Trueba: «No se puede juzgar a Francia por Le Pen ni a España por Franco y Aznar»

El primero, cuando Wyoming le cuestionó por los cambios de percepción que genera el cine español en la sociedad y Trueba indicó sobre los detractores del celuloide patrio: «Ese sector es irrelevante. Hace mucho ruido, grita mucho, dan un coñazo que no está en los Escritos, pero es irrelevante. La prueba está en que cuando hay una película española que le gusta a la gente, hay colas, es un éxito y funciona. Lo que deberían hacer es gritar menos e ir a la biblioteca pública y leer un rato ».

Posteriormente volvió sobre la cuestión para insistir en que «los que hacen ruido a veces parece que monopolizan el espacio. Creo que hay una mayoría de gente que es normal, que no van por la calle dando gritos ni persiguiendo a nadie (...). Esa es la gente que importa».

Reflexión que enlazó con esta otra: «Tú no puedes juzgar a Francia por Le Pen», indicó Trueba. «Ahora estoy trabajando en Hungría. Si les juzgamos a todos los húngaros por el Gobierno que tienen en este momento, y cómo se está comportando con los inmigrantes... Es inusto. Es como si nos hubieran juzgado a los españoles por Franco . O la época de Aznar por Azar. Vale, sí, Aznar ha ganado las elecciones dos veces, pero aún así no representa a España. Lo representará en los sitios políticos donde, como presidente del Gobierno, tiene que estar».

Wyoming, que conducía la conversación, no dejó sin recoger el guante: « Tú tampoco representas mucho a España », bromeó. «No, ni aspiro a ello», se escuchó decir a Trueba entre las risas del público.

Parecía que la charla, que arrancó con Trueba recordando su infancia en el madrileño barrio de Estrecho, moriría sin que saliera a relucir la polémica que generó su afirmación de que no se había sentido español «ni cinco minutos» de su vida , pronunciada durante el pasado Festival de Cine de San Sebastián al recoger el Premio Nacional del ramo. Pero Wyoming soltó un par de indirectas hasta que consiguió que Trueba entrara al trapo .

«Siempre tiene que haber algo que mueva a la gente en la silla . Es bueno meterse en problemas», aseguró el director de Belle epoque. « ¿Es agradable que te insulten? No. ¿Es bueno? Sí. Porque quizás he hecho que mucha gente muestre su verdadera cara. Al día siguiente van a prender la mecha de la Inquisición», prosiguió. «A veces es necesario para que sepamos quiénes somos. El que la gente se muestre es bueno», insistió Trueba.

«A raíz de este incidente se me ha acercado mucha gente a decirme: 'Me ha encantado lo que me has dicho'», aseguró, para reconocer, a continuación, que sospechaba que se habrá dado el caso de gente que habrá optado por lo contrario, disgustados con sus palabras. De hecho, relató cierto episodio al acudir a una consulta médica con un matrimonio disgustado con su presencia. «Al fin y al cabo es una frase que carece de importancia lo que dice », volvió a defenderse Trueba.

El resto de la charla, en la que Wyoming iba lanzando ideas y Trueba, más parco al principio, reflexionaba al respecto, transcurrió por terrenos más nostálgicos aunque trufados de negro sentido del humor. Como al repasar su niñez y qué le empujó a dirigir: « La España de mi infancia la recuerdo como un lugar donde te pegaban todo el rato . Te pegaban en casa. Mi padre era cariñoso, te daba muchos besos, pero te pegaba. Si estaba muy cabreado te podían caer unos cintazos. Te lo daban con cariño y por tu bien. En el colegio te pegaban a diario, aunque estaba entre los diez que mejor se portaban. Y mi barrio estaba lleno de bandas y batallas campales en la calle. En la calle tenías que evitar que te pegaran en el camino a casa».

O al recordar su Primera Comunión, cuando no pudo resistir la tentación de probar el ágape que había preparado su madre y se saltó las preceptivas doce horas de ayuno: «Yo me estaba desmayando de hambre. Me mareaba. Cogí una medianoche y no es que me la comiera, me la tragué. Fue una pre-hostia. Inmediatamente me di cuenta de la barbaridad que había hecho. No me atrevía a autodenunciarme. Seguí en pecado mortal, soñaba que iba al infierno ».

Así pasaron dos años hasta que sufrió un atropello sin grandes consecuencias físicas pero cruciales en otro orden: «Me confesé al cura. Se puso super contento y me dijo: 'Hoy es tu Primera Comunión de verdad y has entrado en el reino de Dios, porque estabas en el infierno'. Me dio un gran placer, me relajó».

En lo profesional, reivindicó Trueba la comedia frente al drama (no podía ser de otra forma, dada su carrera y a punto de recoger un premio de un certamen de humor) y la evasión frente a lo que los «progres», en su etapa universitaria, definían como cine «alienante» -«si eran películas divertidas y un escape de la realidad»-: «Yo nunca comulgué con eso. Por un precio muy módico dejabas de ser tú. Me gustaba huir de la realidad y eso me lo daba la literatura, el cine ».

¿Qué supone ser director de cine? ¿Existe como tal?, inquirió Wyoming: «Ser director de cine es muy raro», respondió Trueba, y puso como ejemplo los períodos largos sin rodar. «¿Qué soy entre película y película?». En definitiva, concedió: «Sí me siento cineasta. A mí el cine me ha salvado la vida, le debo todo a esta profesión ».