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Un polémico Nobel y un perro, detrás del descubrimiento de la insulina

Su hallazgo en 1921, hace ahora cien años, supuso toda una revolución en la historia de la Medicina

Banting y Best con el primer perro tratado con insulina U Mass Chan Medical School

Pedro Gargantilla

Uno de los grandes hitos de la historia de la medicina ha sido, sin duda, el descubrimiento de la insulina, la derivada final del trabajo de muchos científicos durante siglos. Para conocer las primeras referencias a los síntomas propios de la diabetes nos tenemos que remontar hasta el papiro egipcio de Ebers escrito hace más de tres mil quinientos años. Sin embargo, no sería hasta el siglo XVIII cuando Thomas Cawley asoció por vez primera la enfermedad a una alteración del tejido pancreático, ya que hasta entonces se pensaba que el problema residía en los riñones.

En 1848 Claude Bernard (1813-1878), el padre de la medicina experimental, descubrió la función digestiva del páncreas y, apenas dos décadas después, Paul Langerhans (1847-1888) halló la presencia de islotes de células dispersos en el páncreas de un mono, el lugar en el que se escondía el secreto de la enfermedad.

Antes de que terminara el siglo diecinueve dos fisiólogos de la Universidad de Estrasburgo, von Mering y Minkowsky , extirparon un páncreas y demostraron que con ello se provocaban síntomas similares a la diabetes. Con estos cimientos 'tan solo' restaba descubrir cuál era la sustancia que producía el páncreas, fabricarla y administrarla a los pacientes diabéticos.

El primero en recibir insulina

Tras finalizar la Primera Guerra Mundial el doctor Frederick Banting (1891-1941) regresó a su Ontario natal para ejercer como preparador de fisiología. Fue allí cuando, tras leer algunos artículos científicos, comenzó a interesarse por la diabetes y su posible tratamiento. A mediados de 1921 y después de tediosas conversaciones consiguió convencer al profesor JJ Rickard MacLeod (1876-1835), el jefe de fisiología de la Universidad de Toronto, para que le prestara su laboratorio y diez perros con los que poder experimentar.

MacLeod, además, le asignó como asistente a Charles Best (1899-1978), un estudiante de medicina de veintidós años. Durante los siguientes meses Banting y Best realizaron ligaduras quirúrgicas en el páncreas de los cánidos, las cuales les provocaban atrofia pancreática, convirtiéndoles en diabéticos. A continuación se dedicaron a extraer las secreciones pancreáticas, filtrarlas e inyectárselas nuevamente a los perros.

De esta forma, el 6 de agosto el perro identificado con el número 13, una hembra negra y blanca con rasgos de perro pastor y que respondía al nombre de Marjorie, se convirtió en el primer animal diabético del mundo en recibir un extracto de páncreas, algo a lo que más adelante se llamaría insulina, con lo cual descendió sus niveles de glucemia en sangre.

El cuarto científico en unirse a la terna del laboratorio canadiense fue Bertrand Collip (1892-1965), un bioquímico y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Alberta. Su papel fue esencial en la purificación final de la insulina. La fortuna quiso que hubiese decidido tomarse un año sabático en 1921 durante el cual se desplazó hasta Toronto para unirse al equipo del profesor JJR MacLeod.

Al poco de llegar MacLeod le encomendó que se dedicara en cuerpo y alma a preparar la insulina en un estado más puro. En el plazo de un mes Collip consiguió un extracto pancreático lo suficientemente puro como para que pudiera ser usado en los ensayos clínicos. De esta forma no tardaron en completarse con éxito todos los estudios que estaban en marcha y que terminaron con la venta de la patente de la insulina a la Universidad de Toronto por un simbólico dólar.

El primer paciente

Muy pocos meses después Leonard Thompson (1908-1935) un niño diabético de catorce años se convertiría en el primer paciente en recibir una inyección de insulina.

Fue el primero de decenas, luego de cientos, más delante de miles y ahora de millones de personas que se han beneficiado de la insulina. El suceso tuvo lugar el 22 de enero de 1922. Una fecha para el recuerdo.

Apenas un año después la Academia Sueca premió a Frederik Banting y JJR MacLeod con el premio Nobel de Medicina por el descubrimiento de la insulina. El primero compartió la dotación económica del galardón con Charles Best y el segundo hizo lo propio con Bertrand Collip, un gesto que les honra a ambos.

A la ceremonia de entrega no asistieron ni Banting ni MacLeod y en el discurso un miembro del comité Nobel recordó a Areteo de Capadocia, a Celso, a Claude Bernard y a Langerhans, entre otros, ya que sin ellos el descubrimiento de la insulina no habría sido posible.

La decisión de la Academia no estuvo exenta de polémica y reclamaciones internacionales, desde J Raymond Murlin , el descubridor del glucagón, al alemán Goerg Ludwig Zuelzer y al americano Ernest Lyman Soctt que exigían su reconocimiento al haber realizado experimentos exitosos con anterioridad a los canadienses, pasando por el rumano Nicolae C Paulescu (1869-1931). Y es que este último científico había conseguido obtener en 1916 –cinco años antes que los canadienses- un extracto acuoso pancreático que había normalizado los niveles plasmáticos de azúcar en un perro diabético.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación

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