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La novela vuelve a la trinchera

Pablo Gutiérrez da el salto a la liga de las grandes editoriales con «Democracia», libro que relata la tragedia de un parado

La novela vuelve a la trinchera ABC

INÉS MARTÍN RODRIGO

En septiembre de 2008, justo el día en que cayó Lehman Brothers , Marco perdió su trabajo. Tenía una hipoteca y, como tantos otros, muchos planes de futuro. Podría ser un caso (más) real. Pero no lo es. Se trata del punto de partida de «Democracia» ( Seix Barral ), la novela con la que Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978), da el salto a la liga de las grandes editoriales (su trayectoria, avalada por la etiqueta Granta y el Premio Ojo Crítico de Novela , estaba hasta ahora ligada a Lengua de Trapo ). Y se trata de un salto de altura, ya que el escritor andaluz pone toda la carne en el asador de la actualidad para poner de manifiesto su descontento con la crisis y, de paso, agitar conciencias.

«Es la novela que necesitaba escribir ahora y la única que podía escribir. No es que aproveche la oportunidad, es que escribo las cosas que me suceden, y lo que me sucede desde 2008 es que nos están robando la cartera », asegura Gutiérrez en una entrevista durante su estancia en Madrid para promocionar el libro. «Es oportuno que haya una literatura que hable de lo que pasa, pero no con la intención de hacer una tesis ni con la de exponer un punto de vista superior al lector, porque la novela parte de la incertidumbre y de la confusión tan enorme que yo tengo», reconoce.

«Es la novela que necesitaba escribir ahora y la única que podía escribir»

Porque Gutiérrez no sabe «qué ha pasado desde el 2008 hasta ahora». «Sé que ha habido un cambio de ciclo brutal, pero no sé bien quiénes son los culpables, ni por qué, ni cuál es la intención final de todo esto. Si es que nos están robando para quedarse con ese dinero o hay una desesperación social...». Todas esas dudas, «que no son perfectas», son las que hacen que necesite escribir «Democracia». Y, por encima de eso, intenta construir un relato atractivo que permita observar lo sucedido desde la vida insignificante de un tipo que trabaja en el sector inmobiliario, se queda en el paro y no es capaz de superarlo. «Ni siquiera lo intenta, porque no tiene las armas, ni la ideología, ni la constancia... Esa era la idea de la novela».

Una idea que trajo respuestas a Gutiérrez, aquellas que encuentra «en mi bronca, en mi cabreo». Porque la novela parte de la bronca. «Hay una explicación que parte del sentido del título. Por el camino hemos perdido mucho dinero, pero sobre todo la democracia. Una de las cosas que ha hecho la crisis es enfrentarnos unos a otros , porque cuando estamos más divididos es más fácil controlarnos, y eso es terrible». A su juicio, «para que haya democracia hace falta soberanía nacional, igualdad y justicia social. En España ha desaparecido la igualdad. Nuestro país construyó desde la Transición una clase media bastante estable y se está yendo al cuerno, la brecha social es brutal, cada vez más grande, el dinero no ha desaparecido, sigue estando, pero está muy concentrado en las grandes fortunas y ha desaparecido de los bolsillos de la clase media ».

Las pérdidas

Según el autor, los ciudadanos sienten «que hemos sido agredidos, pero sabemos positivamente que no habrá culpables, porque no hay nadie a quién denunciar, hemos perdido todo por el camino». De ahí la respuesta social, también en forma de novela. «Las manifestaciones, como terapia de país, si España fuera un individuo, sí servirían, pero en un sentido práctico no. No vamos a conseguir nada saliendo a la calle y rodeando el Congreso ». En este sentido, Gutiérrez considera que tanto el 25-S como el 15-M partían «de cierta candidez y, al no tener estructura, el movimiento fue muy endeble, lo que no significa que no fuera importante».

«En el camino se habrá quedado mucha gente, es el darwinismo social»

Con un panorama tan negro como el descrito, ¿qué nos queda? «Ahora no nos queda nada, nos lo han quitado todo. Solo nos queda esperar para que vuelva la prosperidad , porque volverá, porque el capitalismo es cíclico y se volverá a recuperar, pero en el camino se habrá quedado muchísima gente, es el darwinismo social. Es más bestia y más visible, pero no es nuevo». Además, con el tiempo « habremos desconfiado de los sindicatos para siempre y, una vez que estemos en la prosperidad, diremos que no está tan mal».

El relato de la crisis

El escritor sostiene que, «cuando la crisis pase, se habrá creado un relato colectivo de la crisis» que habremos creado entre todos, «de una manera casi juglaresca, como un romance medieval, que nos contará lo que pasó entre 2008 y 2012». Ese relato, según Gutiérrez, ya se está construyendo y «nos incluye como parte culpable». Pero él no cree «que seamos parte culpable en absoluto» . «Si un banco hace unas ofertas que están por encima de lo ético, debe haber un organismo que lo controle, y no ha habido control ninguno. No se puede confiar en la moral colectiva, ni en el autocontrol del ciudadano cuando lo que se ofrecen son golosinas gratuitas, no se pueden arrojar dulces a la calle y alertar al mismo tiempo del colesterol. No se nos puede culpabilizar porque nosotros somos las víctimas, nos hemos quedado en la ruina mientras otra gente sigue ganando dinero».

«Al escritor solo le queda la metáfora, la poesía no va a cambiar las cosas»

Ante esto, «al escritor solo le queda la metáfora». Como no podía ser de otro modo, Pablo Gutiérrez cree en la literatura social. « Ojalá libros como este sirvan para agitar conciencias, aunque yo no creo en ello . La literatura social tiene lo mismo de social que de literatura. La poesía no va a cambiar el curso de las cosas». Sin embargo, «los que no somos intelectuales necesitamos cuentos», no conceptos, «y por eso la literatura social sirve, a través del cuento podemos acercarnos un poco a la realidad , es algo que lleva sucediendo desde que se contaban historias alrededor de la hoguera».

Y, mientras tanto, seguirá viviendo, a su modo, el mundo literario, al margen de etiquetas y de premios, de egos e idolatrías. «A mí no me pesa en nada, me sienta muy bien. Yo no vivo en el mundo de la literatura. Para mí la literatura es venir un día y medio a Madrid cada cinco meses. Mi pelea contra el sistema es la novela, pero la novela termina y la pelea de cada día es otra , la que me encuentro en las aulas con chavales que están muertos de miedo, porque saben que son la generación de la crisis».

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