rae
No hizo falta piel de tigre
Ni todas las mujeres son de Venus ni todos los hombres de Marte. Tampoco las Académicas de la Española
alfonso armada
«No pensábamos que nos haríais poner ante una piel de tigre, tumbadas». El comentario de la académica Carme Riera , que acaso temiéndose lo peor llegó vestida con una americana estampada como para citar a un leopardo, no rompió la vajilla, pero sí desató ... una carcajada. El convite era a las dos y cuarto de la tarde en el patio andaluz de la Casa de ABC , y por no haber no había ni alfombra, que en los patios andaluces la piel de tigre es el baldosín y el azulejo. Desde el principio quedó claro que la invitación no pretendía levantar un banderín feminista, pese a la evidencia de que, tras la reciente incorporación de Aurora Egido a la RAE , siete mujeres entre 42 laureados no es motivo para lanzar cohetes. Egido acompañará en las sesiones de los jueves a Ana María Matute (que por motivos de salud no suele viajar a Madrid desde Barcelona), Carmen Iglesias , Margarita Salas , Soledad Puértolas , Inés Fernández-Ordóñez y Carme Riera .
Noticias relacionadas
Fueron las cuatro últimas las que recogieron el guante de ABC de compartir mesa y mantel para hablar de su condición de inmortales, entre palabras que necesitan ser rebautizadas, como «selfie» o «pendrive» (acaso batallas perdidas), la humillación de las cuotas, los estereotipos y la cordialidad entre quienes guardan el tesoro del idioma. Todas utilizan el correo electrónico a diario, ninguna está en Twitter y solo una –Carme Riera– se deja ver en Facebook, aunque tiene una ayudante que le lleva el perfil. Ni todos los hombres son de Marte ni todas las mujeres de Venus. Acaso en el Olimpo tomaron nota los periodistas: en el fácil arte de generalizar.
Hablar de palabras que necesitan ser rebautizadas como «selfie» o «pendrive»
¿Se hablaría del atuendo si los convidados fueran hombres? El cronista quiere pensar que sí (que el hábito dice cómo quiere ser visto el monje), y guardarse así las espaldas sin hacerse trampas al solitario que no juega. Y acaso mejor nos iría a los plumillas si nos dejáramos iluminar por lectores atentísimos del mundo, como Marcel Proust . El sol empieza a abandonar el cenit cuando nos sentamos a la sombra amable de uno de los laterales del patio andaluz. Como llovió la víspera, la atmósfera de Madrid se limpió de humos y acaso de malos humores. El sol fue barriendo lentamente el patio historiado y se quedó iluminando la fuente de mármol, que tenía el agua dormida: como si quisiera también poner la oreja y pegar la hebra a lo que las académicas tuvieran a bien decir.
–Por la Academia. Por las académicas.
Se brindó nada más empezar el ameno convite. Escuchan bien las académicas, aunque reconocieron que, cuando están en harina en su salón de plenos, cada una sentada en la silla o sillón que lleva su letra, se enzarzan en apasionadas discusiones sobre las palabras. «A veces nos quitamos la palabra de la boca» . Pero la relación entre los inmortales (al margen de su sexo) es «cordial. A menudo divertida». El único protocolo es que siempre se tratan de usted y usan el don y el doña. «Aparentemente es cordial. Siempre nos besamos cuando nos vemos», apunta Margarita Salas . A la primera pregunta «seria» que se plantó entre la botella de Rioja tinto, los panecillos y los cubiertos, de qué debía hacer la Academia para reflejar mejor la España de hoy, todas le cedieron la palabra a la veterana. «Todavía somos pocas mujeres. Todavía la Academia no está con el siglo XXI, pero es que el siglo XXI tampoco está con las mujeres », se pronunció con tanta tersura como autoridad Margarita Salas (Canero, Asturias, 1938). Académica desde 2003, ocupa el sillón (o la silla) i. Vestía una elegante gama de blancos, marfiles y ocres, sin vestigios de joyas en cuello, lóbulos o manos. Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948), dueña de la letra n, recalcó que apenas eran un 13 por cien las catedráticas.
Todas se cuidaron de enarbolar la bandera feminista, y se manifestaron en contra de las cuotas, de cualquier especie de discriminación positiva, pero también de cualquier tipo de «discriminación negativa», apuntó Margarita Salas: que el hecho de ser mujer no puntúe a favor, pero tampoco en contra. La lingüista Inés Fernández-Ordóñez , la benjamina (Madrid, 1961), académica desde 2011, inquilina de la letra P, que en vez de rojo y negro combinaba el rojo y el blanco, pidió mejor dotación y tecnología para hacer accesible a los interesados en los entresijos de la lengua «todos los recursos lingüísticos» de la Academia y, escamada, pidió discreción a los plumillas.
Fernández pide más dotación para hacer accesibles los entresijos de la lengua
«¿De qué hablamos cuando hablamos de cultura?», se preguntó Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947), que ocupa desde 2010 la g. Vestía una blusa negra sin mangas, estampada de flores, y un llamativo colgante que parecía de uvas planas. Fue ella quien puso el énfasis en que «no existe una mirada femenina sobre el mundo».
Solo hubo dos silencios sonoros : cuando se les preguntó a quién echaban de menos en la selecta casa y con qué artificios se postulaban quienes a su vanidad añadían méritos y les rogaban que fueran sus madrinas para sillas y letras que queden vacantes.
No hizo falta piel de tigre
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete