¿Por qué si nuestro cuerpo está a 36 grados tenemos calor a 30?

ciencia cotidiana

La clave hay que buscarla en el metabolismo celular y en los mecanismos termorreguladores

¿Se puede sudar dentro del agua?

Una pareja pasa calor en su casa, en una imagen de archivo Adobe Stock

La termorregulación consiste, básicamente, en activar diferentes procesos centrales y periféricos para mantener la homeostasis corporal y las funciones vitales constantes. Estos procesos están tutelados por el hipotálamo, el cual, a través de la retroalimentación, permite aumentar o disminuir la temperatura.

Gracias a este complejo sistema nuestra temperatura oscila entre los 36º C y los 37,5º C, la razón de esta horquilla no es otra que es el intervalo en el cual es más eficiente, existe un menor gasto energético y se impide que seamos infectados por virus, bacterias y hongos.

El límite se encuentra en 43º C

La temperatura de confort para nuestro organismo se encuentra entre los 15 y 30º C, por debajo y por encima de esta temperatura ambiental el cuerpo humano activa los mecanismos termorreguladores.

Los seres humanos soportamos mejor las temperaturas bajas que las altas, debido a que las funciones celulares se enlentecen y es posible que se puedan recuperar cuando la temperatura regrese a valores normales. Sin embargo, a partir de los 43º C las proteínas se desnaturalizan, pierden su funcionalidad de forma irreversible y, además, mueren.

Por ese motivo, el límite de los 43º C marca la frontera de la vida y la muerte.

A pesar de todo, desde la Organización Mundial de la Salud se alerta que una temperatura ambiental de 40º C puede poner en riesgo nuestra salud o si se alcanzan los 35º C con altos niveles de humedad.

Mecanismos termorreguladores eficaces

Si tenemos frío nuestros vasos sanguíneos reducen el flujo de sangre (vasoconstricción) para conservar el calor y los músculos se contraen –tiritona- para generarlo. Por el contrario, si la temperatura es superior a 30º C se produce una vasodilatación para que se pueda expulsar el exceso de calor en forma de sudoración.

La primera consecuencia de la vasodilatación, dado que nuestra sangre es roja y se concentra en la periferia de nuestro organismo, es que la piel se vuelve sonrosada y la segunda derivada es que el corazón se acelera para bombear sangre a la red de capilares.

Ahora bien, ¿cómo es posible que se activen los mecanismos termorreguladores a una temperatura ambiental inferior a nuestra temperatura corporal? La respuesta hay que buscarla en el metabolismo celular.

Las células de nuestro cuerpo oxidan nutrientes y producen un «exceso de calor» que mantiene nuestra temperatura corporal, la plétora de calor es eliminada a través de radiación, convección, conducción y evaporación.

El calor que se genera en las partes más internas se transporta por el riego sanguíneo hasta la superficie de la piel y, desde allí, se disipa por radiación; si lo hace por contacto directo con otras superficies más frías hablamos de conducción; si es debido al intercambio con el aire circundante decimos que existe convección y, por último, si es a través del sudor lo denominamos evaporación.

Debido a que la temperatura corporal debe mantenerse constante, la energía emitida por radiación también debe ser constante, sin embargo, cuando la temperatura ambiental es similar a la nuestra ya no puede disiparse de una forma eficaz. Como la temperatura no puede ser regulada ni por radiación ni por convección, se recurre a la sudoración.

Y es que la piel humedecida por el sudor conduce mejor el calor y, además, se enfría cuando las gotas se evaporan. Esto explica que cuanto más próxima sea la temperatura exterior a la de nuestro cuerpo más complicado será expulsar el calor generado y, por tanto, mayor será la sensación subjetiva de calor.

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