«Código fuente»: Trampa en El Día de la Marmota
JOSÉ MANUEL CUÉLLAR
Curioso el asunto, pero aquel Día de la Marmota ha dado mucho juego en el cine. Es su idea básica con la que se juega en esta obra de Duncan Jones, un realizador que nos prometió el oro, el moro y el cristiano después de ... su aplaudido «Moon». Aquí, un militar es metido en un programa informático en el que tiene ocho minutos para detener a un terrorista que va a hacer explotar un tren. La suerte que tiene es que puede repetir y en cada repetición posee la ventaja de cambiarlo todo. Aquello de ensayo-error.
El caso es que el bueno de Gyllenhaal, entre el aturdimiento, las muertes reiteradas y que va perdiendo el tiempo enamorándose, tarda una eternidad en lograrlo. El asunto tiene el peligro de volverse cargante, y cargante se vuelve. Poco tiempo, mismo escenario, mismos personajes, escasa variación y, para colmo, hay que portar el lastre de los ingredientes metidos con cuchara: ¿no querías sopa, toma dos tazones: física cuántica, mezcla de personalidades, el listillo de Gyllenhaal que ve ocasión de arreglar jarrones rotos y la chica tendiendo puentes de amor. Todo metido en secuencias de ocho minutos, a veces con calzador, ora a empujones, otrora con suave vaselina.
El resultado es un thriller de cierto interés que tendrá sus amores entre los enardecidos de la ciencia ficción, que son muchos, pero que se queda un poco corto justo por amplio: demasiados mejunjes para intentar alargar una historia que no da para mantener la tensión de 90 minutos. Si al final repito un examen cien veces, acabo sacando matrícula de honor, pero eso no vale. Es trampa, espabilado.
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