Ana María Moix: «Soy culé, pero me hace gracia Mou si se porta bien»

Esto último es una alusión a su propia situación. Ana María lucha contra un cáncer. Lucha calladamente y en familia, en el piso de Barcelona donde convive con la mujer que es su pareja, y con los hijos de esta, «que llegaron de pequeñitos y se han criado conmigo» . En el pasado hubo gatos, y sobre todo hubo un perro muy especial, Pato. A su muerte, como a la de su hermano Terenci, se le hundió el mundo.

Por ejemplo, a ella le encantaba salir a pasear con el perro los domingos y «poner la oreja». «Los dueños de perros te cuentan su vida, se empieza hablando del animal, pero después…», evoca, «recuerdo a una señora que por tres veces me llegó a parar y a decirme: yo ya no tengo perro, pero mire los que tuve; y sacaba una foto donde se veía un perrito muy de refilón, y en cambio salía ella muy joven y muy guapa, que era lo que de verdad quería enseñar».

Ahora que ya no tiene a Pato, Ana María ha tenido que perfeccionar su técnica de chafardera. «Estaba un día, antes de la crisis, en la parada del autobús y había una señora con una tarjetita de esas que solo valen hora y media, pero el autobús tardaba mucho y la tarjeta estaba a punto de vencer », nos pone en situación; «entonces aquella mujer se echó a llorar. Todos pusimos dinero para comprarle un billete, ¿cuánto podía valer, un euro con cuarenta y cinco? Pues era una enormidad para aquella señora. Una cosa así no se te va de la cabeza». No entiende cómo los políticos no salen más a la calle a «poner la oreja», como ella.

Sus domingos son parecidos a sus días normales. Se despierta con la radio. Desayuna antes de las ocho (café con leche y galletas) y se vuelve a acostar con la radio. Por fin se levanta de verdad y baja a la calle a comprar el pan y el periódico. Compra cada día uno, pero «con la complicidad de la quiosquera los fisgo todos». ¡Muy bonito! Por las tardes va al teatro con amigos. Eso siempre y cuando no esté pendiente del fútbol, claro. Es culé a rabiar.

Empezó a ir al Camp Nou con doce años: «Mi padre nos sentaba a mi madre y a mí y se iba al bar, porque si se quedaba viendo el partido sufría demasiado. Solo se asomaba cuando oía gooooooool . Enfrente de nosotras había una señora con un niño. Y lo que salía de la boca de mi madre y de aquella señora era… ¡muérdelo, mátalo!, le chillaban a Kubala».

Se comprende que Ana María se desmelene cuando sigue al Barça por la radio. Como para preguntarle qué opina de Mourinho… Pues ahí da la sorpresa: « A mí Mou me hace gracia , no lo puedo remediar, me gusta más su carácter que el de Guardiola, y además lo encuentro guapo, pero claro, es que se ha portado muy mal; cuando se porta mejor, me vuelve a hacer gracia».

Y así fluyen los domingos y la vida. Echa de menos a sus divinos, «gente extraordinaria que no ha tenido relevo, tras ellos ha habido un bajón de toda la vida cultural española». Para muestra, un botón: «¿Tú sabes cómo se publicó “La sombra del viento”, el gran éxito de Carlos Ruiz Zafón? Pues fue por mi hermano, Terenci. Él era miembro del jurado del premio Fernando Lara. Aquel año él ya se encontraba mal y nos llamábamos cada día. ¿Quién va a ganar?, le pregunté. Y él me dijo: Ángeles Caso, pero hay una primera novela que me gusta mucho, no sé ni de quién es , es un chico con apellido compuesto que vive en Estados Unidos». Cuenta Ana María que su hermano no cejó hasta convencer a Planeta de publicar la obra. «Yo creo que accedieron pensando que Zafón era novio de Terenci o algo así», se parte de la risa, «hasta que empezó a funcionar el boca-oreja y entonces todos se quisieron colgar la medalla, claro…».