LADRÓN DE FUEGO

Voluptuosidad del mal

Thomas de Quincey escribió 'Confesiones de un inglés comedor de opio', inaugurando un modelo moderno de escritura confesional, que más tarde iba a fascinar a Edgar Allan Poe o a Charles Baudelaire

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Thomas de Quincey escribió 'Confesiones de un inglés comedor de opio', inaugurando un modelo moderno de escritura confesional, que más tarde iba a fascinar a Edgar Allan Poe o a Charles Baudelaire. He aquí una tríada de malditos donde la exploración ... es a menudo el extravío. De Quincey vio en el consumo de opio no una torcida lujuria recóndita sino un derrotero hacia lo sublime oscuro.

Frecuentaba así la visión, o la pesadilla, dos éxtasis de precipicio que fueron hábito en Baudelaire, que tradujo al francés a De Quincey, y lo incorporó bajo condición de maestro en 'Los paraísos artificiales'. El opio no llega a ser eje o llave en la obra de Poe, pero los viajes alterados y la bruma alucinatoria, o casi, asoman de trasfondo en relatos como 'Ligeia' o 'Berenice'.

Nos dejó dicho Borges que el mundo es una actividad de la mente, y Thomas de Quincey lleva la iluminación aún más lejos, porque explora en la mente una vida secreta. En su ensayo irónico 'Del asesinato considerado como una de las bellas artes', De Quincey trató el asesinato como una disciplina estética. Esta suspensión de la moral influyó abiertamente en Poe, quien en cuentos como 'The Tell-Tale Heart' o 'The Black Cat' convierte el crimen en una experiencia íntima, a la que da narración el propio asesino.

Baudelaire recogió esta estética de la transgresión en 'Las flores del mal', donde lo corrupto incluye la belleza. El estilo sinuoso y visionario de Thmas De Quincey sirvió de bisagra entre el romanticismo introspectivo y una modernidad literaria cruzada por la angustia, la ciudad, la decadencia y el subconsciente.

Poe dio ancla a esta transición en la narrativa. Baudelaire, en la poesía, inaugurando la poesía moderna. De Quincey, Poe, Baudelaire. He aquí un trío de alternativas que a veces son la misma: el transporte de los sentidos, el límite de infinito, la atmósfera de la alucinación, pero de una alucinación que tiene a menudo en lo cotidiano la furia de lo desconocido. En el mal reside la voluptuosidad, escribió Baudelaire. Pudiera ser la frase una autoría de Thomas de Quincey, precursor decisivo de las sensibilidades malditas y modernas.

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