La razón de que se entregaran a los buitres a los guerreros vacceos muertos en combate
Un investigador cree que una necesidad práctica fue el origen del ritual de este pueblo prerromano de la Meseta Norte
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Iniciar sesión«Los vácceos (pueblo de Occidente) ultrajan a los cadáveres de los muertos por enfermedad, ya que consideran que han muerto cobarde y afeminadamente, y los entregan al fuego, pero a los que han perdido la vida en la guerra, los consideran nobles, valientes y ... dotados de valor y, en consecuencia, los entregan a los buitres porque creen que éstos son animales sagrados », escribió el autor romano Claudio Eliano (siglos II-III d.C.) en su obra 'Sobre la naturaleza de los animales'. Algunas evidencias arqueológicas, como la estela de Zurita en la que se ve a un buitre picoteando el cuerpo de un guerrero yacente, vienen a confirmar esa costumbre extendida entre los pueblos de la Meseta Norte a lo largo de la Segunda Edad del Hierro. El pueblo vacceo, que habitó la zona centro de la actual Castilla y León antes de la conquista romana, consideraba al buitre un mensajero que llevaba el alma del guerrero al cielo . De ahí que expusieran los cuerpos de los caídos en combate a las aves carroñeras. Pero tal vez hubo una explicación mucho más terrenal.
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Roberto de Pablo , investigador de la Universidad de Valladolid, cree que en este ritual «subyace una necesidad» . Este arqueólogo, especializado en el mundo vacceo y más concretamente en su armamento, ha estudiado los seiscientos puñales hallados en el área del Alto Ebro y el Duero Medio de esta época y en un artículo publicado recientemente en la revista ' Complutum ' da un paso más allá para tratar de entender cómo eran las gentes que portaron esas armas, de qué vivían e incluso cómo combatían antes de la llegada de los grandes ejércitos mediterráneos.
«En la etapa más antigua de la Segunda Edad del Hierro se da un tipo de puñal que es el Monte Bernorio , muy poco funcional, que está riquísimamente decorado y tiene una morfología extraordinaria, con pomos de hasta 20 centímetros de anchura», explica el historiador. Los vacceos utilizaban también el escudo (caetras de unos 60 centímetros de diámetro que eran cóncavas al exterior) y la lanza, que era el arma principal, aunque eran estas dagas, que en etapas posteriores serían sustituidas por puñales de enmangue en espiga o de filos curvos, las que mostraban el estatus de su poseedor. «Lo que también caracteriza al armamento de los vacceos, además de que tiene mucha personalidad, es casi la ausencia de espadas», añade De Pablo.
El 90% de estos puñales se han encontrado en tumbas, junto a otros objetos valiosos que formaban el ajuar. Los arqueólogos relacionan las dagas más suntuosas con la aristocracia, la única que se podía permitir desprenderse de piezas de tanto valor. Los miembros de la sociedad cercanos a esa élite, pero que no formaban parte de ella, poseían puñales más sencillos y al mismo tiempo más funcionales.
Aunque tradicionalmente se ha dicho que los vacceos vivían de la agricultura cerealista, De Pablo sostiene que el poder de la aristocracia llamada recurrentemente «guerrera» se basaba en la ganadería , sobre todo bovina, en la posesión de rebaños trashumantes y el control de las redes de comunicación y el comercio de excedentes. «En muchos objetos hallados en tumbas se han representado óvidos como si se quisiera decir que el difunto era su propietario, que la base de su poder estaba en la posesión del ganado», explica.
Ciudades a una jornada de viaje
Para este y otros investigadores, la trashumancia explica esos llamados 'vacíos vacceos' entre las grandes ciudades estados, sin alquerías o pequeños núcleos de población. Los 'oppida' vacceos estaban separados por distancias de unos 20-25 kilómetros , justo una jornada de viaje. Fotografías aéreas, excavaciones y magnetometrías han revelado además dos líneas de muralla en algunas de estas ciudades. «La población está siempre dentro de la primera línea. ¿Y esa segunda? ¿Para qué? Se ha relacionado no solamente en el mundo vacceo, sino también en el vetón, con encerraderos de ganado ».
Las piezas parecen cuadrar en el rompecabezas. Las élites que gobernaban esas ciudades y eran dueñas del ganado debieron de contar con guerreros-pastores a su servicio que escoltaran a los rebaños en el camino y los defendieran tanto del ataque de los lobos como de asaltos de grupos enemigos. El control de estas rutas, que se utilizarían además como vía de comercio de los excedentes agrícolas, desembocaría en no pocas ocasiones en conflictos entre los 'señores del ganado'. Habría saqueos y acciones de pillaje para desgaste y castigo del competidor.
Enterramientos en el cielo
La muerte de un guerrero en un lance así sería algo habitual y presentó un problema. Los vacceos incineraban a sus difuntos, pero hacer una pira funeraria como en el poblado era complicado sin madera seca y hasta peligroso, pues revelaría su ubicación a otros y la pérdida de alguno de sus miembros. Sus enemigos sabrían que sus fuerzas habían menguado y serían más vulnerables.
Precisamente los llamados 'enterramientos en el cielo' estaban reservados solo a estos guerreros que morían lejos de su hogar y cuyos cuerpos era impensable trasladar hasta sus casas. Dejar que los buitres se ocuparan de ellos era una solución fácil. «No niego que hubiera un ritual y una glorificación de esa persona muerta en combate, sino que tuvo una base práctica, que detrás había una necesidad básica», explica De Pablo.
Coaliciones frente a Roma y Cartago
Para el paso de los rebaños trashumantes se tejerían alianzas entre las aristocracias guerreras que controlaban las ciudades situadas en el camino. En estos pactos este investigador ve el origen de las coaliciones de pueblos indígenas que se unieron frente a Roma o Cartago. «Las coaliciones a las que se refieren las fuentes clásicas, a nuestro entender, estuvieron formadas por los grupos de guerreros-pastores o clientelas de los señores del ganado que los movilizaron ante el peligro que suponía para su posición y el mantenimiento de su poder la llegada de una nueva y gran fuerza militar», defiende.
No eran ejércitos, con unidades disciplinadas, generales, estrategias... La llegada de los cartagineses y romanos a las tierras de la Meseta a finales del siglo III a.C. «marcaría un antes y un después, alterando inexorablemente la idea de guerra o las formas de enfrentamiento que habían imperado hasta ese momento e introduciendo el concepto de guerra total».
En este periodo de crisis se ha fechado la desaparición de los puñales Monte Bernorio, que habían alcanzado unas formas y dimensiones tales que no podían emplearse en la guerra. Para De Pablo el cambio de estas dagas por piezas más efectivas para la guerra como los puñales en enmangue en espiga y, sobre todo, los puñales de filos curvos pudo deberse a la nueva forma de hacer la guerra llegada con los ejércitos mediterráneos.
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