Salvador Illa: «A final de año tendremos buenas noticias»

—Pues sí que empezamos bien. ¿Café?

—Varios litros, gracias. Pero usted nos encerró. Y no es adulto enfrentar los problemas quedándose en casa.

—Es raro, pero es lo único que ha servido para controlar la pandemia.

—Usted me dejó sin restaurantes.

—Los países que no han hecho confinamiento no han controlado la situación.

—Mi venganza es que hemos mandado al Español a Segunda.

—Soy del Español por motivos familiares y no voy a dejar de serlo por este momento difícil.

—¿Qué es más difícil, que el Español suba a Primera con el chino o recuperar la economía con Pablo Iglesias en el Gobierno?

—Hombre, espero que el Español suba la temporada que viene. La economía, aunque tendremos meses difíciles, se recuperará con el impulso de Europa.

—Yo para pasar el confinamiento hice dieta y me enganché a un absurdo juego de parchís por internet.

—Yo, cuando se pudo, salí a correr tres cuartos de hora al día.

—¿Cómo que cuando «se» pudo? ¡Si era usted el que decidía lo que podíamos y no podíamos hacer!

—No vaya tanto de víctima que a mí también me gustan los restaurantes, y también tuve que dejar de ir.

—Sorpréndame.

—Koy Shunka en Barcelona interpreta la cocina japonesa con mucho esmero.

—Y compartimos coctelería, ministro.

—Efectivamente. Me gusta Dry Martini. También me gusta para cenar, dentro, en el Speakeasy.

—¿Alguna serie?

—Chernobyl, con un compañero del ministerio.

—¿Hombre, ministro, no tenía suficiente con el Covid?

—Me relajaba ver cómo reaccionaban a una desastre como aquel.

—Pues vaya relax. Ahora entiendo los estados de alarma y el encierro. ¡Chernobyl! ¡Ya podía haber visto ni que fuera El ala oeste, como los socialistas hacen! ¿Entiende que le odiáramos?

—Entiendo que hicimos lo que pudimos para frenar los contagios.

—El lío de las mascarillas.

—Es verdad que no teníamos, pero no fue por eso que dijimos que no eran necesarias. Seguimos las indicaciones de la OMS, que en aquel momento no recomendaba llevarlas.

—El comité de expertos que no existe.

—Sí que existe. Está formado por el doctor Simón, que lidera el comité científico, por funcionarios del CAES y otros asesores de diferentes ámbitos: es un equipo multidisciplinar, y no todo el mundo quiere que se sepa su nombre.

—Usted es creyente. ¿Tiene algún sentido un funeral sin Dios?

—He de decirte que el acto me emocionó. Fue breve, emotivo, medido.

—Pero sin Dios.

—Hay diferentes confesiones.

—Ministro, que somos España.

—Hay que respetar todas las sensibilidades.

—Menos la católica.

—Mire, le diré una cosa. Lo que más me costó durante el confinamiento fue prohibir los funerales o reducir drásticamente el aforo. Me dolía especialmente dejar a los fallecidos y familiares sin su último adiós.

—¿A qué tuvo que renunciar durante el encierro?

—Al deporte. Tu cuerpo lo nota cuando de golpe dejas de hacerlo.

—Por lo menos ya no fuma.

—Dejé de fumar hace 20 años y en 2017, con el procés, tuve una severa recaída. Fumaba más de dos paquetes al día. En 2018, afortunadamente, lo pude volver a dejar. Es importante dejarlo.

—Ahora toca clips.

—Sí llevo clips en el bolsillo: grandes, pequeños, y los toco, y así hago algo con las manos.

—Ya podría llevar un rosario. También hay grandes y pequeños.

—Bueno, llevo clips.

—Mi hija me pregunta cuándo la dejará volver al Camp Nou.

—Dile que cuando haya vacuna.

—¿Y cuándo será?

—El año que viene, y habrá más de una. Pero dile a tu hija que su ministro le dice que espera tener buenas noticias a finales de año.

—¿A quién echó más de menos durante el encierro?

—A mi hija. Hablábamos cada día pero no podía verla. Es duro para un padre. A mi mujer no le gusta que hable de ella. Pero me ha ayudado mucho y ha estado de un modo admirable a mi lado.

—Y luego está lo de Cataluña.

—Esto en la próxima entrevista.

—¿No era que en una Cataluña gestionada por los independentistas no habría muertos?

—Que haya elecciones cuanto antes. Cataluña merece una oportunidad. Pero ahora hay que sumar esfuerzos para mantener bajo control al virus.

—Ministro, yo es que soy de derechas de toda la vida.

—No se preocupe.

—Hombre, un poco sí. ¿Qué es esto de que ya no come carne?

—Como menos carne desde que a mi esposa le cambiaron la alimentación.

—Vigile, que se empieza vegetariano y se acaba revolucionario. Y no por justicia social, sino porque comer verduras es lo más deprimente que hay.