Cómo se hace una ópera
El Gran Teatro del Liceo abre sus puertas a ABC para que podamos contar a nuestros lectores todo el trabajo del mes anterior al estreno mañana de 'Pelléas et Mélisande'
Pep Gorgori
Todo empezó como empieza cualquier producción en el Liceo : con unos cuantos tráileres bajando por las Ramblas y haciendo una maniobra imposible para entrar marcha atrás en el muelle de carga. Más que muelle, ascensor, ya que los contenedores con las futuras ... escenografías se depositan sobre una plataforma hidráulica que desciende dieciséis metros, hasta llegar a las profundidades del teatro. «Esa caja metálica que veis ahí arriba del todo, medio incrustada en la pared, es la línea 3 del Metro», nos comenta como si tal cosa el jefe de escenario del Liceo para la producción de 'Pelléas et Mélisande', Miguel Ángel García, mientras la fotógrafa de ABC, Inés Baucells, y yo mismo, nos intentamos reponer de la sensación de haber llegado hasta medio camino del averno.
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Una vez los camiones están descargados, las piezas de la escenografía se montan sobre otras plataformas hidráulicas -aquí no hay ni un palmo del suelo que se esté quieto- que las irán llevando a la zona de la caja escénica que le corresponda, ocupando el mínimo espacio posible. Por un momento, se me antoja que Miguel Ángel no debe tener rival jugando al Tetris.
Salas de ensayos
Y pensar que, solo unos días antes, habíamos estado en lo más alto del teatro. La sala Mestres Cabanes es más bien sosa, bastante impersonal. Entiéndase: es amplia, luminosa y práctica para su cometido como sala de ensayos. Ella no tiene la culpa: es sosa porque tiene que serlo. Está ubicada en la parte más alta del Liceo, justo por encima del suntuoso techo que contemplamos desde la platea.
Ahí, los cantantes se mueven por un espacio casi vacío donde el futuro escenario se reduce a un montón de marcas de colores en el suelo: esta indica que aquí habrá unas piedras, ahí una escalera, a nuestro alrededor un bosque entero. Y ahora, cantad como si lo estuvieseis viendo. El director de escena, Àlex Ollé , y todo su equipo trabajan cada gesto, cada movimiento, para que los intérpretes asimilen lo que tendrán que repetir unas semanas después ante casi dos mil personas en cada función. El día que los visitamos, Pelléas (Stanislas de Barbeyrac) y Mélisande (Julie Fuchs) están aprendiendo a mirarse, a besarse, a abrazarse, mientras canturrean sus respectivas partes -en esta fase de los ensayos conviene no cansar la voz demasiado.
A un lado de la sala, el director musical, Josep Pons , dirige una orquesta también imaginaria que, de momento, es solamente un piano. Es la manera de ir trabajando los tempos y las entradas más complicadas. Los ensayos con la orquesta se hacen unos pisos más abajo, en otra sala tan poco bonita como la Mestres Cabanes, pero sin luz natural. Si hubiese coro en esta producción, estaría en una tercera sala, preparando su parte. Además, cada uno de los cantantes tiene horas de preparación individual en otros espacios.
Escenario
En cuanto acaban las funciones de 'La dama de picas', 'Pelléas et Mélisande' se instala en el escenario. Y qué manera de instalarse. Toda la acción sucede sobre una lámina de quince mil litros de agua. «El agua es un elemento simbólico , pero para nosotros es muy real, y está fría», señalará Fuchs en la rueda de prensa de presentación del espectáculo, ya que los cantantes van andando descalzos por ella. «Para las funciones la calentaremos un poco», la consuela Àlex Ollé.
Sobre el agua, una enorme estructura giratoria simula un edificio de dos plantas (7'60 metros de alto, por 12 de largo). La recubre una fina malla de aluminio , que según como se ilumine puede ser totalmente transparente o puede parecer un bloque de piedra. Unas estructuras metálicas evocan el bosque donde tiene lugar parte de la trama. El escenógrafo, Alfons Flores, admite que todo transmite una sensación de belleza que «no ha sido querida, sino una casualidad», ya que «lo que buscaba es que ejerciese fascinación».
Estar ahí metido, en la habitación donde Mélisande dará a luz, mirando al patio de butacas, impresiona incluso si no tienes que salir a cantar. Pero Golaud (Simon Keenlyside) e Yniold (Ruth González) no parecen preocupados hoy. Simplemente se esfuerzan en poner en práctica lo aprendido en la sala de los cielos entre los elementos escénicos que vienen del abismo infernal. El escenario no deja de ser un purgatorio.
Ahí estarán hasta el día 18 de marzo los protagonistas del drama simbolista de Maeterlinck, al que Debussy puso una música excepcional en 1902. Los cantantes serán la parte visible de un equipo de cerca de doscientas personas que han trabajado en la producción. Una obra extraña , que según Ollé «hace que constantemente nos preguntemos cosas, más que encontrar respuestas». No sabemos muy bien quién es la embarazada y frágil Mélisande, ni de dónde vienen o a dónde van ni ella ni el resto de los personajes. De ahí el magnetismo de la pieza, aunque la respuesta del público no sea como la de otros títulos más populares. «De 'Pelléas' no sales silbando una melodía, sino sintiéndose transportado por las emociones», comenta Pons.
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