Entrevista

Jorge Volpi: «En la frontera, los mexicanos nos convertimos en verdugos y víctimas»

El premio Alfaguara 2018 publica esta semana su más reciente novela ‘Partes de guerra’, una radiografía del impostor y la violencia contemporánea

Jorge Volpi José Ramón Ladra

Violencia, de eso va esta historia. Jorge Volpi lleva ya tres libros dedicados a este asunto y todas transcurren en México: ‘Las elegidas’, sobre el tráfico de mujeres; ‘Una novela criminal’, con la que ganó el premio Alfaguara y ésta, ‘Partes de guerra’, que ... acaba de llegar a las librerías. Desde ‘En busca de Klingsor’ , Volpi ha levantado una obra ambiciosa que lo distingue como una de las voces más sólidas y lúcidas de su generación.

Por irracional o personal que sean sus libros, en Volpi predomina una pulsión racional. Abogado y escritor, el mexicano disecciona, analiza y ordena. A lo largo de su obra, Jorge Volpi ha tenido una vocación manifiesta de pensar en clave pública y universal todas y cada una de sus historias. Para él, la novela ha funcionado como un artefacto intelectual que pone en marcha, siempre, algo más profundo.

Si en su trilogía del siglo XX habló del mal, el fin de las ideologías o la locura, ahora toca el turno al engaño, el tema que vertebra y da cuerpo a ‘Partes de guerra’ (Alfaguara), y en la que su protagonista, una psicóloga con estudios de neurociencia, intenta desentrañar las razones de una violencia que ha marcado su vida y la del país del que forma parte.

En Frontera Corozal, límite sur de México con Guatemala, un par de migrantes descubre el cadáver de una chica de catorce años, asesinada por su prima y el novio de esta en presencia de dos pequeños de ocho y diez años. Luis Roth, fundador del Centro de Estudios en Neurociencias Aplicadas, se obsesiona con el caso y pretende averiguar qué pasa en los cerebros de unos niños que se convierten en criminales.

Junto con Lucía Spinosi, su alumna más cercana, Roth viaja a Chiapas para iniciar sus estudios, pero sufre un terrible accidente. Es ahí cuando Lucía, protagonista y narradora de ‘Partes de guerra’, descubre que Roth jamás fue quien dijo ser. Esa indagación permite a Volpi generar un retrato de conjunto de una sociedad lastrada por el engaño, un México en perpetuo combate contra sí mismo y del que Volpi habla en esta entrevista.

Ha escrito sobre el mal, la locura, el autoritarismo, la muerte del padre. ¿Esta vez toca el engaño?

La novela tiene dos centros, la violencia y la mentira. Ambas aparecen en las dos historias que se entremezclan. En la de los adolescentes y el asesinato en Frontera Corozal, entre el sur de México y Guatemala, y en la historia de los adultos que los estudian y cuyas relaciones están, también, marcadas por la violencia.

¿Partes de qué guerra? ¿Nacional, de los protagonistas, de nuestra época?

Tiene varias lecturas. ‘Partes de guerra’ son los informes del frente, pero también alude a los distintos componentes de una guerra. Desde 2006, llevamos 250.000 muertos, 100.000 desaparecidos y cientos de miles de desplazados internos en México. Son cifras más propias de una guerra, aunque no la llamemos así. Y como ésa, la guerra contra el narco o esa otra guerra absurda contra los migrantes que hemos emprendido en México. A esas, se suman las guerras internas entre los personajes: Dayana y su pandilla, pero también entre Luis Roth y Lucía, la protagonista, que intenta unir todos esos fragmentos, como si fuera un rompecabezas.

¿Vivimos en el tiempo del impostor?

Siempre han existido impostores. En esta época, en la que la posverdad está en todos lados, nadie teme mostrarse. No le importa exponerse. En el mundo de redes sociales todos nos hemos convertido en impostores. Estamos rodeados de ellos. Las personas se muestran de manera muy distinta a como son, por lo general mejor. Siempre engañando, siempre seduciendo y ese tipo de figura queda encarnada en el personaje de Luis Roth.

La investigación neurológica de la violencia es un empeño cartesiano en un desorden irrefrenable. ¿Es una metáfora de qué?

Es la imagen de la voluntad de quienes intentan entender qué pasa en un lugar como México, pero que podría aplicarse a cualquier otro lugar violento. Hay cosas que intentamos comprender racionalmente, porque, en el fondo, nos consideramos seres racionales, pero somos profundamente emocionales. No nos guía la razón, sino los sentimientos. Partiendo de eso, quizá sea el enfoque equivocado buscar las razones racionales de la violencia.

Y razones neurológicas, para más inri.

Las hay, sin duda. Muchas personas pueden presentar una propensión mayor a la violencia. Existe una rama del derecho penal que se dedica a estudiar pensando en qué significa castigar a alguien que puede tener una propensión genética, a veces patológica, a la violencia. ¿Qué es lo que castigas en esos casos?, se preguntan los juristas. Hay una serie de razones intrínsecas para la violencia, las hay. Pero no pueden explicarlo todo.

Luis Roth entraña la capacidad de engañar y herir, de manera simultánea.

Lo que quería explorar en esta novela era, sobre todo, personajes que de muchas maneras fueran al mismo tiempo víctimas y victimarios. Que fueran objeto de una violencia y, al mismo tiempo, que la ejercieran sobre otros. Luis no es una víctima de la violencia, sino del destino y la fatalidad, pero sin duda la ejerce a través de la impostura y el engaño. Todos los demás personajes también. Mi decisión simbólica de ubicar la novela en la frontera Sur de México tiene que ver con esto.

¿Por qué?

Es donde los mexicanos nos convertimos en verdugos, además de ser víctimas. La política forjada por Donald Trump, y que no ha cambiado con Biden, se basa en la idea de que la frontera Sur de México es el verdadero muro para frenar a los migrantes que intentan atravesar México hacia Estados Unidos.

«El olvido no es un desperfecto, es una herramienta del cerebro», escribe. ¿Cuál es el entresijo de esa frase?

En un país que tiene 250.000 muertes violentas, el olvido ha ido un ejercicio del poder para no darnos cuenta de dónde estamos, pero también ha sido un mecanismo de defensa. El ser humano no puede, le cuesta mucho, hacer un ejercicio de empatía con 250.000 muertes. Lo primero que se puede hacer es reducirlo a números y finalmente olvidarlo. Todos los días, en México, hay decenas de crímenes violentos. De esos, ninguno se resuelve y el olvido intencional intenta hacernos vivir como si eso no ocurriera.

Narra una mujer. ¿Por qué una mujer, o mejor aún, por qué no podría serlo?

Esta es la segunda vez que uso una narradora mujer. La primera fue en ‘El temperamento melancólico’. El libro narra un feminicidio, el personaje asesinado, Dayana, es asesinada por otra mujer, que además es familia suya. Pero la víctima también se ha comportado como victimario en vida. La voz femenina me permite aportar todos esos reflejos y la narradora, que ha sido objeto de la violencia, acaba identificándose con la asesina.

La violencia marca el presente en el continente. ¿Qué dice la literatura actual de la América Latina actual?

Creo que lo que ha ocurrido en América atina es que nos hemos dado cuenta de que no tenemos relatos totales, sino relatos fragmentarios de nuestras guerras: nuestra total desigualdad, América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo; de nuestra falta absoluta de justicia; los autoritarismos; el narcotráfico … Muchos de los escritores, al menos los de mi generación, teníamos otros intereses. Pero como las violencias y las guerras se vuelven de tal magnitud, no tenemos otro remedio que volver a mirarlas, aunque sea ahora, con esta constitución fragmentaria. Los libros que se han ido publicando a lo largo de los años hablan de todas estas guerras.

«España ha sido muy prudente»

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ha asumido una vocación manifiesta de interpelación y confrontación con España, a la que ha exigido disculpas. Al ser preguntado por el tema Jorge Volpi habla con claridad. « El impulso para la rispidez en las relaciones vino de México. No porque pidiera perdón por lo ocurrido hace 500 años. Eso se ha hecho en otras partes, y ha funcionado. Ese tipo de iniciativas están hechas para reconciliar no para enfrentar. Pero la forma en que México lo hizo no fue con un afán de reconciliación. A esa parte simbólica se suma la reforma eléctrica de presidente, que señaló a muchas empresas españolas por haber cometido irregularidades, que también cometieron empresas estadounidenses, canadienses o británicas. Por fin tenemos nuevo embajador, porque tuvimos varios meses sin, para poder reiniciar las relaciones con España. Pero en todo este proceso hay que decir que España ha sido muy prudente». ¿Lo dice para bien o para mal? «Para bien», contesta.

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