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FESTIVAL DE SALZBURGO

Fausto encarna la genética del mal

Escenario blanco y geométrico, único para toda la obra, un punto popero en su formas y colores, buena coreografía y una cierta sensación de viejuna intención

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

Va a traer polémica la producción de « Fausto » estrenada el miércoles en el Festival de Salzburgo . La firma escénicamente Reinhard von der Thannen, director que ha trabajado muy cerca de Hans Neuenfels, autor de la controvertida versión de «Lohengrin» en Bayreuth protagonizada por un aguerrido ejército de ratones, que si en su día alteró el ánimo de los más conspicuos aficionados, hoy ha terminado por instalarse en el más complaciente imaginario de la obra.

Quizá le pase lo mismo a este «Fausto» cuyo coro carnavalesco remite inevitablemente a aquella producción, aunque solo sea por las orejillas que ellas muestran culminado un estilizado pijama de clown. Von der Thannen es un gran figurinista y se nota. «Fausto» destaca por sus trajes, particularmente los del coro, obvios en su intención de banalizar el mito.

« Rien », anuncia un luminoso al final y al comienzo de la obra, preludiando lo inmediato. Los dos primeros actos son lo más sorprendentes desde el punto de vista visual. A partir de ahí tiene su gracia el circular y vertical jardín de Margherite , donde queda escasa la catedral marcada por varios tubos de órgano que descienden, en los que se volatilizan brujas, prisión y ángeles en un juego de personajes demasiado vacuo.

Escenario blanco y geométrico, único para toda la obra, un punto popero en su formas y colores, buena coreografía (en el día del estreno todavía por refinar) y una cierta sensación de viejuna intención.

El problema es que en el actual Salzburgo esta «polémica» tiene mucho de broma inocente. El festival se diluye en una experiencia que, retroalimentándose, huele a quemado. Von der Thannen es austríaco y se le da su primera oportunidad aquí, del mismo modo que Sven-Eric Bechtolf ha firmado la última trilogía mozartiana tras su responsabilidad como Schauspielchef y actual director provisional del evento.

Su « Don Giovanni », actualmente en cartel, es la muestra del fracaso. En cuanto a los directores musicales no parece de recibo que Salzburgo le tenga ahora tanto cariño a supuestos potenciales artísticos y menos a consolidados y veteranos maestros. La presencia del joven Alain Altinoglu en «Don Giovanni», flojo y rutinario, es la mejor demostración.

Alejo Pérez dirige «Fausto» y la Filarmónica de Viena suena espléndida, con el volumen justo y la intención correcta. Pero el talentoso maestro argentino prefiere la seguridad al riesgo, la comodidad al acento, que es justo lo que necesita Piort Beczala para sentirse cómodo.

El tenor tiene muchísimas virtudes como cantante pero entre ellas no incluye la inmediata emotividad. Cantan estupendamente Maria Agresta y Alexey Markov en el papel de Valentin. Un punto entumecido es Ildar Abdrazakov como Méphistophélès. La ópera de Gounod también es estreno en Salzburgo. Habrá que dejarla correr.

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