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ABC Cultural

Nunca termina nada

Tiempo perdido y recuperado

Miss Kenton y Stevens habían compartido los mejores años de Darlington Hall, los años felices de Lord Darlington. Entre ellos había nacido una difícil relación pero, también, una atracción tan extravagante como esquiva

Una imagen de «Lo que queda del día» ABC
Fernando R. Lafuente

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Stevens contempló cómo Miss Kenton (ahora, Mrs. Benn) se alejaba en el lóbrego autobús municipal de Weywoouth, y repitió esas palabras que le obsesionaban durante su viaje al Sur, en busca de un imposible: «Sólo veo el resto de mis días como un gran vacío ... que se extiende ante mí». Recuperar el tiempo perdido, mostrarle a Miss Kenton ¿su amor? Pero, ¿Stevens sabía cómo se mostraba amor, deseo, pasión a alguien? Su vida había sido soledad, contener, precisamente, los deseos más elementales; exhibir una lealtad a sus señores inalterable y atormentarse en esas horas en las que un solitario whisky, una música ligera y la lectura de libros de Historia ocupaban lo que denominaba para él: lo que queda del día. Miss Kenton, mientras el autobús se perdía en la oscuridad de una noche lluviosa, le miró tras la ventanilla y las miradas se cruzaron como si ahí sellaran un último adiós.

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