La verdadera efigie de Calderón de la Barca
La tumba del escritor estaba presidida por un retrato suyo, algo insólito en su tiempo y que da buena cuenta del afecto que se le profesaba
Detalle de una fotografía de finales del XIX del retrato de Calderón que acompañó su tumba hasta su desaparición en 1936
Cuando Calderón fue enterrado en 1681 en la iglesia de San Salvador de Madrid, tal y como él mismo había solicitado en su testamento, el monumento fúnebre que se le dedicó, todo un alarde en la época -cuando los escritores aún no eran iconos, ... si es que alguna vez lo fueron-, se acompañó de un retrato realizado ese mismo año.
La decisión de adornar su tumba con una imagen fue tan sencilla como insólita, pues era rarísimo que se le concediera tal honor a un literato. Sea como fuere, aquella pintura acompañó al cuerpo de Calderón en su particular odisea, pasando por cada uno de los seis lugares donde pararon sus huesos. Este cuadro estuvo, por tanto, en la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores , en Madrid, de donde desapareció con la quema del templo por parte de las milicias republicanas en 1936.
A estas alturas no sabemos si esta obra se calcinó, fue saqueada o si también se tapió junto a los restos del dramaturgo: para eso habrá que esperar a los resultados de la búsqueda emprendida esta misma semana en la iglesia . Lo que sí sabemos es que, por suerte, fue fotografiada a finales del siglo XIX, y que gracias a eso hoy aún podemos ver las facciones de un Calderón cercano a la vejez pero no moribundo, ni mucho menos: el cuadro se entregó en 1681, pero lo lo mostraba bastante más joven de lo que era en ese momento (81 años).
Detalle del retrato del Museo Lázaro Galdiano que se ha confundido con el de Calderón de la Barca
«El caso de Calderón es una excepción. El hecho de que se pusiera un retrato en su tumba fue un verdadero adelanto, pues a los autores se les canoniza más tarde. Es una muestra muy clara del afecto que se le tenía. Estaba muy relacionado con la Casa Real y con los grandes de su tiempo», subraya Rafael Zafra , miembro del Grupo de Investigación Siglo de Oro de la Universidad de Navarra, que ha publicado un artículo en el que repasa las diferentes representaciones (caras) que nos han llegado de Calderón. En su opinión, este es cuadro perdido es muy importante, pues casi todos los restantes que conservamos «proceden directamente de él». Es más: puede considerarse que es su «verdadera efigie».
En su estudio, Zafra señala, además, uno de los errores más repetidos en relación a Calderón: creer que el «Retrato de clérigo» del siglo XVII conservado en el Museo Lázaro Galdiano plasma al autor de «La vida es sueño». Esto se debe a un fallo en la catalogación del lienzo que se corrigió en los años setenta, y que desde entonces aparece reflejado en la ficha de la institución, pero que se ha reproducido tantas veces que todavía hoy se repite el gazapo incluso en las portadas de algunas de las ediciones de sus textos.
Posible retrato de Calderón realizado por Antonio Pereda
También recuerda Zafra que el sobrino de Calderón, José, recibió en herencia un retrato de su tío. Aunque se sabe poco de esta efigie, él sostiene que podría mostrar al poeta en la cincuentena, siendo ya sacerdote y, por tanto, vestido con ropa talar. Existe la posibilidad de que esa obra fuera un conocido cuadro firmado por Antonio Pereda , que hoy permanece en paradero desconocido, presumiblemente en alguna colección privada. «La calidad del retrato, el verosímil parecido con otras imágenes conservadas de Calderón, como se puede apreciar a simple vista, y el buen hacer y conocimiento de quienes tuvieron acceso a la obra y la catalogaron, podría confirmar la adscripción a nuestro personaje», opina el estudioso, que añade que habría que analizar el original para constatar tal afirmación.
En la Biblioteca Nacional se guarda un tercer retrato de Calderón, aunque lo más probable es que se trate de una copia del que estaba en su tumba, porque los parecidos son demasiado evidentes.
Detalle del grabado de Calderón realizado por Pedro Villafranca
Más allá del lienzo (se desconoce si existe alguno más), su rostro también apareció en las páginas de sus publicaciones. De hecho, la única de las imágenes de Calderón conservadas de la que hay total certeza de que fue vista por él mismo es el grabado de Pedro Villafranca que encabezó la primera edición de sus autos sacramentales, que salieron a la luz en 1676. Esa imagen, apunta Zafra, también habría salido del famoso retrato de la tumba de Calderón, aunque en este caso el grabador había envejecido al retratado, que aquí aparece más arrugado, más vetusto, como si le hubiesen aplicado un lifting , pero del revés. Filtros de otro mundo, por supuesto.
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