Centenario de Mariemma, pilar de la danza española
Se cumplen mañana cien años del nacimiento en Íscar (Valladolid) de una artista decisiva para nuestro baile
JULIO BRAVO
Íscar, en la provincia de Valladolid, era en 1917 un pueblo de apenas dos mil habitantes. Allí, el 10 de enero de aquel año, nació en la calle Real Guillermina Martínez Cabrejas , que habría de convertirse con el tiempo en Mariemma , ... una de las más grandes figuras de la historia de la danza española . «Ha sido para varias generaciones de bailarines una referencia –decía la bailarina Aída Gómez el 10 de junio de 2008, fecha del fallecimiento de Mariemma–. Sus coreografías eran muy distintas a todo lo que se había visto hasta entonces; su trabajo coreográfico ha tenido siempre como denominador común el buen gusto y la musicalidad . Es mucho lo que le debemos y lo que tenemos que agradecerles».
Mañana se cumplen cien años del nacimiento de Mariemma. Y el Ayuntamiento de Íscar no se ha olvidado de su ilustre hija. La recordará con una gala organizada junto con la Diputación de Valladolid en el teatro Zorrilla de la capital castellano-leonesa. En ella se proyectarán fragmentos del documental que Daniel G. Cabrero realizó sobre la artista –«Mariemma y los caminos de la danza»– y se bailarán sus coreografías más emblemáticas, como «La cariñosa», «Danza de los ojos verdes», «El fandango del candil» o «Córdoba».
Y es que Mariemma es un pilar fundamental en la danza española . Primero como intérprete , aportando al baile español una elegancia y un refinamiento producto de su educación en París; más tarde como coreógrafa , destilando en sus trabajos la escuela, la profundidad de la tradición y la raíz con la gracia de la danza clásica, todo ello con la sobriedad que su cuna vallisoletana imprimió en su firme carácter. Y finalmente, como maestra , un aspecto en el que su contribución fue verdaderamente decisiva: a ella se debe la sistematización de los estudios de danza española y su división en sus cuatro columnas: folclore, escuela bolera, flamenco y danza estilizada .
Traslado a París
El traslado de su familia desde Íscar hasta París resultó determinante para Mariemma. Allí comenzó a estudiar danza y con solo nueve años entró en el Ballet del Teatro del Chatelet como «petit rat» –nombre que se da a los jóvenes estudiantes que participan en determinados espectáculos–. Allí también aprendió sus primeras nociones de danza española –su madre le enseñó a bailar la jota y las sevillanas , y aprendió la Escuela Bolera con Francisco Miralles– y allí conoció a una mujer que resultaría determinante en su manera de entender el baile: Antonia Mercé «La Argentina» . Fue, durante toda su vida, su Norte y su guía; su nombre no se le caía de los labios y hablaba con devoción de ella. «Ella trajo la gran revolución a la danza española –escribió en su tratado «Mis caminos a través de la danza»–, que curiosamente no llegó entonces a España, como no llegaba la pintura de Picasso, la música de Falla ni la obra de otros tantos talentos españoles que se habían hecho famosos en París». En 1990, Mariemma saldó su deuda con la celebración de un recordado homenaje a La Argentina en el teatro María Guerrero .
Su biografía cuenta que volvió a España en 1935 para completar sus estudios; la Guerra Civil la devolvió a Francia, y el estallido en 1939 de la II Guerra Mundial la trajo definitivamente de vuelta a nuestro país. Tres años después haría su presentación en el Teatro Español , acompañada al piano por Enrique Luzuriaga, que se convertiría en su colaborador durante más de cuarenta años. Tras ello comenzó lo que ella llamaría «mis conciertos» tanto en España como en Europa e Iberoamérica. Su éxito llevaría a la Scala de Milán a contratarla para bailar allí, junto a otra leyenda de la danza española, Antonio Ruiz Soler , «El sombrero de tres picos»; para el repertorio del propio teatro italiano crearía después un programa de ballets españoles.
Premios
En el relato biográfico de su vida encontramos también que creó su propia compañía, Mariemma Ballet de España , en 1955, y que con ella bailó por medio mundo: en Teherán, con motivo de la coronación del Sha de Persia, en 1967; en el Festival de Salzburgo, al lado de Herbert von Karajan, en 1966; o en la histórica «Carmen» del festival de Edimburgo de 1978, que formó parte del Ballet del Marqués de Cuevas a finales de los años cincuenta;que creó su propia escuela de baile en 1960, o que fue nombrada directora de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid en 1980. Se destaca que, entre otras distinciones, poseía la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes ; el Lazo de Dama de la Orden de Isabel la Católica; o el título francés de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras; y que fue elegida en Pisa, en 1987, una de las Siete Divinas de la Danza.
Igualmente habla su biografía de las grandes coreografías que dejó Mariemma, como «Diez melodías vascas» , sobre la partitura de Guridi; «Ibérica» , un fascinante mosaico de danzas folclóricas españolas con la música del «Bolero» de Ravel; o «Danza y tronío» , la deliciosa pieza con inspiración en la Escuela Bolera que creó para el Ballet Nacional de España.
Pero lo que no cuenta su biografía es que Mariemma era una mujer de temperamento, que expresaba sus ideas con vehemencia, convencimiento y sinceridad. Poseía un fino sentido del humor , y arañaba cuando se encontraba con alguna situación que consideraba injusta. Hasta que, en 2005, sufriera un derrame cerebral del que ya no se recuperó –murió el 10 de junio de 2008–, su presencia era constante en todos los espectáculos de danza que se celebraban en Madrid. «En mi niñez la danza era un modo instintivo de manifestarse –escribió en una ocasión–; en mi adolescencia, la necesidad natural de expresar mis estados de ánimo . Luego, la transformación de emociones e ideas en movimientos rítmicos. Y siempre, siempre, un deseo incontenible, un impulso irrefrenable de despegarme del suelo física y espiritualmente».
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