«Vales lo que tu último artículo. Y aún no tengo el de mañana...»
Aún cuando Ignacio Camacho escribía, en unas prodigiosas estampas del verano marbellí en ABC hace dos lustros, sobre el bar de Dinio, la túnica de Rappel o el oficio de palanganero en elMilady Palace, su madre nunca perdió la esperanza de que su hijo ganara ... algún día el Cavia; ayer el hijo hizo realidad el sueño de su querida madre. Con su columna «La enfermedad del olvido» (ABC, 6/12/2009), el periodista nacido en Marchena (Sevilla) rescató \[cincelando una imperecedera raya en el agua\] de la bruma de la muerte y del alzheimer a nuestros padres constitucionales (Cisneros, Solé Tura, Suárez). Ignacio Camacho obtenía así, por mayoría, el premio Mariano de Cavia, el más prestigioso de la Prensa en España.
—Es más que un honor —reconoce—. El prestigio de este premio es el de un periódico que constituye una leyenda de la prensa española, y a cuyo cuerpo de periodistas me llena de orgullo pertenecer. Da un poco de vértigo, de miedo escénico, verse en una lista donde están los grandes nombres de un siglo de periodismo. Me honra especialmente, como filólogo de origen, que el jurado haya estado presidido por el director de la Real Academia, Víctor García de la Concha. Yo interpreto este premio como un estímulo más que como un reconocimiento. Con 52 años, y después de haber sido director de ABC y ganado el Ruano y el Cavia, uno tiene que saber eludir la tentación de recrearse en lo hecho. Por fortuna, esta profesión del periodismo permite comenzar cada día de cero. Ésa es su grandeza, que nunca te puedes creer nada. Vales lo que tu último artículo. Y aún no tengo el de mañana… Lo único que lamento es que este año no pueda estar Guillermo Luca de Tena en la ceremonia de entrega. —Su artículo es un tributo a nuestros padres constitucionales. ¿Qué les debemos los hijos?
—La democracia, que no es poca cosa, porque aunque la construimos entre todos fueron ellos quienes le dieron forma política y jurídica, y les debemos una lección de generosidad civil. Eso que llamamos el consenso no fue más que un esfuerzo de acercamiento de unos españoles a otros, y se echa de menos en la actualidad.
—¿La Constitución del 78 debe aherrojar los viejos demonios cainitas del rencor y la sangre?
—Aherrojar es encerrar, encadenar, que fue lo que lo hizo la Constitución: sujetar, esperemos que para siempre, nuestros peores demonios históricos. Lo cual no quiere decir que no se pueda reformar, siempre que se respete ese espíritu.
—¿A qué viene hoy tanto rupturismo retroactivo?
—Porque el zapaterismo, de forma consciente o inconsciente, yo creo que consciente, apela a la legitimidad republicana como un bucle melancólico frente al espíritu refundador de la Transición. Me parece un error, y un error de los que se pagan, porque equivale a soslayar un éxito para volver a un fracaso.
—¿La Transición ha sido el periodo más fecundo de audacia?
—Y de inventiva y de resistencia. Más concordia. Hoy falta un poco, bastante, de todo eso en nuestra vida pública.
El columnismo es, para Ignacio Camacho, no descansar, un sitio y una frecuencia; trazar una magistral raya en el agua 365 días al año por su profundo respeto al lector que paga religiosamente por su periódico, ora invierno-verano; ora truene-llueva. ABC del periodismo. Pura delicia.
—El respeto al lector es fundamental en este oficio. Y más hoy en día, donde el lector de papel es casi un resistente, un militante de la prensa escrita.
—En su discurso de recepción del premio González Ruano confesó que usted venía del fango de las trincheras y del turbulento Campo de Agramante, maravillosos terrenos abonados para el mejor periodismo .
—Los periodistas somos como el Tenorio, que subía a los palacios y bajaba a las cabañas. Es un privilegio el de ser testigos que debemos ejercer con conciencia de que sólo somos eso, testigos. Vemos contamos, interpretamos, analizamos. Pero no nos corresponde intervenir más allá. Creo que era el maestro Scalfari el que decía eso de que un periodista es gente que cuenta a la gente lo que le pasa a la gente. En el periodismo moderno, contar debe entenderse también como interpretar, ayudar a entender.
- La generación literario-columnista que hoy frisa los 50, ¿de quién es hija?
—Tengo dicho y escrito que sobre todo de Umbral, que a su vez lo era de Cavia y Ruano, pero por fortuna tenemos otros «padres», y la mayoría están vivos: Alcántara es el más patricio de ellos. También hay algunos hermanos mayores, como Raúl del Pozo o Antonio Burgos, y un abuelo ilustre, mi llorado predecesor Jaime Campmany.
—¿La columna es el soneto del periódico?
—Sí. Una composición cerrada, corta, un ejercicio de estilo y de ideas que necesita un buen arranque y un buen final. También hay quien lo ha definido como un relato en 500 palabras. Yo creo que, además de eso, es uno de los principales valores añadidos de la prensa escrita.
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