El ladrón del Códice llevaba años robando pero nunca vendía su botín
El electricista de la catedral de Santiago -que había escondido los documentos entre periódicos en un trastero- no dejaba que «nadie tocara sus cosas»
cruz morcillo / pablo muñoz
La inesperada aparición ayer al mediodía del Códice Calixtino , envuelto entre periódicos y bolsas de plástico en una cochera de Milladoiro , fue acogida casi como uno de los 22 milagros atribuidos en el texto al apóstol Santiago.
Con los cuatro detenidos ... -padre, madre, hijo y novia- plegados en el silencio durante el interrogatorio y el millón doscientos mil euros en billetes usados sobre la mesa , el pesimismo se había instalado entre los investigadores.
Pero faltaba un registro, que no se pudo hacer la madrugada anterior por falta de luz, y en él se guardaba la solución al enigmático robo. Cuentan que el juez Vázquez Taín y los policías estaban al borde de las lágrimas.
Sano y salvo, y certificado que es el auténtico por los ojos expertos del arzobispo y el deán de la catedral de Santiago, responsable último de su custodia en la que no se empeñó como debiera. La joya histórica volverá a su urna de la catedral mañana , con tiempo de sobra para el día del Apóstol. Mientras ha sido depositada en una caja fuerte de la Policía.
Reclamó 40.000 euros
José Manuel Fernández Castiñeiras fue objetivo prioritario de la Brigada de Patrimonio Histórico desde la primera semana de investigación. Los clérigos y el personal de la catedral contaron que mantenía un pleito con los responsables del templo, aunque no era el único.
Fernández había trabajado como electricista autónomo durante más de 25 años entre las paredes de la iglesia y la conocía como su propia vida. Aspiraba a tener un puesto fijo y no dudó en falsificar su propio contrato laboral -debió de pensar que ante el exiguo control pasaría desapercibido-.
Cuando se descubrió el entuerto, allá por 2009, lo pusieron de patitas en la calle y, claro, se sintió agraviado y despreciado. No se lo pensó y reclamó a la curia 40.000 euros por despido improcedente , que nunca llegó a cobrar.
El trasfondo era de más calado. Ahora se sospecha que durante todos esos años que arreglaba focos y cables merodeaba por la catedral y al menor descuido se apoderaba de cualquier cosa a su alcance (no solo libros y documentos). Con su despido al meticuloso ladrón se le acaba su medio de vida alternativo basado en el robo continuo.
Durante estos meses los agentes han desplegado decenas de artimañas para atraparlo, para saber dónde tenía el Códice, pero él ni se ha inmutado e, incluso, sabía que andaban tras sus pasos. Eso no le ha impedido acudir cada mañana temprano a la catedral a oír misa de siete o a pasear por su antigua «empresa».
Cuando ya tuvieron claro que el electricista era el ladrón y que no pensaba soltar prenda, lo intentaron con su hijo (Jesús Fernández Nieto), con quien trataron de negociar para que revelara el escondite del manuscrito. Tampoco este acercamiento dio resultado para desesperación de los policías, que ahora piensan que quizá Jesús no lo supiera.
Con esa trastienda, cuando la semana pasada se tomó la decisión (no exenta de dudas) de arrestar a Castiñeiras había poca confianza en que colaborara. Ni lo hizo antes ni lo ha hecho ahora. No ha habido ninguna confesión ni derrumbamiento ante las evidencias halladas.
«Nadie toca mis cosas»
¿Cuáles eran esas evidencias? El material y sobre todo el dineral encontrado en los registros. El mismo martes se detuvo al padre junto a su casa de Milladoiro, a las afueras de Santiago, y a continuación al hijo, a la madre María Remedios Nieto Mayo, y a la novia del hijo, María Jesús Quinteiro Seoane. «Ellos no saben nada. Yo no dejo que nadie toque mis cosas» , espetó a los agentes.
Sus «cosas» estaban guardadas con celo en una pequeña sala adosada a la alcoba del matrimonio y separada solo por una cortina. Allí en un baúl se encontró cerca de un millón de euros en billetes usados, un valios o Libro de Horas medieval (texto de rezos y salmos), cuyo robo también se había denunciado, siete facsímiles del Códice Calixtino , los números de códigos de las cámaras de seguridad del templo, llaves de dependencias, incluidas las habitaciones privadas de clérigos, así como cartas y otros documentos de los canónigos y contables de la propia catedral.
En la casa de enfrente, también de su propiedad, en la que viven su hijo y su pareja, guardaban otra suma de dinero en un aparador y en un apartamento que tienen en El Grove (Pontevedra ) aparecieron 200.000 euros en una bolsa y un facsímil más.
La incógnita, en vías de despejarse, es de dónde sacó tanto dinero -que cobra una pequeña pensión mientras cuida de su huerto -, si no vendió el Códice y tampoco parece que se haya dedicado a mercadear con el resto de objetos robados. La Policía está cerca de la respuesta, pero continúan las gestiones.
Junto a la joya artística, en una maleta desvencijada, aparecieron bandejas de plata, dos facsímiles más del Códice y otros dos libros procedentes de la Catedral. Los garantes del templo ni siquiera habían echado en falta algunas de las obras ahora halladas. Un síntoma de por qué fue posible el robo.
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