Caso Daniel Sancho: «Si reconociera el delito por el que ha sido condenado, su progresión en el sistema penitenciario sería más favorable»
El catedrático de Criminología de la Universidad de Valencia, Vicente Garrido Genovés, analiza el caso de Daniel Sancho tras conocerse la sentencia que le condena a cadena perpetua por el asesinato del médico colombiano Edwin Arrieta en Tailandia
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Asesinato premeditado, ocultación de cadáver y robo de documentación ajena. Estos son los tres delitos de los que Daniel Sancho había sido acusado por la Fiscalía y por los que finalmente ha sido condenado a cadena perpetua, según recoge el fallo del magistrado en el Tribunal Provincial de Samui, que le ha declarado culpable de asesinar de manera premeditada a Edwin Arrieta y descuartizar su cuerpo el 2 de agosto de 2023 en la isla de Phangan en Tailandia.
Una de las particularidades de este fallo, según recoge la crónica para ABC del enviado especial a Koh Samui (Tailandia), Luis Garrido-Julve, es que en Tailandia la premeditación en un asesinato conlleva una condena de pena de muerte y que solo puede esquivarse asumiendo la culpabilidad y facilitando la tarea a los investigadores. Por tanto, a pesar de que Sancho se declaró inocente, los analistas apuntan a que finalmente se desestimó la condena a pena de muerte y se contempló la cadena perpetua por la colaboración de Sancho con los investigadores para reunir las pruebas para incriminarle y por el hecho de haberse declarado culpable al principio del proceso.
La sentencia resultó satisfactoria para los familiares de Edwin Arrieta, que habían pedido cadena perpetua y que el acusado cumpliera la pena en Tailandia y de hecho así lo manifestó el abogado en España de la familia del colombiano, Juango Ospina, quien durante la rueda de prensa explicó que los familiares de Arrieta confían en que esta sentencia «haga reflexionar» a Daniel Sancho para «pedir un perdón sincero» y que no se opondrán a que cumpla la pena en España, siempre que se cumplan las leyes tailandesas y se realice el pago de la indemnización, de unos 106.000 euros.
De ahí que existan varios conceptos cuyos matices conviene aclarar para saber en qué medida afectarán al futuro penitenciario de Daniel Sancho. Y esos son el perdón y el arrepentimiento.
Precisamente sobre estos dos conceptos centramos nuestra consulta sobre Daniel Sancho al catedrático de Criminología de la Universidad de Valencia, Vicente Garrido Genovés, quien hace un año, cuando apenas se conocían datos sobre el suceso, analizó el caso de Daniel Sancho para ABC basando su argumentario en el comportamiento del agresor y con la intención de orientar sobre qué tipo de emociones o sentimientos podrían haber llevado a cometer un acto así a una persona que, a priori, no estaba relacionada con el mundo criminal.
Se da la circunstancia de que Vicente Garrido es, además de autor de libros como 'True crime: la fascinación del mal' (Ariel), 'Nuevos perfiles criminales', o 'Crímenes sin resolver: los casos que tienen en jaque a la justicia española'; es un colaborador habitual en la valoración de crímenes dentro del mundo de la judicatura, por lo que su conocimiento de este tipo de procesos es fundamental para entender algunas de las claves del caso.
Así, la expresión "pedir un perdón sincero" utilizada por la defensa de la familia Arrieta es algo que, según explica Garrido, es probable que se haya usado para dar a entender la necesidad del reconocimiento de culpa y también del arrepentimiento pues el autor del crimen no reconoció en ningún momento la premeditación y la intención homicida, aunque sí que hubiese reconocido su participación en el crimen. Así, lo que parece decir la familia por boca de su abogado es que, por un lado, Sancho tiene que reconocer que "quiso matar y mató" y por otro, que se arrepienta de ello. No se trata, por tanto, de que pida perdón sino más bien de que se den esas dos circunstancias: que reconozca el acto homicida y que muestre signos de un sincero arrepentimiento, según aporta Garrido.
Con respecto a la sentencia de cadena perpetua, el experto explica que el aspecto que más complicó la defensa de Daniel Sancho probablemente fue la grabación de las cámaras en la que se ve que adquiere un material que podría haber sido utilizado en el posterior descuartizamiento (cuchillos, sierras, cuerdas, bolsas...) y que además la fecha de esa grabación fuera anterior a la fecha del homicidio establecida por el forense. Esto es, a juicio de Garrido, algo que ha debido complicar mucho la defensa pues no es habitual que una persona que supuestamente viaja a un lugar para pasar unas vacaciones compre esos instrumentos. «La adquisición de este tipo de material antes del suceso puede hacer sospechar que estaba en su ánimo cometer el crimen. Y eso es algo que ha debido complicar mucho la defensa de Sancho», apunta.

Pero además existe otro aspecto reseñable en este caso, según plantea Garrido, que es el que tiene que ver con cómo se deshizo del cadáver de Edwin Arrieta. «Cuando alguien se deshace de un cadáver troceándolo es algo que exige la presencia de una intención, una motivación fuerte, una determinación y un ánimo específico para hacerlo pues el ser humano siente de forma natural una repulsión a violar el tabú en lo que se refiere a la manipulación de un cadáver», argumenta el catedrático, quien además apunta que no sólo requiere capacidad física, sino también superar ese costo emocional que implica llevar a cabo algo así.
En este sentido el experto apunta que está comprobado al calor de la casuística criminal que cuando una persona trocea un cuerpo lo más probable es que lo haya matado de forma intencionada. Por tanto, como plantea Garrido, parece poco creíble que la muerte se produjera por un golpe en la cabeza que se dio tras un forcejeo para evitar una agresión sexual, tal como se planteó durante la defensa del acusado. «En ese tipo de escenarios en los que se produce una muerte accidental tras un forcejeo el comportamiento más normal o incluso el más esperable es llamar a la policía, pues realmente esa persona podría mostrar que estaría siendo víctima de una agresión. Pero si lo que haces es lo contrario, ocultas el cuerpo, lo troceas y lo intentas hacer desaparecer colocando los restos en diferentes lugares, eso en realidad encaja más con un interés por ocultar un crimen premeditado para que éste quede impune», asegura.
En términos psicológicos, según señala Vicente Garrido, el escenario más habitual y el que casi siempre se da es avisar a la policía cuando se produce una muerte accidental tras un forcejeo, salvo condiciones muy específicas (que esa persona tenga antecedentes o que ya sea un delincuente). Por eso llama especialmente la atención el hecho de que él, que no había tenido ningún problema policial anteriormente, optase por esa otra vía que es ocultar lo relacionado con el suceso. «¿Por qué iba a pensar que la policía no le iba a creer?», cuestiona Garrido.
Con respecto al posible arrepentimiento por parte de Daniel Sancho, el experto explica que, en líneas generales, en los sistemas penitenciarios de todo el mundo el trato favorable para que aumenten las opciones de que esa persona acceda a regímenes de mayor libertad pasa necesariamente por el reconocimiento del delito. «Si el fin de la pena privativa de libertad, hablando en líneas generales, es la rehabilitación del preso, difícilmente se puede considerar que alguien está rehabilitado si niega ser el autor del delito por el que ha sido condenado», comenta. Se entiende, por tanto, según argumenta Garrido, que la rehabilitación pasa por aceptar la responsabilidad de lo que se ha hecho y también por, de alguna manera, comprometerse con el comportamiento y con la actitud a no seguir delinquiendo. De esta manera se consigue que el sistema penitenciario vaya concediendo los permisos necesarios que lleven a un régimen penitenciario cada vez más próximo a la libertad.
Por tanto, según explica Garrido, los presos que reconozcan la responsabilidad de los delitos por los que han sido condenados tendrán ante las autoridades judiciales y de la prisión mayor posibilidad de ser favorecidos en su tránsito hacia la libertad que aquellos presos que nieguen haber sido responsables de ese delito porque eso implica no haber aceptado la responsabilidad. «Si Daniel Sancho reconociera el delito por el que ha sido condenado, su progresión en el sistema penitenciario sería más favorable, al menos es lo esperable en Europa», concluye.
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