El dedo de Calderón resolverá el misterio de sus restos mortales
Esta mañana comenzó en Madrid la búsqueda de los huesos del dramaturgo, que de hallarse se someterán a un cotejo genético
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Iniciar sesiónEsta es la historia de una hipótesis que merece ser comprobada para demostrar, al fin, que la vida siempre supera a la ficción, o que por lo menos la iguala. Todo empieza a mediados del siglo XX, con las palabras de un sacerdote moribundo que ... asegura que los restos de Calderón de la Barca no se perdieron, como se creía, durante la Guerra Civil, con la quema y saqueo de la iglesia donde reposaban. Este hombre dice que él mismo los había mandado emparedar tiempo atrás, por precaución, pero igual que ocurre en las películas, muere justo antes de revelar su paradero exacto. Su testimonio quedó recogido en un libro, y con el paso de los años cayó en el olvido. Esto fue así hasta que dos profesores de la Universidad San Pablo CEU, Pablo Sánchez Garrido y María Ángeles Varela Olea , llegaron a él y se empeñaron en comprobar su veracidad. Por eso hoy, poco después de la misa de las doce, la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, en Madrid, parecía más un plató de televisión que un lugar de culto. No era para menos: acababa de comenzar la búsqueda de uno de los grandes autores de las letras españolas.
Ambos investigadores se paseaban por allí contentos, relatando una y otra vez su hipótesis, su historia, una gran historia. «Una revelación de tal tipo, de un sacerdote a su superior en su lecho de muerte, no deja lugar a dudas –confirmó a ABC Sánchez Garrido–. No dudamos de esa revelación, la cuestión es que los restos pudieron calcinarse, o quizás alguien los descubrió cuando la iglesia se utilizó como almacén durante la guerra». «Sospechamos que los restos pueden estar en la capilla lateral, donde estaban en un principio, pero tras una pared», añadió Varela Olea.
Para encontrar a un muerto tras los muros de un templo hace falta, además de dinero y tiempo y ganas, un buen equipo de georradar. Luis Avial , que ya participó en la «caza» de Cervantes, allá por 2015, ha sido el elegido para este trabajo, que consiste en peinar de arriba abajo el edificio para localizar a Calderón o, como mínimo, constatar que allí no está. «El objetivo es salir de aquí sin dudas», resumió el geofísico.
Fue él quien explicó el «modus operandi». Con su equipo, formado por otras tres personas, va a escanear el edificio con una cámara infrarroja cercana al espectro visible, una termografía infrarroja y un georradar . Esto último es lo importante, porque nada escapa a la precisión de ese cachivache con aspecto de mopa tecnologizada, que funciona a través de señales de radiofrecuencia. La máquina alcanza una resolución de mil megahercios, que por lo visto es muchísimo. Ahí va un dato más asequible: en un solo metro cuadrado aporta veinte mil puntos de información. Con eso se detecta cualquier cosa que se haya tapiado, por supuesto.
«A ver si ahora aparecen otros cadáveres y esto empieza a ser una novela policiaca», bromeó el párroco, Jesús Arribas .
El proceso será largo, sin duda. Trabajarán todos los días de doce y media a seis de la tarde, y necesitarán unas diez jornadas para completar el barrido. Si descubren algo, los arqueólogos tendrán que revisar la extracción, y después pueden pasar varias cosas. Por ejemplo, que allí esté la urna de caoba con una lira dibujada donde se guardaron sus huesos, con lo que no habría muchas dudas con su identidad. Sería lo óptimo, y aún así habría que hacer un cotejo genético con el dedo del dramaturgo (un metacarpo de la mano derecha, para ser exactos) que se conserva en el Instituto del Teatro de Barcelona desde 1919, y del que en principio se podría extraer ADN. «Está muy documentado», precisó Sánchez Garrido. Es maravilloso: otro detalle de película.
Una vez hallado, habría que ver qué se hace con Calderón, aunque la idea es no moverlo más, que bastante ha tenido con sus numerosas exhumaciones. «Queremos devolverlo a su sitio. En la medida de lo posible estaríamos encantados de que esto fuera un eje cultural para Madrid», comentó a este periódico Jesús Folgado , vocal de la Congregación de San Pedro Apóstol, institución heredera del dramaturgo. También tendrían que cambiar la placa que ahora dice que sus restos desaparecieron en 1936. «Estaremos encantados de hacerlo», añadió el clérigo.
Puede ocurrir, porque la vida es injusta y a veces sosa, que no aparezca nada. Entonces, se rastrearían todos los edificios anexos a la iglesia, como el hospital de ancianos. La eternidad debe ser eso: que no te dejen de buscar aunque te hayas muerto trescientos años antes. Que tu polvo sea una reliquia.
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