Humanos contra hienas gigantes: la lucha por la carroña hace un millón de años
En la península ibérica pequeños grupos de homínidos pudieron ahuyentar a las alimañas para alimentarse de los despojos dejados por tigres dientes de sable
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Madrid
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Iniciar sesiónHace un millón de años en la península ibérica, los tigres dientes de sable y los jaguares reinaban entre los carnívoros. Cazaban grandes presas: ciervos, bóvidos y caballos, cuyos restos abandonados sobre el terreno no pasarían desapercibidos para nuestros ancestros. Algunas investigaciones apuntan a ... que los despojos pudieron ser un importante recurso alimenticio para estas poblaciones, especialmente para superar los crudos inviernos en los que los vegetales escaseaban. Los homínidos podrían haber visto en ellos una buena fuente de grasas y proteínas, aparentemente más fácil de conseguir que en una arriesgada salida de caza con palos y piedras.
Sin embargo, la recogida de carcasas no estaba exenta de riesgos. Los cadáveres también atraerían a otros animales oportunistas, entre ellos las temibles hienas gigantes (Pachycrocuta brevirostris), bestias de 140 kilos de peso y mandíbulas capaces de fracturar huesos de elefante que no estarían dispuestas a ceder un bocado suculento. ¿Es posible que los humanos primitivos compitieran por un trozo de carne con semejante animal? ¿Es factible que la carroña formara una parte habitual de su dieta?
Un equipo del Centro Nacional de Investigaciones sobre la Evolución Humana (CENIEH) ha realizado una simulación computacional para intentar responder a esa pregunta y ha llegado a la conclusión de que ese escenario es posible si los grupos de homínidos fueran de tamaño moderado, entre cinco y trece individuos: suficientemente grandes como para ahuyentar a las hienas pero no demasiado como para que los restos no lleguen para todos y haya que buscar más.
Los ocupantes de una cueva de Granada ya tejían cestos hace 9.500 años, entre los más antiguos del mundo
Judith de JorgeEstos cazadores-recolectores eran también habilidosos artesanos. La piezas de esparto, excepcionalmente conservadas, están decoradas con motivos geométricos y pudieron ser utilizadas a modo de relicario
Balance energético
«La evidencia arqueológica del Pleistoceno temprano es escasa y fragmentaria, por lo que no puede responder a todas las preguntas. Por eso recurrimos al modelado computacional, una herramienta que nos permite introducir parámetros para recrear cómo pudo ser ese ecosistema», señala a este periódico Ana Mateos, coautora del estudio que se publica este jueves en la revista 'Scientific Reports'. En ese caso, los investigadores han tenido en cuenta el tamaño de los grupos de homínidos, la frecuencia con la que cazaban los carnívoros, la cantidad de comida que todavía quedaba cuando las fieras abandonaban los cadáveres o las poblaciones de hienas entre los distintos factores a tener en cuenta.
«El tamaño óptimo del grupo para competir con las hienas se establece en función de un balance energético. Si el grupo es demasiado numeroso, no resulta tan óptimo, ya que necesita buscar más carcasas. Y si es demasiado pequeño, tampoco, ya que no puede desafiar a una hiena. El modelo nos habla de grupos de entre cinco y trece individuos», explica la investigadora. Cinco, por ejemplo, es el número de miembros de los Hadza, una tribu de cazadores-recolectores de Tanzania central, suficiente para expulsar a un león. De la misma manera, hacen falta entre ocho y diez chimpancés para echar a un leopardo.
Probablemente, la carroña fuera lo suficientemente interesante para los homínidos como para arriesgarse. El tigre dientes de sable Homotherium latidens atrapaba presas de 400 kilos de peso, incluidos animales tan grandes como elefantes; otro dientes de sable, Megantereon whitei, se atrevía con ungulados de 350 kilos; y el jaguar europeo Panthera gombaszoegensis se enfrentaba a animales más pequeños, pero de unos todavía impresionantes 200 kilos. Y estos félidos no devoraban sus presas enteras. Dejaban carne, tuétano y tejidos grasos en los huesos que suponían un festín. Y había que robárselo a las hienas.
Un enemigo formidable
«La hiena gigante es la más grande que ha existido jamás. De un metro de altura, era muy robusta y tenía mandíbulas muy fuertes, un enemigo formidable para un homínido. Un individuo solo no habría tenido nada que hacer, pero un grupo sí podría ahuyentarlas», dice Jesús Rodríguez, también coautor del estudio. ¿Lo habrían hecho arrojando palos y piedras? Es muy posible, si se extrapola el comportamiento de las tribus actuales de cazadores-recolectores y de otros primates. Es lo que hacen los chimpancés, por ejemplo, además de chillar o agitar ramas, si se sienten amenazados por la presencia de un leopardo. «En el yacimiento de Fuente Nueva 3, en Orce (Granada), y en el de Dmanisi (Georgia), se han encontrado cantos de cuarcita y otras materias primas que se ha interpretado que podrían haber sido utilizados para confrontar con hienas o el competidor de turno», recuerda Mateos.
MÁS INFORMACIÓN
«Lo que permite la simulación -continúa Rodríguez- es demostrar que desde el punto de vista ecológico es posible que los homínidos explotaran el recurso de la carroña. Y hay evidencias en el registro arqueológico que lo respaldan».
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