocido por sus dibujos humorísticos y por los chistes que inserta en postales y revistas, aunque es autor también de películas de animación, fotografías y esculturas. Una de sus obras más llamativas es un perro con una pancarta que dice: «I am dead» (Estoy muerto). Nada que no puedan digerir los baqueteados estómagos acostumbrados al arte contemporáneo.
Los colegios piden una visita «Sin Shrigley»
Pero varios colegios de Londonderry han decidido no aceptar su invitación a sentarse frente a un gigante que orina a cada 16 parpadeos y dibujar algo inspirados en este David de pelo negro y proporciones escuálidas. Las obras resultantes son expuestas a su vez junto a la escultura. Según varios diarios locales, ocho de los nueve centros escolares que tenían previsto visitar la exposición en sus primeros dos días habían marcado la opción «Sin Shrigley».
El proyecto del artista implica que, por primera vez, trabajos realizados por el público formarán parte de una pieza finalista del Turner. «Los dibujos son parte de la obra de arte. La idea es que la gente pueda llevarse un trocito de la obra. Espero que disfruten tratando de averiguar de qué va todo esto», declaraba ayer Shrigley. Además, se reserva el derecho a censurar aquellos dibujos de los visitantes «que vayan realmente contra la decencia y el buen gusto».
Pero, por ahora, muchos escolares están esquivando conocer a su robot mecánico y su escatológica invitación al dibujo. «Hemos sido muy claros con los profesores de que hay un desnudo porque somos una sociedad muy conservadora», ha explicado Fiona Kane, responsable de las actividades en torno a la capitalidad cultural de Derry-Londonderry en Reino Unido en 2013.
Sobre la elección de Derry como sede del Turner este año, Penelope Curtis, directora de la Tate Britain, ha explicado que «queríamos que el premio sea más diverso y Derry era el lugar adecuado, al ser la Ciudad de la Cultura de este año». «En Londres tenemos mucho arte contemporáneo, y a Derry llega menos», cree. Sin duda, la ciudad está asociada a los peores episodios del conflicto norirlandés.
Precisamente, fue del antiguo cuartel de Ebrington que ahora alberga la exposición de donde salieron las tropas responsables de la matanza de civiles del Domingo Sangriento el 30 de enero de 1972. Como muestra de lo abiertas que están todavía aquellas heridas en el Ulster, esta misma semana se sabía que la policía norirlandesa podría interrogar y detener ahora, 40 años después, a una veintena de paracaidistas británicos retirados a los que se acusa de ser responsables de la muerte aquel día de 14 civiles desarmados.
Primera finalista negra
Entre los otros tres finalistas al Turner destaca Lynette Yiadom-Boakye, londinense de origen ganés de 35 años que es la primera artista negra en llegar a la final del Turner. El galardón fue creado en 1984 para premiar la mejor exposición de un artista de menos de 50 años nacido o residente en Reino Unido. La artista ha sido seleccionada por su exposición en la Chisenhale Gallery, y presenta seis retratos de personas imaginarias, que pinta a base de recuerdos e imaginación bajo la apariencia de retratos clásicos.
Otra mujer, la francesa Laure Prouvost, nacida en Lille en 1978, ha sido elegida por sus instalaciones y cortometrajes, que recibieron el premio Max Mara para mujeres en 2011. Su último trabajo, Wantee, fue expuesto en la exposición sobre «Schwitters en Gran Bretaña» organizada este año por la Tate Britain. El año pasado, Elizabeth Price se convirtió en la cuarta mujer en hacerse con el premio de arte contemporáneo más importante de Reino Unido, y con los 30.000 euros que le acompañan.
El cuarto finalista, el germano-británico Tino Sehgal, nacido en 1976, refuerza el componente participario de esta edición, destacado por Rachel Campbell-Johnston, crítica de arte de «The Times». «Este año la exposición del Turner te coge de las solapas y te arrastra hacia dentro, la participación es una prioridad», dice. Un terreno conocido para Sehgal, residente en Berlín, que el año pasado llenó la Sala de Turbinas de la Tate Modern con 50 desconocidos que abordaban al visitante para contarle una historia, a modo de desahogo psicológico.
En su performance «This is Exchange» (esto es intercambio), Sehgal propone una «situación construida», que no puede ser grabada ni fotografiada, para debatir de desarrollo sostenible. Y ofrece al visitante la posibilidad de canjear sus opiniones sobre de economía por dos libras, que puede recoger a la entrada. Según «The Times», solo 4-5 personas reclamaron su recompensa a la salida el primer día. Demasiada interacción para una sociedad forzada a caminar con la cabeza gacha por décadas de violencia.
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