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Nutrición

¿Es bueno tomarse una cerveza después de hacer ejercicio?

Desmontamos algunos falsos mitos en torno al deporte y las bebidas alcohólicas, el huevo y el colesterol, la leche y el zumo

La cerveza contiene alcohol, cuyo principal efecto en el organismo es la deshidratación Vídeo: Desmontamos falsos mitos de la alimentación
Javier Martínez

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¿Es bueno tomarse una cerveza después de una carrera?, ¿es cierto que tomar media copa de vino tinto al día es saludable?, ¿hay que tener cuidado con el consumo de huevos?, ¿es recomendable tomarse un zumo de naranja por las mañanas para aprovechar su vitamina C? Vivimos rodeados de información acerca de lo que es «bueno» comer o no para proteger la salud y muchas veces la traducción de los estudios científicos en torno a ese tema y su divulgación pueden dar lugar a falsas creencias, fomentando hábitos que no son ni reales ni saludables, arrastrando así viejos falsos mitos de alimentación . Vamos a desmontar los cinco más populares.

¿Es bueno beber cerveza para recuperarse tras hacer ejercicio?

Los defensores de la cerveza para el deportista aseguran que la cerveza ayuda a recuperar el nivel hídrico después de hacer ejercicio físico y a recuperarse después del ejercicio. Es cierto que la cerveza posee hidratos de carbono, incluso algunas vitaminas, compuestos fenólicos e incluso ácido fólico (una caña aporta un 6% de la cantidad diaria recomendada de ácido fólico, vamos muy poco). Pero lo que no debemos olvidar que la cerveza contiene alcohol, cuyo principal efecto en nuestro organismo es la deshidratación , a la que también contribuyen compuestos diuréticos de la cerveza derivados del lúpulo.

Si quieres reponer el agua y minerales perdidos después de hacer ejercicio bebe agua, come fruta y en todo caso después de haber hecho los «deberes» puedes tomar cerveza pero sin alcohol: pero por placer más que por salud.

Una copita de vino al día, ¿es saludable?

Cuántas veces hemos oído decir que una copa de vino al día no sólo no es dañina sino que es saludable. El origen de esta creencia proviene de la llamada «paradoja francesa» : un antiguo estudio comprobó algunos de los factores por los cuáles los franceses, a pesar de consumir grandes cantidades de grasas saturadas al igual que otros países del norte de Europa, tenían un índice de enfermedades cardiovasculares menor y más similar a los países del sur de Europa como España que consumían una mayor cantidad de grasas monoinsaturadas.

Durante años han aparecido estudios que hablaban de que el vino con moderación era bueno para la salud. Pero ni estos estudios ni el citado estudio francés han sido capaces de demostrar la relación causa-efecto, sino más bien solo una cierta relación entre algunos factores estudiados. El hecho de que el vino contenga polifenoles y antioxidantes como el resveratrol de los que se han demostrado posibles beneficios sobre la salud de forma «aislada» no justifica que debamos consumirlo en su conjunto, pues este producto tiene una media de un 13% de alcohol. Porque el alcohol «consumido de forma moderada y responsable», como dicen algunas guías de alimentación, tambien es un factor de riesgo para diversas enfermedades entre las que está ciertos tipos de cáncer .

Nunca un profesional de la salud debe recomendar a nadie que tenga la suerte de no beber alcohol que se inicie en este mal hábito. El consumo de alcohol no presenta ningún beneficio relevante sobre la salud frente a la abstinencia o el consumo esporádico.

¿Hay que reducir el consumo de huevos para evitar el colesterol?

Un alimento sin igual de nuestra dieta mediterránea que no debe faltar todas las semanas en tu plato es el huevo : un regalo de la naturaleza muy completo en nutrientes (rico en proteínas de alta calidad, vitaminas y minerales), que además se adapta al bolsillo de todos. Demonizado hace años por su posible «culpabilidad» en el incremento del nuestros niveles de colesterol en sangre , hoy en día se le ha «absuelto» de dicho delito para convertirse en un alimento imprescindible y apto para casi todos nosotros (excepto los alérgicos al huevo).

El huevo más habitual, aunque podemos degustar también de avestruz, codorniz, pato, oca y ñandú, es el de gallina. Podemos comprarlo blanco o moreno, para gustos los colores. Antiguamente se sobrevaloraba el huevo de cáscara marrón. Pues bien, el color sólo va a depender de la raza de la gallina, y las vitaminas «no entienden de razas», por lo tanto la calidad nutritiva del huevo no depende del color de la cáscara .

Si nos metemos en la estructura del huevo tenemos que diferenciar la clara , llena de proteínas de la más alta calidad, muy digeribles, saciantes y saludables una vez que el huevo ha sido cocinado: si se comen huevos crudos, permanecen activas ciertas sustancias «antinutritivas» que disminuyen la disponibilidad de vitaminas como la biotina y de las proteínas. La clara también aporta vitaminas como la B2, B3, biotina, ácido fólico y algo de B6, así como minerales como el azufre. La otra parte, la yema , posee vitaminas liposolubles: A, E, D y K, así como del grupo B. También posee antioxidantes : luteína y zeaxantina, relacionados con la prevención de la degeneración macular (pérdida de visión.).

Y… por supuesto, ¡la yema posee colesterol!, pero se ha visto que poco tiene que ver con la temida elevación del colesterol en sangre. El huevo tiene colesterol pero tiene poca grasa saturada , de hecho posee grasas saludables en completo equilibrio. El colesterol de la dieta no repercute sobre el colesterol en sangre como sí ocurre con las grasas saturadas: carnes grasas, grasa de coco y palma, bollería, mantequilla, quesos grasos… y con las grasas «trans» utilizadas en repostería y platos preparados con margarinas. Vamos, que cualquier persona sana puede come r un huevo al día y mantener una salud de hierro.

Beber zumo, ¿es igual que comer fruta?

Si elaboramos un zumo natural con tres naranjas medianas (200 gramos cada una), estamos exprimiendo un total de 6 sobres de 10 gramos de azúcar de fruta, en total 60 gramos de azúcar de fruta (principalmente fructosa) y 240 kilocalorías.

La fructosa es una molécula de igual estructura que la glucosa y que cuyo consumo en exceso se relaciona también con la obesidad como la glucosa. Si eliminamos la pulpa de la fruta al exprimirla, en este caso de la naranja, perdemos no sólo la fibra de la naranja, sino multitud de compuestos antioxidantes y beneficios sobre nuestro intestino, en concreto sobre el colon.

Las comparaciones son odiosas: una lata de refresco de cola «normal» de 330 ml, aporta 135 kilocalorías, 35 gramos de azúcar, casi la mitad que ese vaso de zumo de naranja «natural».

Vamos, que aunque el zumo de naranja aporte vitamina C, minerales y algunos antioxidantes, nos sube rapidamente la glucosa en sangre, al no tener apenas  fibra , igual que una de las más demonizadas bebidas industriales azucaradas.

La fruta, en general, mejor con toda su pulpa , a mordiscos o batida con toda su fibra.

La lactosa, ¿la culpable de todo?

Existe una tendencia desorbitada de responsabilizar a la lactosa, el principal hidrato de carbono de la leche, de producir problemas de salud derivados de su intolerancia . Nuestro organismo está preparado para digerir el azúcar de la leche. Sin embargo es cierto que unas personas lo hacen con mayor dificultad y pueden sufrir intolerancia a la lactosa.

Las personas que padecen intolerancia a la lactosa (puede ser de nacimiento, adquirida con el tiempo o incluso ser reversible), sufren problemas gastrointestinales tales como gases e hinchazón abdominal, diarrea, migrañas y malestar intestinal después de ingerirla. Todo es debido a que no pueden digerirla pero cada persona intolerante a la lactosa tiene un umbral individual y por tanto puede ingerir una cantidad determinada de leche sin problemas.

Aún así, la incidencia de intolerancia en Europa es bastante baja, en España no llega al 30%, de los cuáles muchos si que pueden tomar leche de forma diaria en cantidades moderadas sin tener problemas.Por ello sin un diagnóstico clínico (mediante la prueba de hidrógeno espirado) no debemos abandonar el consumo de lactosa ni sustituir los productos lácteos por otros sin lactosa tanto por razones económicas (son mucho más caros) como por razones de salud (la lactosa tiene un papel beneficioso para la flora intestinal y favorece la absorción de calcio).

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