Por qué lo que dices sobre cada alimento influye tanto en cómo comen tus hijos

Recientemente, el Ministerio de Consumo ha anunciado que regulará, a través de un real decreto, la emisión de publicidad dirigida al público infantil y adolescente de alimentos y bebidas no saludables (bollería industrial, galletas, helados, zumos u otro tipo de productos que tienen una elevada cantidad de calorías y azúcares). Es algo que, por otra parte, ya recomendaba la OMS y que algunas organizaciones de consumidores estaban demandando desde hacía tiempo (según la OCU, el 77% de la publicidad que se emite en España está relacionada con alimentos poco saludables) a los estados. Se trata, en general, de productos que ya sabemos, o deberíamos saber, que debemos evitar tanto niños como mayores pero que sin embargo forman parte del menú semanal de la mayoría.

Y aunque es cierto que el ajetreado estilo de vida actual, y la influencia de los medios de comunicación, hacen difícil controlar la alimentación de nuestros hijos, en mi opinión la alarma social y las prohibiciones no deberían ser el camino, por muy loable que sea el objetivo a conseguir (y este sin duda lo es). Es siempre mucho más efectivo educar y mostrar . Dar ejemplo y dar opciones. Si desde pequeños les enseñamos la importancia que tiene la buena alimentación y les descubrimos el gusto por los alimentos sanos, conseguiremos que nuestros hijos tengan una dieta saludable y natural. El hecho de prohibir o eliminar de sus pantallas los alimentos azucarados y ultraprocesados no hará que desaparezcan y, más bien al contrario, podríamos estar provocando un nada deseado efecto rebote y más atracción por ellos. El entorno familiar, especialmente en los primeros años de vida, es clave para enseñar a los niños a comer bien y alejarles, de forma natural y sin traumas, de los alimentos procesados. Si no sabéis por dónde empezar, aquí os dejamos algunos consejos para conseguir que el mensaje cale:

Si solo les ofrecemos pizza y patatas fritas, éso es lo que van a comer. En casa deberían ver la comida más saludable (y no la más fácil). Introducir en el menú familiar todo tipo de productos y recetas hará que sus paladares se expandan igual que lo hacen sus mentes al estudiar en el colegio y que poco a poco sepan reconocer qué alimentos sientan mejor a su cuerpo.

Debemos dar a nuestros hijos exactamente la misma comida que consumimos nosotros. Si los padres no consumimos bollería industrial o chucherías, ¿por qué ofrecérselos a ellos?

Es cierto que el sabor amargo de algunas verduras como las espinacas, brócoli, acelgas, col, cardo o cebolla (debido a su alto contenido en calcio) hace que no les gusten, pero si las cocinamos o las combinamos con otros productos como carne, huevos, queso, etc. se acostumbrarán a su presencia en el plato y aprenderán a disfrutar de ellas también en otras ocasiones.

Lo mejor es ir con ellos a la compra y mostrarles las diferentes opciones en el mercado para que ellos puedan elegir, por ejemplo, qué frutas y verduras prefieren. Así no solo conseguiremos que después se la coman, sino que también irán cultivando poco a poco su interés por los alimentos naturales. Si además nos acompañan en el proceso de cocinado, el beneficio se multiplica con la práctica.

«Si te portas bien te daré una chuche» es una frase fatídica que asocia este tipo de productos con un regalo y con algo positivo, y que además de acostumbrarles a ellos puede llegar a favorecer trastornos alimenticios en el futuro, dándose atracones de comida cuando sienten estrés o tristeza, ya que desde pequeños han asociado esta clase de productos a una sensación reconfortante.

Por las mismas razones, la buena alimentación sirve (o debería servir) para sentirnos bien y estar sanos, y no para estar delgados o encajar en unos cánones de belleza en muchos casos irreales. Y siguiendo con la idea de predicar con el ejemplo, mucho mejor que nos vean a los adultos comer de manera equilibrada que hacer dietas salvajes cada pocos meses.

Comentar noticias, ver documentales, explicar de dónde viene cada alimento y qué le hace a nuestro cuerpo (tanto los naturales como los que no lo son tanto y que pueden ser de consumo ocasional). La información es, siempre, la base de la formación.

Y paralelamente a todo ello, tratemos también de practicar un estilo de vida familiar saludable , con actividades deportivas compartidas, paseos por la naturaleza y contacto con animales, porque todo cuenta y todo es, a corto y a largo plazo, por su bien.